Lo único que queda claro después de nueve horas de conferencias científicas sobre el uso de los cigarrillos electrónicos es que se trata de un tema cuyo debate continúa abierto. Este tipo de productos ha irrumpido entre los fumadores sin previo aviso, convirtiéndose en un dolor de cabeza para las autoridades, que pensaban que habían ganado la partida al tabaquismo.
Hasta hace relativamente poco, el desarrollar una normativa sobre el uso de los cigarrillos electrónicos no se encontraba en la agenda de la mayoría de gobiernos a nivel internacional. Ahora, se han convertido en los protagonistas de innumerables titulares a raíz de la muerte de 39 de personas en Estados Unidos por una "enfermedad pulmonar desconocida" supuestamente relacionada con estos productos.
El impacto que este escándalo ha tenido sobre la imagen pública del vapeo -una actividad que gran parte de la comunidad médica defiende como una alternativa al tabaco mientras que la otra mitad reniega de ella- ha sido el objeto principal de The E-Cigarette Summit, una conferencia científica e independiente celebrada este jueves en la Royal Society de Londres a la que han asistido decenas de periodistas de todo el mundo, entre ellos Vozpópuli.
Polémica tras las muertes en EEUU
Estados Unidos, como suele ocurrir con la mayoría de las tendencias mundiales, ha sido el país donde primero se ha encendido la mecha. Este año, además de la muerte de 39 personas, otras 2.000 han sido hospitalizadas por presentar síntomas de "una enfermedad pulmonar desconocida".
Como consecuencia, la Administración estadounidense ha prohibido la venta de cigarrillos electrónicos de sabores. Le han seguido un total de 34 países. Aquí, en España, el Ministerio de Sanidad lanzaba hace varios meses una campaña en la que advertía sobre los riesgos de los vapeadores, equiparándolos al tabaco tradicional.
Desde la comunidad científica presente este jueves en Londres han criticado la postura adoptada por las autoridades de estos países, ya que consideran que se basa más en un puñado de titulares que en evidencias científicas, además de "dar por perdidos" a millones de fumadores en todo el mundo.
"Todo el mundo tiene una opinión sobre el tabaco. Creo que tenemos que empezar a dejar de opinar y centrarnos en los hechos", afirmaba en la presentación del acto la profesora británica Ann McNeill, especialista en tabaquismo del prestigioso King's College. Durante las siguientes nueve horas, científicos de todo el mundo han debatido sobre hasta qué punto son seguros estos productos.
La clave: regulación, no prohibición
La mayor parte de los presentes en la conferencia consideran que los cigarrillos electrónicos son una herramienta útil para reducir las tasas de tabaquismo, ya que numerosos estudios científicos avalan que su uso es menos dañino que el consumo de tabaco tradicional.
Varios de los ponentes han puesto de ejemplo a Reino Unido, donde se promueve su uso desde el sistema nacional de salud (NHS). Aunque la relación no es directa, lo cierto es que el número de fumadores ha bajado mucho en los últimos años, hasta un 17% de la población. La tasa española, por el contrario, está creciendo y el 23,3% de los españoles son fumadores, un 3% más que hace cinco años.
No obstante, no todos los científicos presentes en la cumbre tienen la misma opinión sobre cómo deben ser regulados los cigarrillos electrónicos. Mientras que algunos apuestan por una regulación lo más estricta posible, otros piden flexibilidad a la clase política sobre esto.
Sin embargo, todos los ponentes sí que han coincidido en una cosa: prohibir los cigarrillos electrónicos no es la solución. "No sirve de nada", aseguraba este jueves Cliff Douglas, el director de la Sociedad Norteamericana de Cáncer para el Control del Tabaco, una de las más prestigiosas en la lucha contra esta enfermedad en Estados Unidos.
Douglas ha ido un paso más allá, criticando al presidente norteamericano por emitir una prohibición "sin basarse en los datos". Una postura que ha sido avalada hasta por el prestigioso diario The New York Times, que esta semana publicaba un editorial al respecto.
"No estamos aquí para defender a las tabaqueras, que sabemos que han hechos cosas mal. Sabemos de sobra que los cigarrillos no son seguros al 100%, pero sí sabemos que siguen siendo menos dañinos que los tradicionales y queremos seguir investigando sobre ellos", ha apuntado.
A ojos de este científico norteamericano, los cigarrillos electrónicos sólo necesitan dos cosas: ser estudiados y una regulación adecuada. En ese sentido, Douglas también ha abordado otra de las principales polémicas que rodean a estos productos: su uso entre los menores.
Consumo entre menores
Son muchos los miembros de la comunidad médica que consideran que los cigarrillos electrónicos, más allá de poder producirte una enfermedad pulmonar desconocida hasta la fecha, presentan otros riesgos. Muchas voces alegan que al utilizar sabores, resultan muy atractivos entre los menores, al tiempo que "blanquean" la imagen de los productos que salen de las industria tabaquera, escondiendo sus riesgos.
"Cuando hablan de proteger a los niños, en realidad lo que están diciendo es que no tienen ni idea de cómo actúan los menores", apunta Clive Bates, director de la consultora especializada en salud Conterfactual. Su postura, compartida por muchos de los participantes, es que prohibir los distintos sabores de los cigarrillos electrónicos no soluciona el problema de su consumo entre los jóvenes.
Lo que considera que hay que hacer, una vez más, es regularlos, prohibir su venta a menores y prohibir que las empresas tabaqueras sean capaces de atraerles a través de campañas de marketing.
A pesar de que cada vez son más los miembros de la comunidad científica que se suman al movimiento que demanda a las autoridades sanitarias a nivel mundial una nueva perspectiva sobre los cigarrillos electrónicos, gigantes sanitarios como la Organización Mundial de la Salud siguen oponiéndose a su uso. En España, son muchas las asociaciones médicas que aplauden la campaña lanzada por Sanidad. El debate continúa abierto.