No soy partidario de inundar los periódicos con el chau chau de las redes sociales –cosa que se ha vuelto habitual-, pero hay una cuenta de Twitter que sigo de cerca desde hace un tiempo que merece la pena reseñar. Se llama SpainGovedits y se dedica a informar de las ediciones de Wikipedia que realizan los funcionarios durante su horario de trabajo.
Uno se sorprende al comprobar en qué invierten el tiempo los trabajadores de la Administración. Hace no mucho, alguien desde el Ministerio de Defensa optó por modificar el artículo del Catarroja Club de Fútbol, que milita en la 1ª Regional. Otro, desde el Gobierno de Aragón, decidió retocar la ‘entrada’ dedicada al ‘dengue’ para señalar que los enfermos pueden tomar Paracetamol para la paliar la fiebre y el dolor de cabeza.
El pasado 11 de mayo, a las 11.50 horas, hubo una persona desde el Ministerio de Defensa que decidió modificar el artículo de esta enciclopedia digital sobre eldiario.es, de modo que donde afirmaba “está dirigido por Ignacio Escolar”, alguien decidió escribir: “está dirigido por el aspirante a periodista Ignacio Escolar”.
Algo similar ocurrió unos días después, cuando un ordenador vinculado a una dirección IP –la huella de cada usuario en internet- del Ministerio de Política Territorial y Función Pública añadió el sobrenombre de “la iluminada” al artículo de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, que ostenta Isabel Díaz Ayuso. Sobre su permanencia durante cuatro años en el puesto, apuntó: “para nuestra desgracia”. Los hechos los descubrió el dueño de esta cuenta, ingeniero informático.
Desconozco los motivos que impulsan a ejercer el activismo político en internet, del mismo modo que nunca he entendido qué es lo que impulsa a un individuo a sacrificar su autonomía por afiliarse a un partido. Habrá quien se deje llevar por sus fantasías ideológicas y piense que es la mejor forma para mejorar el mundo. También habrá quien lo vea al estilo de Adriana Lastra e Irene Montero. Es decir, ante la escasa experiencia en casi todo, no hay refugio más confortable que el activismo o el Parlamento.
No obstante, resulta repugnante utilizar el mayor proyecto enciclopédico de la Historia –con sus fallos- como campo de batalla política. Desde luego, demuestra el escaso apego de la verdad de los simpatizantes y apparátchik de los partidos, que parecen estos días dispuestos a todo para hacer valer sus argumentos frente a los del contrario.
Pablo Iglesias
La Wikipedia ha sido ‘atacada’ por los catequistas de los partidos políticos desde su origen, pero no por eso dejan de resultar curiosos algunos de los sucesos acaecidos durante los últimos días. No sólo el relativo a Isabel Díaz Ayuso, sino también el que tiene que ver con el grupo terrorista antifranquista FRAP, con el que estuvo relacionado el padre de Pablo Iglesias.
La portavoz del Partido Popular en el Congreso de los Diputados, Cayetana Álvarez de Toledo, decidió –por alguna razón- que el miércoles era el momento justo para recordar a Iglesias el pasado “terrorista” de su progenitor. Pocos minutos después, el artículo del FRAP en la mayor enciclopedia digital sufrió varias modificaciones. Entre otras cosas, para tratar de eliminar el término “terrorista” de su definición. ¡Cuánta casualidad!
Es curioso porque Iglesias lamentó entonces la referencia de Álvarez de Toledo a su progenitor, y lo hizo con razón. Entre otras cosas, porque ningún hijo, sea como sea, debería ser responsabilizado de los pecados de sus antepasados, pese a que sus propios errores sean iguales o mayores. Pero, por otra parte, la portavoz popular se equivoca al recurrir a la brocha gorda para hacer oposición, pues precisamente es en este momento, en el que el nepotismo de Moncloa ha alcanzado cotas insostenibles, cuando la oposición debe ser más medida y certera, pues el ‘rival’ está desgastado y basta un directo al mentón para tumbarlo. Por tanto, sobran los exabruptos, pues lo único que hacen es insuflar aire al Ejecutivo.
Iglesias, que es el elemento más tóxico de la política española, lamentó el miércoles las palabras de Álvarez de Toledo, pero el jueves insinuó en el Congreso de los Diputados que en Vox sueñan con dar un golpe de Estado, pero no se atreven. Iván Espinosa de los Monteros, indignado, abandonó la sala donde se celebraba la comparecencia. Antes de que se produjera su salida, el vicepresidente afirmó, macarra, como es: “cierra la puerta al salir”. El presidente de la Comisión, Patxi López, justificó en un primer momento esa actitud. Bobalicón y complaciente. Como acostumbra con los suyos. Luego, se disculpó. Por los mismos motivos, claro.
Un ambiente irrespirable
Todos estos episodios definen la situación de la política española actual, en la que la batalla partidista ha alcanzado niveles insostenibles. La guerra es presencial, en el Parlamento y en las salas de prensa, pero también online, pues los portavoces, afiliados, simpatizantes y mamadores profesionales y aficionados libran una ciberguerra que ha convertido las redes sociales en un campo de batalla insoportable. Donde los argumentos han quedado definitivamente sepultados bajo propaganda y bajo descalificaciones continuas lanzadas por personajes como Pablo Echenique, especialista en difamar.
Parece que podría haber llegado el momento de recrudecer los ataques contra la Wikipedia para desacreditar al rival e imponer la basura partidista. Dicen que la Historia la han escrito tradicionalmente los ganadores y no hay mayor verdad. Parece que, a partir de ahora, también le ha tocado el turno a los delfines de los partidos y dementes de las ideologías, quienes observan la realidad con visión de túnel y no destacan especialmente por su iluminación. Todo siempre puede degenerar.