Las albóndigas le han proporcionado a Ikea casi tanta fama como muchos de sus productos para el hogar, pero sin duda alguna también más quebraderos de cabeza. El gigante sueco se ha visto obligado en las últimas semanas a retirar en algunos países varios de sus alimentos, dos de ellos, las referidas albóndigas y unas salchichas, por contener carne de caballo en lugar de vacuno como indicaba su etiquetado, y otro, una tarta de chocolate y almendras, por hallarse en un lote restos de bacterias fecales.
Pero la compañía perteneciente a Ingvar Kamprad no ha sido la única que ha tenido que quitar de la venta algunos de sus alimentos. Findus, Buitoni o La Cocinera, los dos últimos de la multinacional Nestlé, han tomado las mismas medias por contener algunos de sus productos carne de caballo en lugar de ternera. Lo primero que dejan claro, hasta la saciedad, los expertos consultados es que el caso de la carne de caballo no es un problema sanitario que ponga en peligro la salud de los consumidores, sino un fraude. “Es lo que comúnmente se dice dar gato por liebre”, explica Ana Isabel Vitas, profesora titular de Seguridad Alimentaria en la Universidad de Navarra.
Pero aunque no sea peligroso para los consumidores, los casos que durante las últimas semanas han saltado a los medios de comunicaciones pueden hacer pensar ¿es seguro lo que comemos?. Vitas afirma tajante que “nunca ha habido más seguridad alimentaria que la que hay ahora”, aunque admite que “no existe el riesgo cero porque no se analiza el 100% de lo que comemos”. La misma opinión sobre la imposibilidad del riesgo cero en la biología la comparte Juan Carlos Ortiz, presidente de la Asociación de veterinarios municipales (AVEM), que se encargan de una parte de los controles que pasan los alimentos.
Controles
Ortiz explica que desde que un animal abandona su lugar de cría hasta que la carne sale de la cadena del matadero pasa 5 niveles de control y que además se realizan otros posteriores para constatar que el alimento no contiene restos de medicamentos perjudiciales para la salud. A ellos hay que sumar los autocontroles que elaboran las industrias y que luego son inspeccionados por las autoridades sanitarias. “Difícilmente alguien se juega de manera consciente el nombre de su marca, que tanto esfuerzo cuesta construir, por ahorrar algo de dinero”, asegura Ortiz.
Pero entonces ¿cómo llega el caballo al plato de un consumidor que cree estar comiendo ternera?. En opinión de Ortiz “puede que al fabricante su proveedor le haya colado la carne equina vendiéndosela como vacuno”. Para otro veterinario, que prefiere guardar anonimato por trabajar para una administración autonómica, el problema es “la clandestinidad con la que se ha metido la carne de caballo, lo que prueba que alguien miente”. Lo que parece más complicado de averiguar, aunque las marcas afectadas han anunciado sendas investigaciones, es saber quién es el mentiroso. La dificultad radica en que cada vez la cadena alimentaria es más larga y, por ejemplo, una hamburguesa puede estar hecha de carne de decenas, centenares o quizá miles de vacas, que confluyen en una gran planta de procesamiento de la mano de diversos proveedores con distintas nacionalidades. Ante tanto sospechoso, encontrar al culpable puede ser una tarea un tanto complicada.
Bajan las alertas
Diferente al caso de la carne de caballo es el hallazgo de bacterias fecales en un lote de postres de Ikea, que los retiró del mercado en 23 países, entre los que no se encontraba España. “Casos como el de las tartas de Ikea ocurren más a menudo, lo que pasa es que no saltan a los medios de comunicación”, explica la profesora Vitas, antes de lanzar un mensaje de tranquilidad, “esto quiere decir que los controles funcionan y que los productos son retirados antes de que lleguen al consumidor”. Para reafirmar el buen funcionamiento de los métodos de control sanitario, Vitas remite al descenso de alertas sanitarias que se han producido en España en los últimos años. De las 293 del año 2007 se han pasado a 167 en 2011, según los datos de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición. Por el contrario han aumentado el número de informaciones sanitarias, es decir que se ha detectado el alimento que puede ser peligroso antes de que llegue al consumidor y cree un problema.
En lo que pone el foco de atención Vitas es en el propio consumidor, muchas veces responsable de un gran número de infecciones alimentarias. “Aunque no existen datos concluyentes, porque muchos de los afectados no van al médico por una gastroenteritis o unos vómitos, una gran parte de las infecciones ocurren en las casas particulares por las malas prácticas de los ciudadanos”, señala Vitas, que aconseja mejores campañas de información a este respecto. “Si el consumidor no sigue unas mínimas reglas de higiene, aunque haya muchos controles de inspección estos no sirven para nada”, sentencia la profesora.
El presidente de los veterinarios también señala que el número de infecciones en casas particulares es “tan alta o más” que en los lugares colectivos “lo que pasa es que no nos llega la información y no sale en los medios”, como sí ha ocurrido con la intoxicación, conocida esta semana, que el pasado mes de febrero afectó a más de 60 personas en el Noma, el mejor restaurante del mundo.