Comienza el proceso a los que intentaron dar un golpe de Estado en Cataluña. Es la hora de la verdad para ellos y para el separatismo.
Sin observadores internacionales, porque el proceso será televisado en directo, pudiendo ser cualquier persona notario y evaluador de lo que en la sala suceda. Nada de amigos proclives a la causa, periodistas subvencionados o supuestas personalidades con más conchas que un galápago. Lo que comienza hoy en el Tribunal Supremo es la aplicación de la ley y nada más que la ley, con derecho a la defensa, a la justicia, a lo que cualquier ciudadano de España tiene, a saber, dar cuenta de sus actos y justificar los mismos.
Las defensas de los acusados han preparado de manera abundante las mismas – incluso viendo vídeos de jueces y fiscales, como ya ha publicado Vozpópuli -, pero también han hecho lo propio a través de los medios del régimen a las masas separatistas. Los políticos no han sido menos y de Ada Colau a Quim Torra no hay nadie de esta filiación que no haya intentado sembrar la sombra de la duda, exigiendo un juicio justo. Algunos para, después, añadir que, o hay absolución, o se va hacia otra DUI. Bien se conoce el concepto que tienen de la justicia, como Francesc Homs, al que la sala tuvo que decirle en su día que aquello no era su casa, dado su comportamiento grosero y carente de respeto al tribunal.
Toda la vida política catalana se paralizará durante estos meses; de entrada, el Parlament ha echado el cierre a instancias de los separatas
Toda la vida política catalana se paralizará durante estos meses. De entrada, el Parlament ha echado el cierre a instancias de los separatas, que están conteniendo la respiración esperado ver en qué para todo esto. Nadie notará mucho la diferencia porque, desde la llegada de Torra y sus primeros enfrentamientos con Roger Torrent, el edificio del parque de la Ciudadela ha sido más un monumento al fanatismo y la estupidez que otra cosa.
Mientras que Torra está cada vez más nervioso, siguiendo el comportamiento de su mentor Puigdemont, en Esquerra reina una extraña calma. No es baladí que Oriol Junqueras sea el principal acusado y el primero que tiene que declarar. Sabemos de buena fuente que se ha preparado tanto jurídica como espiritualmente para este momento. Nos dicen que todos estos meses ha soñado con enfrentarse al tribunal que más le importa, el de la opinión pública y, en especial, el de la masa separatista. Es conocedor de que sus palabras van a tener una significación muy especial y, más allá de lo que le aconsejan sus abogados, piensa dirigirse a un tribunal que sabe mucho más duro y difícil de convencer: el de quienes aún creen a Puigdemont un héroe. Deberá persuadirlos que es el, Junqueras, quien mejor puede ocupar el espacio hasta ahora reservado por líderes emanados de la antigua Convergencia. Teniendo en su mano las encuestas que dan a Esquerra ganadora en las municipales, Junqueras sabe que solo con una buena argumentación podrá convencer al votante del PDeCAT para que busque refugio en Esquerra. No puede emplear términos fuertes, claro, y se moverá en ese terreno jesuítico que, por otra parte, se le da muy bien.
He aquí, pues, los dos niveles en los que se va a mover el proceso, que puede alargarse hasta bien entrado mayo. Por un parte, el juicio en el que se dirimirán las responsabilidades legales, por otra el juicio que los independentistas han de emitir acerca de cual es la mejor opción, si la neoconvergente o la de los republicanos. Y todo ello televisado en riguroso directo, para que la gente pueda formarse una opinión propia acerca de lo que dicen y como lo dicen los acusados.
Hoy comienza el juicio, en efecto, pero el principal acusado no estará en la sala por la cobarde fuga que cometió en su día
Puigdemont ha hecho todo lo posible para calentar el ambiente, pero ni la astracanada de mantener de lunes a viernes a diez personas – no más – de la ANC en la plaza de Sant Jaume, ni las torpes exigencias de Torra acerca del relator han conseguido más que una débil cortina de humo, mucho más débil de lo que tenían previsto los ideólogos de Waterloo, que fiaron en exceso su confianza en los medios del régimen y en esa sociedad civil que está cansada. Nunca agradecerán bastante a Sánchez el oxígeno que les ha regalado a lo largo de estos meses con sus intentos de negociar lo innegociable y su empecinamiento en llegar a un acuerdo. Teme Puigdemont que con la apertura del juicio se inicie su propio declive. Y es que no es lo mismo ver a alguien que habla desde su salita de estar en Waterloo, cómodamente instalado – por cierto, señores fiscales, ¿ya saben de qué vive este señor y quien le financia o esperamos otro año? – que ver a alguien que, con gallardía, defiende sus tesis desde la cárcel, afrontando su responsabilidad.
Hoy comienza el juicio, en efecto, pero el principal acusado no estará en la sala por la cobarde fuga que cometió en su día, aunque tenga a Torra cual Comendador del Tenorio allí sentadito. Y de lo que allí se diga dependerá su crédito futuro entre sus propias filas. Empezamos.