Pedro Sánchez, el de los principios elásticos, lo tiene fácil. Fácil se lo ha puesto el dividido bloque de derechas. Fácil la forma en la que PP, Cs y Vox se atacan confundiendo el tiro y el enemigo. Fácil por la manera en que las encuestas anuncian su triunfo y crean un estado de ánimo y opinión que cala en la parte menos articulada del electorado. Fácil por el modo en el que opinadores, tertulias y focos de influencia asumen sus resultados sin considerar que hoy mismo, y después del primer debate, ocho millones de personas no saben qué hacer con su voto.
Pedro Sánchez es un tramposo de libro que carece de conciencia de serlo, y por eso hoy dice que quiere un debate, pero con Vox dentro; mañana que no quiere ninguno y pasado que, qué remedio, acepta dos. Pedro Sánchez hace trampas y se acompaña de la mentira como arma, y por eso asegura circunspecto que en Cataluña, en realidad el gran argumento que se dirime el domingo en las urnas, hay un problema de convivencia y no de independencia. Mentira, mentira y mentira. Lo penoso es que cuando lo asegura en los mítines el personal se levanta de la silla y aplaude sin reparar en que el problema de la convivencia tiene su origen en la forma en que los que le hicieron presidente quieren la independencia. Hay un problema con la independencia, y ante esto se está o no enfrente, no hay término medio ni diálogo que lo pueda arreglar.
Sánchez vuelve a levantar los culos de los asientos cuando, mirando a la cámara, les dice a los suyos -y a los indecisos- que él no quiere gobernar con el apoyo de los independentistas sin responder a la verdadera cuestión: ¿está dispuesto a ser presidente otra vez con sus votos sí o no? 110 minutos de debate en TVE no han servido para que diera una respuesta clara y precisa que se responde con un sí o un no. Y esta noche tampoco la dará.
Sánchez dice que no quiere gobernar con el apoyo de los independentistas, pero sigue sin responder a la verdadera cuestión: ¿está dispuesto a ser presidente otra vez con sus votos, sí o no?
Sánchez trampea y miente cuando le preguntan por el indulto a los presos golpistas catalanes y responde que primero tiene que pronunciarse la Justicia. Vuelve a mentir. ¿Qué tiene que ver una sentencia del Supremo para que el que está llamado a ser presidente tenga una opinión sobre este asunto? No la quiere dar porque no quiere ayudar al indeciso a que resuelva el problema de a quién votar. Y porque sabe que, incluso entre los suyos, este asunto divide y avergüenza. Dicen en El Mundo que los votantes del PSOE rechazan pactar con los independentistas, pero qué le importa eso a Sánchez si tiene los votos de los suyos asegurados. Este es el señor -no quiero escribir político, que entiendo que es una cosa seria, o debería-, que se prepara para gobernar una nación que va directa a una nueva crisis económica que sólo agravará aún más la territorial.
Dicen los expertos en encuestas que tras la Semana Santa la verdadera campaña comenzó anoche con el primer debate y seguirá dentro de unas horas con el segundo en Atresmedia. Tengo mis dudas, sobre todo porque el debate que ya hemos visto deja a los indecisos en la misma situación de incertidumbre y temor por lo que se nos viene encima. Si los debates no cambian nada, y no lo parece, confirmaremos lo que casi son ya certidumbres este martes, dos sobre todo: gana el PSOE y no habrá mayoría absoluta. Hay una tercera certidumbre, y es que Vox ha ganado el debate sin presentarse. Sin necesidad de asustar a nadie desde la televisión, su maquinaría para ganar votos cada día sigue intacta. Lo demás está por ver. Por ver también hasta qué punto Albert Rivera mantiene que en ningún caso apoyaría al PSOE a formar gobierno. No le crean. Es una mentira propia de Pedro Sánchez. Si Ciudadanos puede facilitar un gobierno con PSOE lo hará, y si no lo hace, la responsabilidad de que Sánchez construya un nuevo gobierno Frankenstein caerá sobre él y su partido. Y eso no lo aguantará España. Y menos Ciudadanos.
Antes de terminar
Sánchez seguirá en La Moncloa porque la derecha lo propicia con su división. Los tres partidos tienen altísima responsabilidad de lo que va a pasar. Dicen que la Historia sirve para no repetir los errores del pasado. Otra burda mentira más. El voto de la derecha dividido lo hará de nuevo presidente. Sánchez será un irresponsable, de nuevo, y la derecha responsable de lo que se nos viene encima.
Por eso, cómo no comprender a Fernando Savater cuando asegura: “Si es imprescindible para librarnos de Sánchez, debemos aceptar los votos de Vox”.
Llegamos tarde Fernando. Muy tarde.