Lo decía hace más de 230 años Hamilton en esa magna obra de Ciencia Política que es El Federalista: “La verdadera prueba de un buen gobierno es su aptitud y tendencia a producir una buena administración”. Hoy en día, la calidad de los Gobiernos y de las instituciones es un factor diferencial de primer orden. Las instituciones compiten, los países también. Tener instituciones de calidad no es indiferente ni adjetivo. Es algo importante, no solo como imagen. También para trasladar credibilidad y reforzar la imagen de marca o de país. Algo que no puede ser cosmética, sino realidad. Algunos venden humo y así les va.
Este mismo mes de marzo de 2018 se acaba de hacer público el Estudio comparativo correspondiente a 2017 que periódicamente (2010, 2013 y 2017) lleva a cabo la Universidad de Gotemburgo, con gran difusión en círculos gubernamentales y académicos europeos, y que tiene por objeto medir la calidad de los gobiernos “regionales” en la Unión Europea, de acuerdo con tres grandes parámetros: Eficiencia en la prestación de servicios públicos; Imparcialidad; y grado de Corrupción (o baja presencia de esta). Pues bien, la media del conjunto de las Comunidades Autónomas ha sido negativa, bajando España del puesto 14 en 2013 al 19 en 2017, situándose en el antepenúltimo grupo de países de la UE, de una escala de siete. No es para estar orgullosos, precisamente. La “quinta potencia europea” (o cuarta tras el Brexit) sale damnificada de este Índice. No solo hemos tenido una grave crisis económico-financiera, también estamos sumergidos en una crisis institucional de magnitudes notables. Y seguimos instalados en ella, aunque muchos de nuestros responsables políticos y ciudadanos no se den por enterados.
La media del conjunto de las Comunidades Autónomas ha sido negativa, bajando España del puesto 14 en 2013 al 19 en 2017, situándose en el antepenúltimo grupo de países de la UE
Pero no se trata de unos resultados homogéneos, pues se valoran territorios dotados de autonomía política, de la cual unos hacen buen uso, otros regular y algunos otros malo. Así, no es de extrañar que la desigualdad o la heterogeneidad en la calidad de los Gobiernos de las diferentes Comunidades Autónomas sea la nota dominante, pues mientras algunos territorios tales como Euskadi, Navarra y Cantabria, han superado sus resultados anteriores (de 2013) y están por encima de la media, otros (especialmente los de mayor tamaño y peso demográfico) han obtenido malos o muy malos resultados. En concreto, es importante resaltar que la Comunidad Autónoma del País Vasco obtiene resultados muy similares a la mayor parte de las regiones francesas y está prácticamente a punto de entrar en el selecto grupo de las “regiones Europeas” de segundo nivel en cuanto a la calidad institucional de sus Gobiernos (las que superan el 0,7, pues ha obtenido 0,635; un espacio donde están, por ejemplo, algunas de las “regiones austriacas” y “alemanas”).
Por lo que concierne a España, estos resultados ponen de relieve una honda diferenciación entre calidad del Gobierno (desde el 0,653 de Euskadi al - 0,740 de Andalucía). Pero hay, algo más preocupante, una fractura territorial: existen, en efecto, zonas geográficas más o menos marcadas que salen bien paradas (Norte de la península, salvo Galicia y CCAA del alto y medio Ebro) y otras que, sin embargo, obtienen resultados descorazonadores (Comunidades Autónomas del arco mediterráneo, por ejemplo). También este análisis nos constata que, en nuestro caso, la riqueza de los diferentes territorios no es un dato determinante para la mayor o menor calidad del Gobierno (como tampoco lo es en el caso de las Regiones italianas), pues hay CCAA ricas que suspenden claramente, como es el caso de las Illes Balears (– 0,544), Comunidad Valenciana (- 0,446) o Cataluña (- 0,394); mientras que otras calificadas de menos ricas, como Cantabria (0,462) o Asturias (0,220), o con bajo nivel de renta como Extremadura (0,022), ofrecen datos superiores a la media. El caso de Navarra y Cantabria (Comunidades Autónomas uniprovinciales) es digno de resaltarse, así como en menor medida el de Asturias, La Rioja y Extremadura, viva muestra este último caso de que la calidad del Gobierno no está necesariamente unida a un nivel elevado de renta.
La riqueza no es un dato determinante para la mayor o menor calidad del gobierno, pues hay CCAA ricas que suspenden claramente, como es el caso de las Illes Balears, Comunidad Valenciana o Cataluña
Sin embargo, este pormenorizado análisis de los profesores Charron y Lapuente no deja de plantear, en nuestro caso, enormes paradojas. Tal como decía, parece que se asienta una fractura de país en el plano territorial y entre CCAA de mayor o menor peso demográfico (tamaño) en lo que a calidad del Gobierno respecta. Da la impresión de que cuanto más grandes son las estructuras administrativas peor es el rendimiento institucional obtienen. Y este no es un dato menor. Las Comunidades Autónomas más pobladas de España (con estructuras burocráticas más densas y extensas o más mastodónticas) suspenden de forma clara o muy clara. Y eso hunde la posición de España. Andalucía, Cataluña y Madrid, obtienen muy malos o malos resultados. Andalucía francamente malos, cayendo radicalmente frente a lo que venía obteniendo en los Índices (EQI 2010 y 2013) anteriores. Cataluña, también denominada recientemente como “la Dinamarca del Sur” está a años luz de ese país (Dinamarca tiene un resultado de 1,399 frente al -0,394 de Cataluña; sin comentarios), pero también muy lejos de las CCAA más avanzadas en esta materia. Pero lo más grave es que Cataluña, Comunidad Valenciana e Illes Balears, por lo general empeoran los indicadores obtenidos en alguno de los EQI anteriores (2010 y 2013).
El azote de la corrupción parece ser (es una mera hipótesis) un elemento enormemente perturbador en estos resultados. Pero no es el único. Para tener Calidad de Gobierno se ha de gobernar, no hacer como que se gobierna. La media española, fruto de ese arrastre hacia la baja de las CCAA con peso demográfico, es ciertamente muy deficitaria: - 0,328 de resultado medio. Las comparaciones son odiosas, pero Portugal nos supera claramente (0,032), Francia de forma diáfana (0,408) y Alemania de manera contundente (1,012). Esto es la consecuencia del mal gobierno o simplemente de no saber gobernar o aparentar que se hace. No de otra cosa. Algo a lo que nadie en política parece prestar mucha atención.
Se nos llena la boca de "Buen Gobierno" y lo que tenemos es lo que sale. Más claro el agua. A ver si se les mete en la cabeza a nuestros responsables políticos: nunca se tendrá un Buen Gobierno sin una Buena Administración. Que miren para el norte, especialmente hacia los países más avanzados de Europa. Ahí están las respuestas.