Opinión

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Joseba Pagazaurtundúa fue fotografiado atendiendo a un guardia civil herido en un atentado de ETA. Quizá fue en ese preciso momento cuando firmó su sentencia de muerte

Venciendo el escrúpulo de premiar a un político en ejercicio, la Asociación por la Tolerancia concedía al fin su galardón a Maite Pagaza. El comienzo de su discurso de recogida me recordó por un instante el que pronunciara en el mismo marco, ocho años antes, Xavier Pericay. Si el hoy parlamentario balear discurrió sobre su natural lentitud, Pagaza se confesó, antes que valiente, despistada. Y en ello andaba, hilando monerías sobre la inusitada fealdad de Barcelona (“con esas esteladas que digo yo que estarán ya bastante sucias, ¿no?”) cuando de pronto regresó a Andoain. No hacía ni dos meses que un periodista, haciendo acopio de delicadeza, le había enviado una foto tomada el 16 de septiembre de 1993 en un aparcadero del pueblo. Tal vez le pueda interesar. La imagen muestra los primeros auxilios al guardia civil retirado Juvenal Villafañe, de 78 años, al que una bomba lapa en el coche acaba de herir de muerte.

Seis personas en cuclillas atienden a Villafañe, deshecho de cintura para abajo (De inmediato llegarían su mujer y sus hijas, pues el piso familiar estaba enfrente; según los testimonios, una de las hijas le echó una manta por encima para cubrir, también, su desnudez). Además de los sanitarios de la Cruz Roja, vemos a un hombre con pantalón claro, camisa oscura y sandalias. Por el macuto con que carga (y que, vencido a la derecha, parece equilibrar su centro de gravedad) y la acuciante maniobra en que se halla inmerso, se diría que es médico. Pero no. Es policía. Un policía local. Era Joseba, sí. Fue uno de los primeros en auxiliar a Villafañe, eso me consta. Pero no tenía constancia de que hubiera quedado registro gráfico de aquellos cuidados.

"Joseba ya era entonces la única persona en Andoain que se atrevía a saludar a los guardias civiles”

Esa foto se publicó en la prensa y tal vez le acabara marcando. “Es verdad que Joxeba ya era entonces la única persona en Andoain que se atrevía a saludar a los guardias civiles. Pero igual ese día tomaron nota de verdad”. La conjetura de Maite, a la que cito de memoria, descansa sobre un sólido indicio: un año después del asesinato de Villafañe, Joseba recibió la información de que ETA lo tenía en el punto de mira. Mal que bien, el terrorismo había ido soslayando que le tendiera la mano al enemigo. Ahora bien, que esa afabilidad apareciera inmortalizada en una foto; que su compromiso cívico, en suma, adquiriera rango de símbolo les debió de parecer intolerable. 

Y tras ponerle pie a la foto, Maite recobró el aire risueño con que, minutos antes, había empezado a corresponder a los parabienes: “Antes que nada, y por si me parte un rayo, me gustaría decir dos cosas. 1) Qué contenta estoy de tener tan buenos amigos, y 2) ¡Viva el Rey!”.

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