Quizá añoremos dentro de unos meses la cultura del pelotazo que tantas tardes gloriosas ha dado a este país, pues, como suele ocurrir, todo lo que es susceptible de empeorar, empeora. Había quien, hasta ahora, utilizaba la política como plataforma para otorgar y recibir favores, pero cada vez parece más claro que, en los próximos tiempos, podría llegar a requerirse el certificado de consanguinidad con el partido del Gobierno para poder conseguir casi cualquier cosa. El cambio cultural parece mínimo, pero no lo es, pues es el que diferencia a un sistema enfermo de otro carcomido. En uno, primero comen los míos y luego los demás. En otro, se niega el rancho a los adversarios.
Propondrá el Ejecutivo como nueva presidenta de la autoridad reguladora de los mercados (CNMC) a Cani Fernández, abogada de larga trayectoria y amplio currículum en materia de competencia que velará sobre sectores tan dados a mantener idilios con la política como la energía, las telecomunicaciones y el audiovisual.
El problema de su designación no está en su falta de aptitudes, sino en su desempeño actual, pues Fernández ha trabajado desde finales de febrero en Moncloa como asesora jurídica, en el entorno de Iván Redondo, el enésimo valido de esta Corte que prioriza su vanidad al interés general.
Fernández era socia del despacho Cuatrecasas y fichó por el Gobierno tras defender a Mediaset en el proceso que la CNMC abrió al duopolio televisivo para tratar de poner coto a sus prácticas anticompetitivas. Pocas semanas después de estos acontecimientos, aterrizará en un organismo que se supone que debe ser independiente del poder político. Y lo hará desde Moncloa, donde su permanencia ha sido corta, pero donde se ha desempeñado en las últimas semanas.
El cambio del presidente de la CNMC estaba pendiente desde el pasado septiembre y se daba por supuesto en marzo, pero la crisis del coronavirus lo demoró por razones obvias. Hasta ahí, todo correcto. Lo curioso es que se consumará pocas semanas después de que Pedro Sánchez saliera a la palestra para anunciar su intención de promover unos nuevos 'pactos de la Moncloa' para reforzar al país y a sus instituciones tras haber recibido una enorme bofetada sanitaria y económica.
Esto confirma la evidencia de que esa propuesta fue un globo sonda para restar legitimidad a las críticas de la oposición, dado que la voluntad del Gobierno no es negociar, sino ampliar su control sobre las instituciones del Estado. Con este cambio, negociado con ERC y con Podemos, garantizará que el principal partido de la oposición quede prácticamente sin representación en la CNMC.
El Estado soy yo
Resulta alarmante la voracidad con la que el Ejecutivo ha ganado peso en los organismos oficiales y empresas públicas durante los últimos dos años. Siempre, con el objetivo de que ninguna institución apuntille sus decisiones. Un buen ejemplo es el que se registró la semana pasada con los 'fusilamientos' en la Benemérita, pero no es el único, pues antes se produjo el nombramiento de la exministra de Justicia Dolores Delgado como Fiscal General del Estado; y, más recientemente, la destitución de Carmen Tejera como representante de la Abogacía del Estado en el Ministerio de Hacienda. Esta letrada fue una de las peritos que defendió en el juicio del 1-O que sus responsables habían cometido un delito de malversación, lo que podría explicar el porqué resultaba incómoda.
Habría que recordar que vivimos en un país en el que las conclusiones demoscópicas las expone un tipo de la catadura moral de José Félix Tezanos, viejo lobo de partido que fue situado al frente del CIS al poco de la llegada de Pedro Sánchez a Moncloa, en una clara muestra de que los socialistas habían vuelto con la intención de pastorear a los españoles hacia su cortijo. En Paradores, hay un tipo que no tenía experiencia previa en turismo; y, en Correos, alguien a quien se entregó esta empresa como quien entregaba tierras a sus soldados para recompensar su fidelidad.
Caso aparte es Radiotelevisión Española, donde Rosa María Mateo y Enric Hernández -ambos propuestos por Moncloa- se encargan, entre otras cosas, de que los ciudadanos aprecien la propaganda gubernamental en todo su esplendor, con una práctica tan singular como la de emitir las ruedas de prensa de Moncloa en directo. No vaya a ser que cualquier filtro periodístico ayude a discriminar el grano de la paja.
El estado de alarma ha sido la excusa perfecta para aumentar el nivel de nepotismo con el que el Ejecutivo dirige el rumbo del país.
El estado de alarma ha sido la excusa perfecta para aumentar el nivel de nepotismo con el que el Ejecutivo dirige el rumbo del país. Por eso, resulta sospechoso que Sánchez haya gastado tanta energía en alargarlo lo máximo posible. Quizá las decisiones políticas sean las más ostentosas, pero no conviene olvidar lo que ha ocurrido a la hora de adjudicar determinados contratos de suministro de material sanitario. Observe el lector este titular, publicado recientemente por este periódico: “El proveedor de confianza de Ábalos pasa de facturar 100.000 euros a 40 millones en un año gracias al Gobierno”. Hay veces que el poder beneficia a su entorno con sillas. Otras, con otro tipo de recursos más lucrativos.
Desde luego, tiene que hacerse muy duro estar en la oposición cuando un partido espera llegar a Moncloa para realizar cambios de tal calado. No dudo de la preparación de la próxima presidenta de la CNMC para desempeñar su puesto, pero la forma -¡ay, las formas!- en la que será nombrada no dista mucho del resto de las expuestas.