Opinión

Trump, Musk y la crisis de la democracia

Veo sin sorpresa que algunos defienden a Trump y Musk solo porque Sánchez los ataca

  • Elon Musk y Donald Trump, la pareja de moda

Este artículo se publica al día siguiente de la investidura de la presidencia de Venezuela. A pesar del valiente desafío de la oposición democrática encabezada por el presidente electo Edmundo González y por Corina Machado, lo más probable es que sigan Maduro y el chavismo si algo más improbable (fuga del sátrapa, sublevación militar, intervención internacional) no lo impide. Pero estos días hay un silencio particularmente ominoso que juega a favor de Maduro: el de Donald Trump y su nuevo valido y financiero, Elon Musk.

 

El regreso de Theodore Roosevelt y del Gran Garrote

 

No han dedicado una declaración o un mísero tuit -y los de Musk se cuentan por docenas diarias- para apoyar a Edmundo González. En cambio, Trump ha lanzado una agresiva escalada verbal contra Panamá, a la que pretende arrebatar el canal, contra Groenlandia y su metrópoli, Dinamarca, y contra Canadá, que desea convertir en otro Estado de su imperio presidencial. Resulta que Make America Great Again! era cambiar las fronteras unilateralmente para ampliar el rancho aplicando tácticas mezcla de OPA hostil y amenaza mafiosa. Y son declaraciones semejantes a las de Putin sobre Ucrania y Pekín sobre Taiwán. Atentos a la confluencia.

Es ilustrativo que Panamá naciera en 1903 arrebatado a Colombia con la política del Gran Garrote del atrabiliario presidente Theodor Roosevelt, imperialista sin ambages que justificaba el derecho de Estados Unidos a imponer dictaduras, invadir países o inventar nuevos para defender los sagrados intereses americanos, el del Canal interoceánico en el caso panameño. Panamá depende del Canal, y desde que lo recuperó de Estados Unidos en 1999, que lo ocupaba de verdad y no imaginariamente como denuncia Trump de China, ha conseguido un gran crecimiento económico que incluyó la gran reforma del Canal en 2016. Quitárselo sería devolver el país a la marginalidad, un robo y un completo atropello de su soberanía.

Además de despreciar el derecho internacional y la historia, ese programa de expansión del territorio, cuidadosamente ocultado en la campaña electoral, también ignora que la democracia, con todas sus diferencias nacionales y nacionalistas, es un sistema internacional que, para prosperar entre dictaduras y constantes fallos y amenazas, debe apoyarse como un todo, por principio e interés bien entendido.

El antagonismo no es entre extrema izquierda y derecha (los extremos, de hecho, tienden a parecerse), sino entre democracia liberal y amenazas totalitarias, sean expresas o taimadas

La historia vuelve a ser necesaria: la Segunda Guerra Mundial fue consecuencia de un error garrafal cometido en Italia y Alemania, pero que afectó más o menos a los países europeos -en España con la espantosa Guerra Civil- a excepción del Reino Unido, el resistente solitario al nazismo al que Musk pretende ahora dictar quién debe gobernarle desde su cuenta en X. El error fue sustituir la defensa de la democracia liberal por la entrega del poder al anticomunismo fascista y nazi, o bien al comunismo estalinista. Porque el antagonismo no es entre extrema izquierda y derecha (los extremos, de hecho, tienden a parecerse), sino entre democracia liberal y amenazas totalitarias, sean expresas o taimadas.

 

El movimiento woke, con su cuarta reencarnación en la izquierda neomarxista (tiene muchos posibles apellidos, pero este los resume todos), nació, a la par que los Estados Unidos, de sectas protestantes puritanas e intolerantes

 

Quienes pensaban que el dúo Trump-Musk iba a restaurar la democracia americana tras la rendición de los demócratas y sus medios, la Ivy League y Silicon Valley al wokismo pueden encontrarse con la doble sorpresa de que nos invada otra ola woke, pero derechista, y que el temido aislacionismo republicano encubriera una agenda imperialista inconfesable en campaña.

¡Cómo! -dirán algunos-, ¿es que el wokismo que tanto daño ha hecho con sus políticas identitarias delirantes -racialistas, decoloniales, queer etc.- es también de derechas? En realidad, el movimiento woke, con su cuarta reencarnación en la izquierda neomarxista (tiene muchos posibles apellidos, pero este los resume todos), nació, a la par que los Estados Unidos, de sectas protestantes puritanas e intolerantes obsesionadas con implantar el Reinado de la Biblia en la Tierra (por cierto, Harvard nació como seminario para formar pastores intransigentes, ya venía apuntando maneras…).

La esencia del wokismo no es otra que la sustitución de libertad de conciencia y el pluralismo ético e ideológico de la democracia liberal por creencias y conductas obligatorias y prohibición de las desviadas

 

Woke significa despertar a la verdadera fe, y es un movimiento político-religioso en torno a la idea del Destino Manifiesto de los Estados Unidos en la tierra virgen (los nativos, ya se sabe, sobraban) dada por Dios al nuevo Pueblo Elegido, los anglosajones blancos protestantes (o wasp) para que vivan a su manera cristiana, es decir, con temor de Dios y miedo al pecado, autosuficiencia y trabajo duro, desconfianza de los intelectuales y desprecio por los pobres, católicos y razas inferiores. Así pues, este movimiento político-religioso tiene dos ramas, como todos los de su cuerda iliberal: la izquierda y la derecha. En el trumpismo la representaba el ahora relegado y violento Steve Bannon, en guerra con el tecnocratismo de Musk. Y la esencia del wokismo no es otra que la sustitución de libertad de conciencia y el pluralismo ético e ideológico de la democracia liberal por creencias y conductas obligatorias y prohibición de las desviadas.

Así que, como pasó en la Europa de hace un siglo, a los que votaban fascista contra la amenaza comunista, y viceversa, quizás los votantes de Trump han expulsado al wokismo neomarxista por la puerta para meter sin querer al wokismo nacionalista religioso por la ventana. Y desde luego, es evidente que los talentos políticos de Musk no están a la altura de sus excepcionales habilidades empresariales.

 

Cuidado con los extremos, se necesitan

 

Incluso sus partidarios más entregados deberían admitir que burlarse con la zafiedad sexual de un acosador de colegio del dimitido ex premier de Canadá Justin Trudeau por cumplir su deber de defender a Canadá -¡ay, imposible con Sánchez!-, no tiene parangón con desarrollar un nuevo coche eléctrico, un cohete espacial o las útiles notas de comunidad de X. Nadie sensato debe confundir habilidad con estupidez, ni éxito tecnológico y visión empresarial con sabiduría política y excelencia ética. Porque Putin y su invasión de Ucrania le inspiran, en cambio, comentarios comprensivos, cosa preocupante en alguien que aspira al puesto de conciencia moral del mundo y faro de la civilización, y con dinero, poder y aduladores de sobra para creer que lo es.

En fin, veo sin sorpresa que algunos defienden a Trump y Musk solo porque los ataca Sánchez, feliz con el nuevo monigote que añadir al de Franco para estirar su prolongada y desastrosa agonía. Debemos reflexionar sobre si el problema es que la democracia liberal puede volver a quedar tan aislada y en peligro mortal como quedó en Europa en 1940. Recordemos que los extremos se necesitan y se retroalimentan mutuamente. Tras sufrir el mantra “todo está fatal, pero al menos no gobierna la derecha”, no toleremos el no menos necio de “es un horror, pero al menos no gobierna la izquierda”.

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