Hay quién se sorprendió por las declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, cuando dijo en plena crisis estructural de una industria como la turística que supone el 12,3% del PIB y el 12% del empleo, aquello de que el turismo “es un sector de bajo valor añadido”, con una actividad “estacional y precaria”. Podría aducirse que dichas declaraciones fueron fruto de la ignorancia o por esta costumbre de nombrar a ministros sin experiencia en el sector o, ni siquiera, en la economía privada, sin embargo, si repasamos varios episodios protagonizados por la izquierda veremos cómo, en verdad, nos encontramos ante una visión instrumental y cínica de la realidad.
Cabría recordar cuando, a finales del año 2013, Junqueras proponía paralizar la economía catalana -en un momento en el que aún sufríamos el impacto de la gran recesión- como método para forzar la convocatoria de un referéndum. El líder de ERC utilizaba dicha amenaza como chantaje tanto al Estado como a los acreedores europeos. Las consecuencias de dicha medida parecían no importarle, lo único que buscaba era consumar la ruptura con el conjunto de España. Ponía por delante sus ensoñaciones ideológicas a la estabilidad económica y el futuro económico de muchas familias.
Trabajos precarios
Pero siguiendo esta línea episódica, nos encontramos cómo los cachorros de las CUP, el grupo Arran perpetró diversos ataques a buses turísticos en Barcelona y protagonizó diversas acciones en contra de esta actividad en la capital catalana, naturalmente, entre otros encontramos el argumento del ministro Garzón ya que también creen que “genera puestos de trabajo precarios y temporales”, nadie sabe la alternativa más allá de la obsesión provinciana de esta izquierda nihilista y de su ya conocida fobia a todo aquello que no se ajuste a sus marcos mentales.
Y, siguiendo con esta obcecación con perseguir a lo privado, como si la creación de riqueza fuese una anomalía, encontrábamos a la alcaldesa Ada Colau persiguiendo a los bares y restaurantes de Barcelona castigando sus terrazas con regulaciones y con el aumento del 1.100% del impuesto por sus terrazas en algunas zonas de Barcelona y una subida media del 863% en toda la ciudad. Paradójicamente Ada Colau recientemente ha mostrado su “apoyo” a este sector, imagino que será el apoyo habitual: simple estética y poca práctica
No salimos de Barcelona, porque la segunda teniente de Alcalde del ayuntamiento de Barcelona, Janet Sanz, ante el posible cierre de la planta de Nissan en Barcelona proponía un plan para “evitar” que el sector del automóvil se reactive y que el excedente del sector no llegue al mercado…naturalmente, según ella, el futuro está en la bicicleta…recordar que le sector del automóvil supone un 10% de nuestro PIB y un 9% del empleo.
En ese pacto se visualiza una especie de programa ideológico que quiere aprovechar tanto la situación de emergencia sanitaria como el shock económico que nos espera y que ya se detecta
Como colofón tenemos el pacto que firmaron PSOE, Podemos y Bildu (evitaré comentario alguno respecto a la ética y a la estética del arreglo) en el que se comprometían a “derogar toda la Reforma Laboral del año 2012…antes de la finalización de las medidas extraordinarias adoptadas por el Gobierno en materia económica y laboral derivadas de la crisis originada por la covid-19”. Es en este punto dónde se visualiza una especie de programa ideológico que quiere aprovechar tanto la situación de emergencia sanitaria como el shock económico que nos espera para acelerar un programa claramente antiliberal en lo económico y en lo político.
Igualar por la pobreza
Si se llegase a consumar dicho acuerdo, cuando la única tabla de salvación económica en el horizonte es Europa, tengamos claro que perderíamos tanto la credibilidad como el apoyo de nuestros socios europeos. Sería introducir elementos de más inestabilidad e incertidumbre a una sociedad que se desliza hacia la anomia. Aquí, como en el mencionado caso de Junqueras, prevalecen los intereses de partido e ideológicos al bienestar de la ciudadanía. Parece que el escenario en el que se manejan algunos es que cuanto peor vaya la economía, cuantas más familias sufran el embate de la pobreza, mejor les irá a los populistas, demagogos y totalitarios en general. Parece que la única transición que plantea esta izquierda posmoderna es la de la igualación por empobrecimiento y el reparto de migajas en modo de subsidios como método de hacer caer a nuestro modelo democrático, nuestras instituciones y, probablemente, a nuestra nación.