El tercer mensaje de Navidad de Felipe VI ha tenido su principal novedad en la puesta en escena… porque ha dejado de innovar con ella. Después de dirigirse a los españoles junto a la ventana de una convencional sala de Zarzuela (2014) y desde el suntuoso Salón del Trono del Palacio Real (2015), el Rey decidió volver a las esencias en este año marcado por el bloqueo institucional y emitir su mensaje desde el despacho de trabajo, como solía hacer Juan Carlos I. El recorrido virtual nos acercó a él previo paso por el Salón de Audiencias, uno de los escenarios emblema de este agonizante 2016, la estancia por la que desfilaron hasta en cinco ocasiones los líderes políticos convocados por el Rey para buscar un candidato a la presidencia del Gobierno.
“Ahora, lo que nos debe importar a todos, ante todo, es España y el interés general de los españoles”, les había dicho cuatro días después de las elecciones del 20D. El del año pasado fue un discurso grave, marcado por la incertidumbre política generada tras esas elecciones y dirigido muy principalmente a los encargados de gestionarla. Tras meses de zozobra, otras elecciones y cuatro sesiones de investidura, la interinidad desapareció, pero la situación no es muy distinta. El “diálogo”, la “concertación” y el “compromiso” siguen siendo imprescindibles para tomar cualquier decisión importante, como se ha puesto de manifiesto en las primeras semanas de Gobierno.
Tampoco ha cambiado casi nada en Cataluña, la otra gran protagonista del discurso de Felipe VI en 2015 y 2016. De modo que los mensajes no han envejecido, aunque algunos destinatarios sean ya otros. Artur Mas y Pedro Sánchez son las grandes víctimas políticas del año, nombres que se unen a la larga lista de caídos en este ciclo que consume líderes con voracidad -empezando por el anterior Jefe del Estado- y del que solo parece saber librarse Mariano Rajoy.
La introducción virtual paseó por el Salón de Audiencias, uno de los emblemas del año del bloqueo político
“Navidad es nacimiento, y celebrar con alegría lo que nace es tener fe en el futuro”. Es inevitable ver en estas palabras de Felipe VI una referencia al desbloqueo. Tiene “fe” en que dure, aunque quizá sea un modo de advertir que una cosa así no puede volver a producirse. Desde luego no a los pocos meses, con una disolución precipitada de las Cortes con la que algunos han especulado especialmente tras el lapsus de Rajoy en una cena navideña. “Que los ciudadanos puedan tener la tranquilidad necesaria para poder llevar a cabo sus proyectos de vida”, avisó el Rey.
Sin agenda internacional
Don Felipe volvió al despacho para hablarnos del recorrido por “nuestros pueblos y ciudades” realizado en este año en que apenas ha podido salir de España. La parálisis institucional le impidió desarrollar eficazmente el papel más vistoso e importante de la Jefatura del Estado, la diplomacia internacional, por lo que hubo de dedicar más tiempo a la geografía patria. El “esfuerzo sereno”, “sin desfallecer ni resignarse”, de los “compatriotas” de a pie que “sostienen con gran dignidad y coraje a sus familias, sus vidas y sus trabajos” es para el Rey espejo en que mirarse. Se lo recuerda a los mismos actores que durante casi un año fueron incapaces de ponerse de acuerdo para formar un Gobierno. La “solidaridad” y la “generosidad”, que el Monarca ya ensalzó en la Solemne Apertura de las Cortes Generales, deben fungir como valores guía de este tiempo.
La obsesión del Rey por acercar la Monarquía al ciudadano medio explica la larga disertación social que protagonizó el centro de su mensaje. El afán por marcar distancias con su padre -explicitado desde el mismo día de su proclamación- le lleva a ese esfuerzo, presente hasta en la vehemencia de algunos gestos, por empatizar con ciertos colectivos y ensalzar constantemente la “cohesión social”.
Y quizá también explicó las innovaciones escénicas en Navidades anteriores. Felipe VI quería demostrar que iniciaba un nuevo tiempo, sin perder ocasión de dejar pruebas de ello. Dos años y medio después de asumir la Corona, afianzado y confirmado el viraje, pasó el momento de los movimientos formales audaces, de aparecer junto a grandes lámparas de araña y frescos de Tiépolo; y llegó el de recuperar el atrezzo clásico, los portarretratos familiares y el constante primer plano ante la cámara. Si la historia contemporánea de España puede estudiarse a través de los mensajes de Navidad del Jefe del Estado, podemos colegir que el reinado de Don Felipe entra en su segunda fase.
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