Kutxabank, el grupo que aglutina a las antiguas cajas vascas, es la entidad financiera más solvente de España según el Banco Central Europeo. Lleva al menos cuatro años logrando ese puesto en la clasificación. En 2018, logró un beneficio neto de 332 millones de euros. Números de récord para un conglomerado que controla el PNV mediante consejeros afines. Una de las claves que explican estas cifras es la decisión de no salir a Bolsa frente a la postura de la anterior dirección. Decisión que, por cierto, provocó una batalla que acabó en venganza.
La guerra por el control de Kutxabank se desató en 2014 precisamente a raíz del intento del anterior presidente, Mario Fernández, por salir a Bolsa. Tal y como contaron en su día los diferentes medios vascos, el PNV no veía con buenos ojos esa postura. Y, tras una lucha interna que duró unos seis meses, Fernández se fue a finales de ese año y le sustituyó como presidente Gregorio Villalabeitia. La nueva dirección impuso una estrategia menos ambiciosa o más conservadora, según se mire, pero el caso es que ahora, cuatro años después, los números sonríen a la entidad que se formó mediante la fusión de BBK, Kutxa y Vital.
La mano (política) que mece la cuna
Villalabeitia es el presidente, ¿pero quién manda en Kutxabank? Tras la crisis financiera y la caída en desgracia de tantas cajas que eran auténticos chiringuitos al servicio de partidos, se supone que hoy día las entidades escapan al control político. Pero la realidad es que, como casi siempre, la mano que mece la cuna sigue en la política. En el caso de Kutxabank, hay que tener en cuenta el reparto accionarial de las antiguas cajas, ahora convertidas en tres fundaciones que se reparten el poder. La fundación vizcaína BBK -heredera de la caja de igual nombre- es la primera accionista del grupo, con el 57% de los títulos. Esto hace que, en el fondo, controla qué pasa con la caja vasca resultante de la fusión.
Preside la fundación BBK, para más señas, Xabier Sagredo, hombre que ocupó el cargo de tesorero en la todopoderosa ejecutiva del PNV vizcaíno. Está considerado, de hecho, como un peón muy cercano a Andoni Ortuzar, presidente del PNV. La mayoría es claramente peneuvista en el patronato que dirige la BBK y que preside, como se ha dicho, Sagredo. Otro tanto pasa en el propio consejo de administración de Kutxabank, formado por 16 miembros, de los que al menos 10 se ubican en la órbita del PNV, tres son cercanos al PP y dos al PSE.
La Bolsa… y una vendetta
La versión oficial en Kutxabank es que la clave de su éxito está, como se ha dicho, en no haber salido a Bolsa. “La estrategia de no sacar a Bolsa a Kutxabank ni fusionarse ha sido acertada”, afirmó hace poco el propio Xabier Sagredo en una entrevista en las páginas de ‘El Correo’. El presidente de la entidad, Villalabeitia, afirmaba a ‘Expansión’ que “para nosotros la Bolsa no es anatema, pero tampoco una panacea. Cotizar tiene grandísimas virtudes, como la disciplina de mercado; pero también riesgos importantes, especialmente intensos para una entidad de determinado tamaño”. Claro está que, al no salir a Bolsa, no hay nuevos accionistas y el control de la entidad sigue en manos políticas.
Ya se ha dicho que la discusión por si la entidad debía estar en Bolsa precipitó las hostilidades que tumbaron al anterior presidente, Mario Fernández. Pero la batalla no acabó ahí. Hubo consecuencias inesperadas. Porque el sustituto al frente del conglomerado trasladó a la Fiscalía la documentación sobre unos pagos irregulares que Kutxabank hizo al ex delegado del Gobierno en el País Vasco Mikel Cabieces (PSE) por más de 200.000 euros. Aquel escándalo estalló y tanto el propio Cabieces como Fernández fueron condenados por la Audiencia Provincial de Vizcaya. El Supremo ratificó la condena. ¿Todo fue una vendetta? ¿O mera justicia? Nunca se sabe en las procelosas aguas del mundo financiero.
Números de récord y dividendos
Lo cierto es que, control político y venganzas aparte, el Grupo Kutxabank parece ir viento en popa. La estrategia de no salir al parqué que provocó el cambio al frente del timón parece haber funcionado, al menos en teoría. Porque si los resultados no mienten, en 2018 Kutxabank obtuvo un beneficio neto de 332,3 millones de euros, un 10% más que un año antes, con una aportación positiva de Cajasur de 19,5 millones de euros, según datos de la propia entidad.
Al publicar sus cuentas, la entidad destacó en un comunicado la mejora de todas las variables vinculadas al negocio con clientes, que, siempre según esta versión de la propia caja, “se ha visto favorecido por un elevado volumen en la nueva contratación de productos financieros, por el dinamismo del negocio asegurador, por la positiva evolución de las captaciones netas hacia productos fuera de balance y por el crecimiento de los clientes vinculados y digitales”.
Con estos números en la mano, la dirección de Kutxabank propuso en la junta general de accionistas mantener el reparto del dividendo en el 50%, un total de 166 millones de euros. Cifras envidiables por muchas entidades del sector. Porque Kutxabank es diferente al resto de cajas en casi todo.