Son ya tres meses los que han pasado desde las elecciones en Cataluña y seguimos sin gobierno, y no sólo eso sino que ante nosotros vuelve a estar el precipicio de nuevas elecciones. Vergonzoso porque es un insulto a los votantes, sobre todo al votante independentista. Por si fuera poco, la crisis y la ruptura del independentismo ya no sólo se vive en Cataluña sino que se han ido al Congreso a pelearse. Sólo falta ver lo que se dicen en público en Madrid Miriam Nogueras, de Junts, y Gabriel Rufián, de ERC. No sé si el independentismo ha perdido el norte pero bien haría en lavar los trapos sucios en casa, desplazar sus disputadas, aliarse en bloque pese a que unos sean de derechas y otros de izquierda, y remar juntos en los aspectos en común que comparten. Se me ocurre uno: sacar a Cataluña de la crisis sanitaria, económica y social y superar una pandemia que afecta tanto a los independentistas como a los que no lo son.
Pues bien, mientras vemos que los representantes del soberanismo se dedican a lavar sus trapos en el Congreso, han venido los antisistema, los de la CUP, a introducir una porción de seny, o lo que es lo mismo, han tenido que poner cordura para intentar desbloquear una actitud insólita. Se pone en evidencia un enorme falta de deportividad en política. En las elecciones de febrero ganó Salvador Illa, el candidato del PSC, pero los independentistas se lanzaron a su yugular para reivindicar su mayoría parlamentaria. Y así es. La suma de ERC -que quedó segundo en las elecciones- y Junts -que quedó tercero- facilita una mayoría de gobierno, pero paradojas de la vida, Junts, herederos del pujolismo, parece no soportar que sea ERC quien asuma el control de la Generalitat. Esto es, el menos, lo que parece, lo que trasciende.
Hace tan sólo unos días que Jordi Sánchez, en una entrevista a La Vanguardia desde la cárcel, aseguraba que estaban dispuestos a ceder cuatro votos para investir como presidente a Pere Aragonés. Ahora ese extremo ya no está sobre la mesa, donde sigue apareciendo la misma piedra angular de siempre, que nos tiene bloqueados en un callejón sin salida –así lo escribí aquí mismo tras el 14F- y no es otro que el camino hacia la independencia que divide al sector soberanista. Unos la quieren ya –desde Waterloo con Carles Puigdemont- y otros la pretenden a través del diálogo- desde la cárcel de Lledoners con Oriol Junqueras.
Otra manera de hacer las cosas era posible y no la han querido explorar. ERC no ha admitido ni siquiera sentarse a hablar con el PSC, izquierda con izquierda. Aquí la culpa de que vayamos, si finalmente vamos a elecciones, va a ser de cuantos conforman el sector, todos ellos tienen un grado de responsabilidad. Los primeros, los que tienen la capacidad de formar gobierno. Parece que poco a poco vamos saliendo del drama que nos deja la pandemia, con más de 22.000 muertos en Cataluña, más de 30 muertos en las últimas 24 horas y con las Ucis aún por encima de los 400 ingresados, por suerte con una vacunación que progresa raudamente. Sin embargo seguimos con la necesidad imperiosa de contar con unos políticos que sean capaces de gestionar la reconstrucción de este drama sanitario, y social. ¿O nos van a tener permanentemente sumidos y atenazados en este drama político?. Cuídense, con mascarilla siempre.