Le han preguntado este viernes a María Jesús Montero sobre la posibilidad de restringir los movimientos de los periodistas si se endurece el estado de alarma y ha contestado con unas frases que merece la pena reproducir, para pleno disfrute de los amantes de la oratoria:
"Los ministerios estamos a disposición del Ministerio de Sanidad, porque, en este momento, en este país, la clave es la emergencia sanitaria. Por eso, todos los servidores públicos tenemos que estar coordinados. Eso no es óbice para que cada uno trabaje en todos los escenarios posibles (…). Siempre vamos a estar a disposición de lo que la evaluación de la situación dictamine".
Resulta difícil atribuir un significado concreto a esas afirmaciones, porque no lo tienen, lo que lleva a preguntarse acerca de los requisitos que debe cumplir una persona para que le nombren portavoz de un Gobierno. En cualquier caso, Montero no ha desmentido ese supuesto, lo que, como poco, puede levantar sospechas sobre la posibilidad de que los periodistas pudieran dejar de tener libertad de movimiento durante esta crisis. Antes de escribir este artículo, el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, ha recibido un mensaje en el que se le solicitaba una aclaración al respecto. La petición no ha sido atendida.
Quizá porque la respuesta a una cuestión tan sencilla también deba pasar el filtro de Sanidad. Vaya usted a saber el porqué.
¿Qué pretende el Gobierno?
Son tiempos de crisis y es aquí cuando la propaganda adquiere una mayor relevancia, pues resulta fundamental para apuntalar la verdad oficial, que suele estar compuesta por un elevado porcentaje de mentira. Los mensajes pro gubernamentales se extienden estos días como la pólvora y calan en los ciudadanos; prueba de ello es que no han sido muchos quienes se han planteado si el confinamiento dará resultado, si los datos que ofrece el Ministerio de Sanidad son fiables, si el endurecimiento de las medidas del estado de alarma traerá algo bueno o si el mundo podrá volver plenamente a la normalidad antes de que se encuentre la vacuna contra el Covid-19.
Para que ocurra todo eso, hace falta una buena legión de medios que se presten a ejercer de palmeros y el Gobierno la tiene. Vaya que si la tiene.
Sería una enorme puñalada a la libertad de expresión que el Gobierno dificultara que los periodistas, fotógrafos y camarógrafos accedieran a las puertas de los hospitales, de las morgues y de los cementerios.
Pedro Sánchez apeló el pasado sábado, en su discurso televisado, a que los españoles huyeran de quienes “extienden bulos y falsedades” y se informaran a través de fuentes fidedignas. Dicho en boca de un gobernante, eso debe llevar a sospechar de que su pretensión es la de pastorear a la opinión pública para que no tenga grandes dudas de la versión oficial. Máxime si después transmite a los españoles un paternalismo que resulta, cuanto menos, llamativo: “El país os protege, os cuida y combate esta ola con tesón”.
El deje autoritario podría llegar a resultar anecdótico si quedara en eso: en un 'lugar común' de un discurso. Ahora bien, el hecho de que Montero haya sido incapaz -o no le haya dado la gana- de desmentir la posibilidad de que los periodistas vean limitada su capacidad de movimiento hace sospechar. Porque, si eso ocurriera, el Gobierno confirmaría su nula permeabilidad a las críticas.
¿En la cresta de la ola?
No hay que perder de vista que la propaganda gubernamental ha transmitido a los ciudadanos la idea de que esta semana será la peor de la crisis del coronavirus y que se alcanzará la cresta de la ola. El problema es que la enfermedad aún está fuera de control y nada hace pensar que en los próximos días la infección vaya a comenzar a remitir. En este contexto de dudas, sería una enorme puñalada a la libertad de expresión que el Gobierno dificultara que los periodistas, fotógrafos y camarógrafos accedieran a las puertas de los hospitales, de las morgues y de los cementerios, pues por allí tienen todavía que desfilar muchos cientos de víctimas. Por esta razón, es necesario que el Ejecutivo aclare sus planes a este respecto.
Sea como sea, puede estar tranquilo el presidente, pues cuenta con buenos aliados en las tertulias de referencia que, a diario, se esfuerzan de forma concienzuda por despejar las criticas que recibe el Ejecutivo. Dijo este jueves Antonio García Ferreras que los medios que vuelcan las culpas de la expansión del coronavirus en las manifestaciones feministas del 8 de marzo son de “derecha” y de “ultraderecha”. Desde luego, sería falaz afirmar que los contagios que se han registrado en los últimos días sólo se produjeron en estas movilizaciones, pero poca duda hay de que el Gobierno fue negligente al apelar a las mujeres a que acudieran en masa a la 'protesta'.
La estrategia de situar dentro de la trinchera a quien cuestiona el discurso oficial es tan antigua como demagoga y mezquina, y de esto último andan sobrados algunos de los paladines televisivos españoles. Ferreras sabe muy bien lo que hace y por qué lo hace; y ayer tocaba relativizar las consecuencias del 8-M, dado que Carmen Calvo, que acudió a la marcha que se celebró en Madrid, acababa de dar positivo por Covid-19.
Las iras iban dirigidas esta mañana contra Alemania y Países Bajos, a quienes ha puesto a caer de un burro por su falta de solidaridad (“desvergonzados”, etc.). Cada día, contra quien toque con tal de defender 'la gran verdad' oficial. En Telecinco, unas horas antes, un reportero afirmaba que el hecho de que Sanidad haya detectado que una parte de las pruebas del coronavirus eran defectuosas significaba que se habían extremado los controles sobre el material recibido.
Quizá a veces nos excedamos en la crítica, pero, desde luego, siempre es más necesaria que este tipo de lisonjas lamentables. O que ofrecer a los espectadores, cada día, decenas de minutos de ruedas de prensa ministeriales que sólo aportan una visión interesada de la realidad. En España, se ha mostrado más a los DAO policiales que a los muertos por la enfermedad. Lo dicho: el Gobierno puede estar tranquilo.