Televisión

Un ejemplo de dignidad en el país de las ecografías en directo

-Agustina tiene cáncer. Por eso quiere ir a Houston. Pero para ir a Houston, tiene que hablar claro porque se ha comprometido con esta cadena. Así, con esas frases pronunciadas

-Agustina tiene cáncer. Por eso quiere ir a Houston. Pero para ir a Houston, tiene que hablar claro porque se ha comprometido con esta cadena.

Así, con esas frases pronunciadas por una presentadora de televisión, contaba qué es la telebasura Pedro Almodóvar en una memorable secuencia de su película Volver. La actriz Blanca Portillo interpretaba a la enferma que por supuesto iba a vender su dignidad y la de sus vecinos a cambio del dinero que ansiaba pero, en el último momento, un rapto de valentía o cordura o ambas cosas provocaba que se arrepintiese y se marchase del plató.

Anabel Pantoja, en cambio, amagó con ese arrebato de normalidad para negarse, pero finalmente volvió al redil y sí se sometió a una ecografía en directo para solventar las presuntas dudas sobre su presunto embarazo. Fue este martes, 23-F de tantas reminiscencias y falsedades, en Sálvame, por supuesto. Ahí estaba la susodicha, primero afectando indignación por tener que hacerse la prueba y luego sonriendo a mandíbula batiente mientras se la realizaban.

Lo sencillo, hay que ser honestos, sería despotricar contra el programa y, por supuesto, contra la protagonista de esta hazaña televisiva. También parece lo lógico, por demasiados motivos. Pero he de confesar que la pereza me ha vencido en este caso, amén de que no tengo ni la menor idea sobre la vida y milagros de Anabel Pantoja, ni me interesa adentrarme en tan procelosas aguas.

Sí tengo ganas, debido a una de esas extrañas asociaciones de ideas que a veces te cautivan, de señalar lo paradójico o incluso revelador que resulta que la ecografía en directo del programa de Telecinco pudiera verse menos de 48 horas después de un hito televisivo como el que fue la emisión en La Sexta de Eso que tú me das, el maravilloso documental que cuenta la entrevista de Jordi Évole a Pau Donés pocos días antes de su muerte.

Ustedes pensarán, con toda razón, que la comparación es forzada, ventajista o falaz porque se habla de dos productos diferentes que obviamente requieren lenguajes diversos, ya que hablamos de un programa de entretenimiento diario y un documental dramático para el cine. Pero no se trata de comparar sus características técnicas o narrativas, ni siquiera el contenido de sus mensajes o las capacidades o méritos de sus protagonistas. Intento sólo reparar en la diferencia fundamental entre ambos.

Porque la principal lección que se puede extraer de estos dos productos, al menos para quien esto escribe, es que el cantante de Jarabe de palo llamó a Évole porque quería contar algo a su juicio interesante, mostrar una cara, la del terrible cáncer que devora a sus enfermos, sin interés dinerario conocido. Eso se llama dignidad. Y esta no es una materia que abunde en el país de las ecografías en directo. Como tampoco es habitual la forma más que digna en que está contado el documental, desde la conversación con la doctora en off del inicio hasta el final frente al paisaje idílico del Valle de Arán, rebosando verdad por todas partes.

Ver y escuchar a Donés en el documental impactaba casi tanto como sugería. Porque un artista que ha representado tantas cosas para tanta gente hablaba ante la cámara por el mero placer de charlar, para reflexionar sobre el amor y la pareja, sobre la familia y los recuerdos, sobre la vida y la muerte. Con su sinceridad y su rostro agrietado por la enfermedad, hacía más grande su legado y, de paso, procuraba a Évole un material impresionante para conseguir un documental difícil de olvidar.

Ya saben ustedes que Donés murió unos pocos días después de grabarse la entrevista. ¿Y el resultado de la ecografía citada? Negativo, claro.

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