Opinión

El vitalicio negocio del feminismo

Todo ese histronismo es sólo una maniobra de distracción para que no nos demos cuenta de que el Ministerio de Igualdad no está defendiendo a las mujeres

  • La ministra de Igualdad, Irene Montero, en el Congreso -

Hace unas semanas, la mujer más enfadada de España —eso cuando no está llorando— subía a su twitter una fotografía (aquí abajo) en la que posaba en compañía de Bibiana Aído y Leire Pajín, las pioneras del business feminista en nuestro país. Y me llamó la atención no el acontecimiento planetario de ver juntas a tan insignes próceras de la patria, sino la gran sonrisa de la señora ministra, que posaba en una inusual actitud relajada.

Entonces todavía no habían empezado a salir a la luz los beneficios que su ley estrella está proporcionando a los agresores sexuales. Tampoco su mano derecha, Ángela Rodríguez —más conocida como PAM— había defendido aún la nueva ley de Libertad Sexual acusando a los jueces de poca preparación — “fórmense, señores jueces, fórmense”—. Y la violencia política ejercida contra ella por Carla Toscano (Vox) recordándole sus méritos para ser ministra no había estado a punto de hacerla llorar.

Semanas después, durante la cacería desatada contra ella —y yo diría que hasta celebrada por algunos de sus compañeros del Consejo de Ministros—, esa plácida fotografía con sus precursoras parece muy lejana. Tan lejana como lo está Montero de los verdaderos asuntos que preocupan a los españoles. La ministra y su camarilla ministerial viven en un país —y una época— que no existe, y nos hablan de problemas que en muchas ocasiones son imaginarios o que, si son reales, afectan sólo a un pequeñísimo tanto por ciento de la población. De hecho, a veces ni siquiera entendemos de qué están hablando. Pero fingen que no se dan cuenta y siguen dirigiéndose a nosotros como si las mujeres no tuviéramos los mismos derechos que los hombres, como si quedara alguien en España que no tenga un pariente o amigo gay o lesbiana y como si el lenguaje inclusivo lo utilizara alguien más que quienes cobran por ello.

Hace unos meses, PAM —la inimitable secretaria de Estado para la Igualdad y la Violencia de Género— se felicitaba por la “diarrea legislativa” en la que estaba inmerso/inmersa/inmerse el Ministerio de Igualdad, y en estos días estamos comprobando los primeros resultados de esa descomposición estomacal. No sólo vemos cómo algunos agresores sexuales se ven beneficiados por la famosísima ley de Libertad Sexual que iba a acabar para siempre con las violencias sexuales —si dices las cosas en plural parece que son muchas y muy importantes—, sino que, además, tenemos que sufrir la delirante soberbia de la señora ministra.

Como ya es habitual en todo lo que sale de Igualdad, ella lo ha hecho todo muy bien y la culpa es de los demás, que son una banda de fascistas


Al mismo tiempo que nos intenta convencer de que su labor es muy necesaria porque todo hombre es un maltratador y violador en potencia, acusa al PP de hacer una “política populista punitiva” por pedir prisión permanente revisable para los mismos delitos que ella dice querer combatir. Y recalco lo de “ella dice” porque se ponga como se ponga, ya llore como una niña pequeña o enseñe los dientes como una desequilibrada, estamos comprobando los resultados de su “trabajo”. Pero, como y es habitual en todo lo que sale de Igualdad, ella lo ha hecho todo muy bien y la culpa es de los demás, que son una banda de fascistas.

Y no contenta con insistir en ese absurdo sostenella y no enmendalla, cada día encuentra un nuevo responsable de lo que está pasando. La semana pasada eran los jueces machistas; el miércoles, el PP, al que acusó de que “promueven la cultura de la violación” porque algunos de sus municipios habían puesto en marcha campañas para avisar a las mujeres de que la vida no es como la pinta el Ministerio de Igualdad. Es decir, para recomendarte que, aunque te digan que tienes derecho a volver a casa sola y borracha, tú mejor hazlo por calles bien iluminadas —si es que el Cambio Climático lo permite, Dios qué sinvivir—. Que otros se gasten nuestro dinero en advertir a las mujeres del peligro del que su ministerio vive, le parece mal. Lo bueno, lo constructivo y lo enriquecedor es gastar el dinero de todos los españoles en atacar a ciudadanos como El Fary, el Xokas y Pablo Motos o incluso a la policía.

