Hasta ahora, el juicio por el intento del golpe separatista ha sido un rosario de postureo, actitudes chulescas y propaganda por parte de los acusados. A partir de esta semana, con las testificales y las periciales, no será lo mismo.
El separatismo, en tanto que falaz y supremacista, no se lleva bien con la verdad ni con la igualdad. Que unos fiscales les lleven la contraria, no les rían las gracias y, encima, se arroguen el derecho a interrogarlos como a unos cualquieras son cosas que les sientan como una patada en salva sea la parte. Ellos están por encima de las leyes, y no lo dice este cronista, lo dicen ellos a la que pueden. Por encima de todo está su abrumadora tentación totalitaria, eso sí, convenientemente enmascarada de falsa libertad.
La consigna oficial de estos últimos días ha sido destacar lo bien que lo están haciendo los acusados, lo torpes, bobos y malintencionados que son los fiscales, la singular astucia de los reos al ir desmontando hábilmente todos los cargos que se les imputan y la falta de argumentación por parte del ministerio público. Con decir que uno de los mantras era que en cualquier tertulia de TV3 hay más que argumentación suficiente para refutar lo falaz de las acusaciones está dicho todo.
Las defensas de los acusados han sido hasta ahora meros y solícitos acompañantes de sus patrocinados
Ahí radica el gran error de estos vende humos. La causa que instruyó el juez Llarena, ahora en manos del juez Marchena, es más que sólida. Las defensas de los acusados han sido hasta ahora meros y solícitos acompañantes de sus patrocinados a los que, sinceramente, deseo mejor criterio a la hora de elegir para otros supuestos a quienes los defiendan. Por vía de ejemplo, el letrado Cuevillas sabrá quedar muy bien en los programas de TV3 de los que ya es asiduo, podrá proclamar que la independencia está casi a punto de llegar, podrá incluso figurar en alguna lista por el PDeCAT, pero su defensa, técnicamente hablando, es una auténtica pichincha.
Comienzan los testigos
Ahora que van a comenzar a desfilar los testigos – y conste que no me refiero a los de relumbrón político, sino a Guardias Civiles, Policías Nacionales, Mossos, funcionarios, testigos protegidos, etc. – la retórica y las frases más o menos bien cortadas van a deshacerse como la nieve bajo el sol. Veremos qué cara ponen las defensas cuando, verbigracia y sin vulnerar ningún secreto, agentes de la fuerza pública expliquen en la Sala las órdenes recibidas por parte de alguno de los acusados el 1-O, el fundamentado miedo físico que pasó alguna persona adscrita a la administración del Estado, o las imágenes de ciertas personas que se sientan en el banquillo exaltando a las masas. Por no hablar de mails, conversaciones telefónicas, documentación y agendas.
Es evidente que ellos no cambiarán su discurso porque España siempre será su enemiga, pero sería aconsejable que los que nos mostramos contrarios a aquel intento de sublevación tuviéramos las cosas tan claritas como ellos. Hubo intento de separar a Cataluña de España, disturbios provocados por los separatistas, una porción de mentiras como la de los mil heridos promocionadas por una potencia extranjera, coacción, asedio, conculcación del marco constitucional, secuestro del parlamento catalán, fuga de acusados o no hubo. Hubo malversación, engaño, estafa, falsificación en documento oficial, desviación de fondos públicos, prevaricación o no hubo. Eso es lo que hay que dirimir, probar, juzgar y sentenciar.
Y luego, los separatistas deberán juzgar si cuando sus líderes dicen que todo fue simbólico, vacío y gestual, son dignos o indignos. Porque, entonces, los han engañado como a chinos. El juicio entra en una nueva fase: algunos se van a enterar de lo que vale un peine. Pronosticamos que no será barato, porque la tomadura de pelo es colosal.