Eran tiempos en que los amantes del cine teníamos una cita con La 2 todos los lunes por la noche. A las 22.30 se emitía el programa Qué grande es el cine, dirigido por José Luis Garci. Ocurrió entre 1995 y 2005, cuando cambiábamos de siglo en medio de una revolución tecnológica cuyo verdadero alcance ni siquiera éramos capaces de imaginar. El teléfono móvil todavía no se había generalizado y, por ello, las aplicaciones como Whatsapp o Instagram aún no gobernaban nuestras vidas.
Así, con un ejercicio de nostalgia de un tiempo antiguo, solía empezar aquel programa. Porque el ganador del Óscar por Volver a empezar anunciaba qué película de cine clásico se iba a emitir, citaba el año de su estreno y, a renglón seguido, explicaba qué cosas habían pasado por aquel entonces. Garci y sus amigos cinéfilos hablaban unos minutos, casi a modo de titular, sobre la película. Y, después de verla, debatían largo y tendido sobre la misma.
El programa era algo así como un cinefórum nada pretencioso desde el punto de vista de la realización pero exquisito desde el punto de vista cultural. Su audiencia nunca fue masiva, pero este espacio de culto educó en el séptimo arte a toda una generación. Desde su estreno a principios de 1995 hasta su abrupto final en diciembre de 2005, Qué grande es el cine destacó porque era un contenido diferente a cualquier otro. Con personalidad, que diría un cursi.
Además de considerar todo lo dicho como "viejuno", los lectores jóvenes, si es que todavía los hay, pensarán que a santo de qué viene este elogio a aquel programa perdido. No hay ninguna efeméride que lo justifique. La realidad, simple y sin atajos, es que esta misma semana, al escribir sobre la televisión vintage, a servidor le sobrevino la nostalgia y, como consecuencia, pensé que tocaba rescatar uno de esos espacios inolvidables en la historia televisiva.
Este regreso sería una apuesta rompedora, casi disruptiva, porque volverían un presentador y sus amigos que aman el cine norteamericano y no solo las películas coreanas o iraquíes
Sin embargo, lo relevante del caso es que al rememorar aquellas horas de esplendor en la hierba y de gloria en las flores de las noches de La 2 he llegado a una conclusión. Y no, no se trata de explicar por qué los únicos programas buenos de TVE, como En portada o Documentos TV, son en en ese canal y no en La 1, ya que eso es una de esas verdades que damos por supuestas sin siquiera intentar entenderlas. La conclusión es que Garci y su Qué grande es el cine deberían volver a la cadena pública de inmediato.
Hay al menos tres motivos de peso para justificarlo. La primera razón es tan sencilla como obvia: no hay ahora mismo un programa de cine así de enriquecedor en TVE ni en ningún otro canal generalista; Versión española es lo más equiparable, pero no llega a su altura. En segundo lugar está el aspecto económico. Como demuestran todas esas cansinas tertulias políticas, no hay un espacio televisivo más barato que juntar a gente a hablar alrededor de una mesa. Más aún en este caso, donde los tertulianos no son gente enferma de egocentrismo y partidismo, sino sabios que disfrutan hablando de cine. La tercera razón es que el servicio público consiste en apostar por la cultura y la educación y, hasta que alguien demuestre lo contrario, el programa que nos ocupa aunaba ambas cosas.
Y, por último, en estos tiempos donde escasea la originalidad, abundan los remakes y enamora lo vintage, el regreso de Garci y su Qué grande es el cine sería una apuesta rompedora, casi disruptiva, porque volverían un presentador y sus amigos que aman el cine norteamericano y no solo las películas coreanas o iraquíes. Solo por esta última razón, el programa debería volver a empezar. O, en su defecto, TVE podría emitir otra vez aquellos episodios imperdibles. Muchos lo agradeceríamos.