Dudo que ella crea todas las majaderías que produce su Ministerio. Y si para cobrar un sueldazo hay que inventarse una estupidez cada mañana, se hace y en paz


Cualquiera con un poco de sentido común entiende que los derechos no te proporcionan superpoderes ni son un escudo que te vuelva invulnerable, ¿es posible que la ministra esté convencida de que basta su propaganda para acabar con el mal?

¿Que piense que si aconsejas a tu hija que tenga cuidado por la noche, estás culpabilizándola y colaborando con su violador? Yo, francamente, dudo que ella crea todas las majaderías que produce su Ministerio, pero ese es su nicho de mercado. Y si para cobrar el sueldazo hay que inventarse una estupidez cada mañana, se hace y en paz. El panorama, si lo analizas fríamente, es desolador: su partido actúa exactamente igual que Bildu y los independistas catalanes, que nunca se habían visto en otra igual. Y el pobre ciudadano paganini tiene la sensación de que alrededor —y dentro— del Gobierno sólo hay gente a la que no le importan los españoles, sino todo lo que de
ellos puedan sacar.

Y mientras nos saquean, asistimos inermes al espectáculo del llanto y el rechinar de dientes. Pero no nos despistemos: todo ese histrionismo es sólo una maniobra de distracción para que no nos demos cuenta de que el Ministerio de Igualdad no está defendiendo a las mujeres, sino a las redes clientelares que su partido lleva extendiendo desde que llegó al poder. Y en el fondo casi me dan ganas de decir que hacen bien, porque no hacen nada que no hayan hecho otros antes. Incluso han sido más listos que la casta tradicional, porque han logrado infiltrar su industria en todas partes: no encontrarás una comunidad o ayuntamiento gobernado por la derechita cobarde que no se declare feminista. Imagino que en los territorios peperos el PP paga las instalaciones y las izquierdas ponen el personal. Todas esas falsas oenegés subvencionadas que van a colegios e institutos para concienciar y dar visibilidad, todos esos puntos morados, todos esos Centros de Crisis 24 horas atendidos por trabajadores sociales, psicólogos, abogados, traductores inmigrantes… todas las asociaciones existentes y por inventar que se autocalifiquen como feministas, elegetebeístas y transloqueseísta, toda esa formación que tendrán que recibir los jueces, todos esos cursillos de género que ya se están impartiendo en muchas empresas e instituciones, etc. ¿Qué sería de toda esa gente, inempleable en otros sectores, si se derogase la ley?

Ya veremos las tardes de gloria que nos van a deparar la ley Trans, la de Protección Animal o la Ley de Familias de Ione Belarra


Y eso sólo en cuanto a la ley de Libertad Sexual. Ya veremos las tardes de gloria que nos van a deparar la ley Trans, la de Protección Animal o la Ley de Familias de Ione Belarra que, según he leído en algún sitio, reconoce algo así como 16 tipos de familias.

Ahí hay un filón para colocar gente, no diréis que no. Y lo malo es que estas feministas que llegan tan jóvenes al poder, se tiran toda la vida viviendo a nuestra costa. Fijaos si no, en quienes acompañan a Irene Montero en el tuit al que me he referido al principio del artículo. Bibiana Aído ha vivido y vive de ONU Mujeres gracias a que Zapatero les donó unos 200 millones de euros. Y Leire Pajín, después de pasar por uno de los organismos de la OMS —con el que había firmado un convenio cuando era ministra de Sanidad un mes antes de perder las elecciones—, es directora de Desarrollo Global en IsGlobal, un think tank “sin ánimo de lucro” que mueve millones de euros de subvenciones estatales y autonómicas. Como Irene, ellas también estuvieron un tiempo en el ojo del huracán. Hoy, disfrutan de una situación económica probablemente todavía más desahogada y, sin lugar a dudas, mucho más relajada: siguen siendo máquinas de aspirar nuestro dinero, pero ya no tienen que dar la cara.

Y ahora comprendo la alegría que ilumina la sonrisa de nuestra flamante ministra en la fotografía en la que se la ve tan feliz junto a sus predecesoras: sabía que en ese momento estaba retratando su futuro.

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