“La llaman democracia y no lo es”. Ese era el lema ideológico, retórico y ético que repetían los más de 70 diputados de Podemos cuando irrumpieron en las Cortes a finales de 2015 y en 2016. La casta, el Ibex35, los ataques al régimen del 78: gritos de una generación de políticos que invadió la Cámara con expectativas elevadas. Y ahora, después de su primera legislatura, ¿cuál es el balance?
El pasado jueves, tras el último pleno en el Congreso, se respiraba un aire de fin de curso. El clima era de verano y los diputados de Podemos se reunían delante de la Cámara Baja para una fotografía con reminiscencias a los momentos previos a las vacaciones estivales. En las camisetas, su último grito: “8 de marzo: yo voy a la huelga feminista”.
“Hemos hecho mucho en estos años, pero es cierto que no lo hemos logrado todo”, reconocían a Vozpópuli algunos dirigentes del partido de Pablo Iglesias. “Hace falta seguir luchando”, añadían. Se refieren a la necesidad de mantenerse en la política parlamentaria en un contexto electoral que no se presenta nada sencillo.
En camisetas y rastas
En estos tres años Podemos ha protagonizado algunas imágenes clave de la última legislatura. Desde la fotografía de Alberto Rodríguez, el diputado por Tenerife que andaba con sus rastas ante un perplejo Mariano Rajoy, hasta el bebé en el hemiciclo de Carolina Bescansa.
El cambio que propuso Podemos se planteó como ético. Pero fue en primer lugar estético. En 2016, las Cortes se libraron de las corbatas y se llenaron de camisetas. Era el “asalto a los cielos”. El “tic tac” del 15-M a la clase dirigente. Pero, como a menudo ocurre en la historia parlamentaria, las instituciones le ganaron pronto la batalla a la revolución.
"Fuimos los protagonistas de la moción"
El ex presidente del gobierno, que les recibió con mirada estupefacta cuando los diputados de Podemos paseaban en camisetas bajo los agujeros de las balas de Tejero, tuvo que encajar dos años después el golpe mortal de Iglesias. La moción de censura y la "echada" de Rajoy ha sido para miembros de la dirección el mayor "éxito" de su trabajo parlamentario. “Fuimos los protagonistas de aquella moción. Ni siquiera Sánchez se lo creía. Ahí demostramos que sí se puede”, afirman.
El líder de los morados, ya en corbata y sumergido en la polémica de su nueva residencia con piscina en las afueras de Madrid, entregó el gobierno de la nación a Pedro Sánchez. Pero tuvo palabras dulces para Rajoy: "Se retira un político elegante e inteligente que sabía escuchar. Se ganó mi respeto".
Los ataques al PP, que protagonizaron la ola reivindicativa, se han ido difuminando en estos tres años. A la vez que ha desaparecido el veto al PSOE. Después de Iglesias, Rodríguez, el diputado que personificó con sus rastas el cambio estético de la legislatura, emocionó a la bancada del PP con otro piropo, esta vez al diputado Alfonso Candón. "Nunca pensé que fuera a decirle algo así a alguien y menos a un diputado del PP, pero creo que lo vamos a echar de menos. Es usted una buena persona”.
Y en la despedida de la legislatura, otras lágrimas se versaron cuando todos los diputados de la formación morada aplaudieron y de pie a Ana Pastor, la Presidenta de la Cámara y navegada política de un partido, el PP, que antes llamaban “el más corrupto de Europa”.
El golpe de Errejón
De alguna manera, en estos tres años, Podemos ha madurado. Y lo ha hecho sufriendo crisis y heridas internas. De cinco fundadores del partido, tres han salido de la política o de la actividad parlamentaria. El núcleo dirigente de Iglesias ha respondido a ataques y sospechas de conjuras. Las relaciones humanas se han tensado y las amistades se han perdido.
El cenit ha sido el golpe que dio Íñigo Errejón en el día del quinto cumpleaños de la formación, cuando anunció su plan de pasarse a los brazos de Manuela Carmena. Meses antes, Errejón había evitado visitar a Iglesias e Irene Montero en el hospital cuando nacieron sus hijos. Para la pareja, al menos públicamente, ese hecho no representó nunca “un problema”.
El último 'amarcord'
El último discurso de Podemos en el Congreso lo pronunció Pablo Bustinduy. El dirigente, en teoría errejonista, pero que ha preferido mantener a salvo su candidatura a las europeas no desafiando a Iglesias, desempolvó el miércoles la retórica de 2015. Esa que señalaba que todos los sufrimientos de la “gente” provenían de los poderes fácticos.
Fue todo un amarcord. Una mirada nostálgica hacia el pasado, que levantó muchos aplausos, pero no nuevas ilusiones. Porque los jóvenes que entraron para asaltar los cielos ahora, tras tocarlo, se han dado cuenta de que es más terrenal de lo que pensaron (o decían que pensaban).
Los sondeos asustan. Del 20% de 2015 y 2016, Unidos Podemos ahora rebautizada Unidas Podemos, puede ser que no llegue al 15%. “Lo mismo ocurrió hace tres años, y al final mira qué buenos resultados obtuvimos”, repiten los portavoces de la formación morada. Pero no todos comparten esta ola de optimismo.
“Desde 2015 las cosas han cambiado mucho. Entonces todo empujaba hacia nosotros. Mientras que ahora el contexto es de retirada y de peligrosa vuelta a temas del pasado”, afirma un importante dirigente que en estos tres años ha pasado de la primera a la última línea política de Podemos. En su opinión la formación morada “perderá muchos escaños”.
El desaparecido ataque a la casta
Podemos lucha cada día por demostrar que nada ha cambiado. Sus gritos de rebeldía, no obstante, han perdido fuelle. La rabia antiestablishment ha ido cayendo a medida que han entrado en la sala de mando. La democracia directa, como alternativa a la representativa, ha salido de la agenda. Y los temas sociales han sido matizados (el último caso, la aprobación de decretos de Sánchez que Podemos califica de “insuficientes” pero que apoyará).
Su discurso ahora se dirige sobre todo al feminismo. Incluso el ataque a la casta ha desaparecido. El pasado jueves, después del discurso de la Presidenta de la Cámara, una diputada de Podemos rompió en lágrimas. Fue Gloria Elizo, secretaria de Acción Institucional de Podemos, y una de las diputadas duras y más reivindicativas.
“Me ha emocionado, porque Gloria Elizo, que no es nada llorona, ha llorado", comentó Pastor. Mientras, en los pasillos y fuera de cámaras, había abrazos y despedidas. Era la última función de la legislatura del cambio y una gran victoria de la democracia representativa, sin duda.