Las 90 hectáreas elegidas en la población conquense de Villar de Cañas para construir el cementerio nuclear puede que no sean las más adecuadas. Así se desprende de las confesiones hechas el pasado noviembre en el Congreso, a puerta cerrada, por el presidente de Enresa, Francisco Gil-Ortega, en las que rehúye cualquier responsabilidad en la decisión que adoptó el Gobierno.