La Interpol quiere crear un banco de voces igual que ya lo hace con rostros o con huellas dactilares. Es el último proyecto de la policía internacional, que ve la luz después de cuatro años y que ha contado con una financiación de 10 millones de euros. El nombre es Speaker Identification Integrated Project (SIIP), y la idea es que pueda procesar muestras de voz y crear modelos para poder identificar otras. En cualquier idioma y casi desde cualquier fuente.
La manera de proceder es fácil. Cualquier agencia de seguridad de las que integra la organización puede subir sus cortes de audio al sistema para que se guarden en un ‘banco’ común. Cuando un agente quiere ponerle cara al hablante de alguna conversación intervenida, puede subir un fragmento al SIIp y este le dará una serie de potenciales coincidencias, según publicó The Intercept.
Una de las características más importantes es que el sistema puede identificar y analizar voces desde cualquier fuente, incluido Facebook o Youtube. La privacidad y el uso de nuestros datos personales se pone otra vez en jaque, ya que no damos nuestro consentimiento cuando publicamos mensajes de voz en redes sociales.
El Gran Hermano
Entre los países que integran la Interpol ya hay muchos que utilizan el reconocimiento facial para rastrear el movimiento de los ciudadanos. Es el caso de China, que tiene colocadas 200 millones de cámaras de vigilancia en sus calles. O Reino Unido, que gasta más de 500 millones de libras en su conocido sistema CCTV, una red de grabación que no deja rincón alguno sin registrar.
¿Qué pasaría si todas esas cámaras incorporasen un micrófono que registrase nuestras voces para incluirlas luego en una gran base de datos? El control total de los movimientos y las conversaciones de la población podrían recordar al libro de George Orwell 1984, una distopía donde el régimen gobernante utilizaba los televisores de las casas para controlar a sus ciudadanos.
En el gigante asiático ya han comprobado cómo la gente pone trabas al uso de su libertad al ser conscientes de que estás siendo grabados. El debate es amplio y no dejará de crecer en los próximos años porque no podemos poner palos en las ruedas al desarrollo tecnológico en favor de ‘pillar a los malos’, pero el coste es elevado: nuestra privacidad.