Para los que tienen debilidad tanto por las cosas del paladar como por recorrer mundo, el premio entre los premios es descubrir rincones mágicos con paisajes o monumentos que merezcan mucho la pena y, en donde además, podamos encontrar productos autóctonos que sean auténticos manjares. Algo así como la meca del turismo-gourmet donde las dos partes de la ecuación tienen tanto peso que no sabríamos por cuál decantarnos. Cantabria es una de las comunidades donde no hay que hacer mucho esfuerzo para encontrar pueblos preciosos que, además, cuentan con productos con denominación de origen que ríete tú de la sección de delicatessen de los grandes almacenes. Estos son algunos de ellos.