Opinión

A Sánchez le sobra Iglesias

Sánchez va a terminar la legislatura, con o sin Podemos. Hoy no tiene rival, sabe hacer las cosas para mantenerse en el poder

  • Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en el Congreso

Me preguntan con frecuencia si creo que va a terminar pronto la legislatura de Sánchez, si va a adelantar elecciones y si aguantará mucho siendo el jefe de los socialistas. A renglón seguido, como desahogo, me comentan que se trata de un tipo despreciable, un mentiroso patológico, un traidor que ha enterrado al “socialismo bueno”, un ególatra que pacta con quien sea para mantenerse en el poder. “¿Cómo es posible -concluyen- que la gente vote a este tío?”. He de decir que la respuesta que doy no me hace muy popular: “Es muy bueno en lo que hace”.

Sánchez ha conseguido convertir una debilidad en una fortaleza. Mentir y engañar han dejado de ser unos pecados reprobables que se cobraban en la opinión pública y en las urnas, a convertirse en instrumentos aplaudidos por los suyos. Un ejemplo. En plena pandemia, cuando Sánchez decidió prolongar el estado de alarma, buscó el voto de cualquiera. Lo consiguió de Bildu. No lo hizo directamente, sino a través de dos peones de los que prescindirá cuando le plazca: Lastra y Echenique.

Lo mismo pensaron cuando pactaron con Arrimadas y Edmundo Bal. Los electores socialistas han asimilado la mentira y el engaño como algo positivo porque es útil para sus intereses

En la mentalidad tradicional, cuando la mentira era despreciable y la honestidad algo a salvaguardar, esto hubiera sido intolerable, un escándalo mayúsculo. Hoy no. El gobierno social-comunista pactó con los filoetarras la derogación del marco laboral, y sus votantes, los del PSOE, se quedaron tranquilos. ¿Por qué? Pensaban que era una falsa promesa, una de esas artimañas de Sánchez para conseguir el voto y que luego no cumpliría. Lo mismo pensaron cuando pactaron con Arrimadas y Edmundo Bal. Los electores socialistas han asimilado la mentira y el engaño como algo positivo porque es útil para sus intereses.

Es un éxito de Sánchez. No se puede negar. Su estilo es el epítome de la posverdad: no importa que sea cierto lo que se dice, sino que sirva para desarmar al enemigo o crear un relato vencedor. Por eso ha estado mintiendo sobre la respuesta gubernamental a la pandemia de la covid-19 en España, como en el número de muertos o en la “rapidez” de las medidas, y no pasa nada.

El negocio familiar

¿Durará Sánchez? Sí. No solo porque sus contrincantes son más débiles, sino porque ha tejido una estrategia perfecta, o casi, para mantenerse en el poder. El jefe del Gobierno está en ese momento dulce en el que todo le sale: una trola, un chanchullo o el paisaje; es decir, las condiciones de la Unión Europea para el rescate a España y las infinitas torpezas de Pablo Iglesias y de ese negocio familiar que llaman “Unidas Podemos”.

Ahora le sobran a Sánchez los podemitas. Para quitárselos de en medio los sanchistas han tomado sus fortalezas y las han convertido en debilidades, y están sacando todo el arsenal contra Iglesias: el feminismo, el republicanismo, el reparto de la riqueza y la honradez. Desmontar el lado feminista de Pablo Iglesias ha sido lo más sencillo. Ha bastado con recordar aquello deleznable de “la azotaría hasta que sangrara”, o el modo que tiene de compensar una ruptura amorosa con un cargo o un trabajo.

El asunto de Dina Bousselham ha venido a ilustrar el evidente machismo del personaje. Parece ser, según se dice, que los servicios secretos marroquíes metieron en su cama a una de sus agentes para que cambiara sus declaraciones respecto al Sahara y el Frente Polisario, él se enteró y secuestró su tarjeta SIM “por el bien de una mujer de veintitantos años”, según dijo.

Frente a los exabruptos republicanos del mundo podemita, tan guerracivilista como ignorante, tan grosero como demagógico, el sanchismo pretende dar el tono práctico y leal"

El republicanismo podemita, por otro lado, está sirviendo para que Sánchez se granjee una imagen de  hombre de Estado, moderado y responsable, que contiene a los radicales de una y otra parte. Frente a los exabruptos republicanos del mundo podemita, tan guerracivilista como ignorante, tan grosero como demagógico, el sanchismo pretende dar el tono práctico y leal. Por supuesto, esto lo cambiará el presidente cuando le convenga y se presentará como el primer republicano.

El reparto de la riqueza del que hizo gala Unidas Podemos es hoy un chiste. Mientras que no sabemos dónde viven los ministros socialistas -y así debe seguir siendo-, las excentricidades de nuevo rico de Iglesias y Montero, sus sueldos y patrimonio, el contraste entre su vida de millonarios y su discurso contra el capitalismo, son ya un clásico. El chalé de Galapagar y las sombras de su compra han hecho más daño a Podemos que su relación con la dictadura venezolana.

Por último, la honradez, también ligada a lo anterior. La financiación de Podemos, vigilada hace tiempo por el Tribunal de Cuentas, sale ahora en las portadas. Fuentes de financiación desconocidas, gastos a destiempo, sueldos no declarados y cajas B, teniendo a un abogado podemita despedido injustamente como confidente.

En este asunto, este partido, o lo que sea, no tiene escapatoria. Los españoles no castigamos en las urnas los asuntos de cama, las infidelidades o los devaneos. Nos pueden disgustar o no, pero no los castigamos en las urnas. Otra cosa muy distinta es cuando meten la mano en la caja, o hay sospecha de que así ha sido, o se dice que han defraudado a Hacienda. Valdría el ejemplo del rey Juan Carlos.

Información y medios

Podemos es el sueño de un socio de Gobierno que controla la información y los medios, los tiempos y el contenido. Los podemitas son una banda en comparación con la tropa de técnicos experimentados que tiene el PSOE. Las cuatro estrategias para embaucar a la gente que aprendieron los Monedero, Iglesias y compañía en la Facultad de Políticas y en las dictaduras americanas, no pueden enfrentarse a una maquinaria bien engrasada desde hace 40 años.

Sí; Sánchez va a terminar la legislatura, con o sin Podemos. Hoy no tiene rival, sabe hacer las cosas para mantenerse en el poder, y los votantes de izquierdas se sienten protegidos y vencedores con él. Todo son fortalezas en su liderazgo. Agárrense los desafectos a la “nueva normalidad” porque vienen curvas.

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