Cultura

Sofía Segovia y la novela como memoria: “La Revolución Mexicana nos arrolló, pero ya no nos acordamos”

Con su segunda novela, El murmullo de las abejas (Lumen), Sofía Segovia se ha convertido en una autora superventas en México. Ahora esta historia de pertenencia y memoria intenta abrirse paso entre los lectores españoles.

  • La escritora mexicana Sofía Segovia, autora de 'El murmullo de las abejas' (Lumen)

A sus ochenta años, Francisco chico no tiene a quién contarle su vida. Por eso decide relatársela entera al taxista que lo lleva en un viaje de 130 kilómetros desde Monterrey hasta Linares, en el Estado de Nuevo León, en México. Francisco habla, a veces hasta ahogarse; habla mientras avanza de vuelta a sus recuerdos, a la tierra que le fue arrebatada a él y a su familia durante los años de la Revolución Mexicana. Su historia dura lo que un viaje, las más de trescientas páginas de El murmullo de las abejas (Lumen), una novela con la que la escritora mexicana Sofía Segovia disipa el silencio de aquellos a quienes, como a Francisco chico, les fue arrebatado todo, o casi todo.

"Es una historia de pertenencia y pérdida. Es la historia de mi tierra. No se puede contar la historia de Linares sin contar la de Monterrey"

"Es una historia de pertenencia y pérdida. Es la historia de mi tierra. No se puede contar la historia de Linares sin contar la de Monterrey, porque durante los años de la Revolución Mexicana, Monterrey se llenó de gente que perdió, gente perdedora, aquellos a los que nunca nombra la historia de Revolución Mexicana: a los que le arrebataron sus tierras, sus casas, su hogar, sus raíces”, asegura la escritora, quien ha decidido hacer uso de la ficción para reconstruir un episodio que terminó siendo la de todos cuantos habitaron esa región.

La novela transcurre a comienzos del siglo XX, en plena efervescencia y levantamiento de Emiliano Zapata y Pascual Orozco contra el gobierno de Francisco Madero. El advenimiento al poder de un nuevo orden incidió en el campo mexicano y lo hizo a través de una de las herramientas más poderosas: la Reforma Agraria, aquella que dio tierras a unos a la vez que dejó a otros sin nada.

Francisco Morales, y su esposa, Beatriz, junto a sus hijas Carmen y Consuelo y su hijo más pequeño, Francisco chico -el hombre que ya anciano narra la historia de su familia en un taxi - decide no darse por vencido, no entregarlo todo. Para evitar la expropiación de sus tierras, sustituye los cultivos de maíz y caña de azúcar por naranjos que manda a traer directamente desde Texas, al otro lado de la frontera.

Para evitar que sus tierras sean expropiadas por la Reforma Agraria, la familia Morales siembra árboles de naranjas traídos desde Texas. 

En el curso de los hechos, un personaje llega a la vida de los Morales como una metáfora potente de lo que está por ocurrir. Se trata de Simonopio: un niño rescatado por Reja, vieja nana de la familia, quien un buen día se levanta de su mecedora y camina hasta la sierra guiada por el llanto de un niño que alguien ha abandonado bajo un puente. El bebé está cubierto por abejas.  Con la cara deformada -le ha besado el diablo, dicen con superstición algunos- e incapaz de articular palabra, a Simonopio lo acompañará siempre el enjambre de insectos, aquellos que lo cubrían al momento de ser hallado y que funcionarán como metáfora a lo largo de la historia. Será justamente su silencio lo que le permitirá desentrañar aquello que se cierne sobre la familia Morales.

El murmullo de las abejas, que una parte de la crítica ha interpretado equivocadamente como una novela imbuida en el realismo mágico, propone así una historia donde pertenencia y memoria crean un binomio fuerte levantado sobre imágenes potentes . “En esta novela está siempre ese gran anhelo por recordar, que es lo que hace Francisco chico. Es justamente este personaje el que me ayudó a unir y dar sentido a las anécdotas de mi abuelo. Mi abuelo vivió una situación parecida. Tuvo que salir de un día para otro de Linares a Monterrey. Tuvo que encontrar vocación nueva, amigos nuevos, casa nueva. Y suena bien, pero la verdad es que dejó atrás todo lo que era suyo y eso es lo que no se ha contado”, explica Sofía Segovia, quien creció en Monterrey aunque siempre con la imagen de Linares que su abuelo transmitía en sus largos relatos.

"Monterrey es lo que es por lo que ocurrió en esos años. La Revolución Mexicana nos arrolló pero ya no nos acordamos”.

“Las anécdotas de mi abuelo plasmaron en mí esas memorias. Y esos huecos entre una anécdota y otra eran en verdad huecos de dolor y tristeza. Lo que busco en El murmullo de las abejas es llenar esos huecos de olvido. Porque esa historia que yo creí que era sólo de mi familia resultó ser la de todas las familias de la región. Hoy Monterrey es lo que es por lo que ocurrió en esos años; marcó incluso la identidad de la tierra. La Revolución Mexicana nos arrolló pero ya no nos acordamos”.

Sofía Segovia no lo duda, ni un minuto, “esta novela es la versión de los que perdieron en la Revolución Mexicana”. La reforma agraria le dio la tierra a los pobres, pero nadie cuenta la versión de los que se quedaron desposeídos, asegura Segovia. “Es un enfrentamiento entre dos México, el del Norte y el Sur, que existían”. Y si hay en esta novela un personaje que representa esa tensión social, ese resentimiento que empuja algunos procesos, ese es Espiricueta, peón y capataz de los Morales, alguien anclado en el pasado, en el odio, el resentimiento y la superstición y que será esencial para entender en buena medida lo que Segovia se ha propuesto y ha conseguido.

Porque en eso no se equivoca Segovia, ésta es la historia de una derrota, de una pérdida: de memoria, de raíces, pero también de tiempo. Sí, eso: tiempo. Cien años que no corrigieron lo que pretendían quienes irrumpieron a sangre y fuego en la vida de los mexicanos. “La ciudad de México está llena de campesinos labrando las banquetas. Cómo es posible que un siglo después el campo siga siendo un problema”, dice.

Esta novela proviene del paisaje de los que se criaron en el desierto, en la poca agua, ahí donde todo el sabor se agudiza y todo sentimiento reverbera.

Antes de dedicarse a la escritura, Sofía Segoviafue periodista, experta en comunicación política, actriz y cantante, quizá de todo eso junto le viene esa voz propia, una lo suficientemente clara como para poder sacudirse el sambenito del realismo mágico. Cada una de las imágenes de este libro tiene fuerza por sí sola: la nana que amamanta a generaciones y generaciones de una misma familia, sentada en su mecedora casi convertida en árbol; las abejas que anuncian y retiran la vida; el paisaje de los que se criaron en el desierto, en la poca agua, ahí donde todo el sabor se agudiza y todo sentimiento reverbera.

El murmullo de las abejas es una novela escrita desde la nostalgia de la infancia, aquella donde las sensaciones importan justamente para demostrar que tenemos más de cinco sentidos. Sí, porque al atravesar las páginas de esta historia a veces el lector, como Nana Reja y Simonopio, escucha lo que nadie puede escuchar. Acaso el zumbido de algo que ha quedado atrás, muy atrás, irresuelto e insistente, como un enjambre de furiosas abejas.

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