Sáenz de Santamaría forzó que la designación de Wert como embajador ante la ONU no se produjera hasta el último Consejo de Ministros del curso, para así no verse obligada a responder las preguntas de los medios sobre un asunto que ha producido bochorno tanto en el Gabinete como en el partido. La vicepresidenta no se mostraba muy favorable a la designación. Pero al tratarse de una decisión personal del presidente del Gobierno, que quiso hacerle un favor a su viejo amigo Wert, optó por ponerse de perfil.
La vicepresidenta maniobró, eso sí, para postergar la decisión hasta el 'consejo escoba', el último del curso, el único en el que la vicepresidenta no comparece ante los periodistas. Es el día del presidente, cuando hace balance del ejercicio y, en este caso, además, anunciaba las grandes líneas de los nuevos Presupuestos. Todo el protagonismo para Rajoy, con Sáenz de Santamaría en la primera fila de butacas y sin abrir la boca. Concluida la intervención presidencial, se comunicó el nombramiento de Wert, un bombazo mediático que se llevó por delante buena parte de los optimistas mensajes esgrimidos por Rajoy. La gran 'caciada' se comunicaba con media España a las puertas de la gran evasión estival.
Santamaría optó por alejarse todo lo posible de la 'cacicada' de Wert. No ha podido, sin embargo, pasar inadvertida en el nombramiento de Teresa Lizeranzu
Voces muy críticas
Muy pocas voces en el Ejecutivo eran partidarios de concederle a Wert esa canongia en París. Se ha hecho circular los nombres de García Margallo y de De Guindos como únicos valedores del ministro a la fuga. El titular de Educación había dejado la cartera en el peor momento, con una ley de Enseñanza sin apenas consensuar y en puertas de un arranque de curso poco tranquilo. Todo esto, en el sprint final de unas elecciones generales. "Una deserción", decían, "una traición". Rajoy justificó la renuncia de su ministro por 'razones personales'. Es decir, entendió que dejara Madrid para instalarse en París junto a Montserrat Gomendio, que había sido su secretaria de Estado y con quien acababa de contraer matrimonio. Un asunto de amor. Wert, al cabo, no pintaba nada en el Gobierno desde mediados de mayo, cuando le había comunicado a Rajoy su voluntad de trasladarse a París, donde su pareja había sido fichada como directora general de la OCDE. Y así se hizo.
Santamaría optó por alejarse todo lo posible de la 'cacicada' de Wert. No ha podido, sin embargo, pasar inadvertida en otro nombramiento singular, del estilo de la 'vieja política'. El Gobierno nombraba ese mismo viernes a Teresa Lizeranzu como embajadora ante la Unesco, con sede en París. La designada era hasta entonces directora general del Libro así como esposa de Álvaro Nadal, director de la oficina económica de Moncloa y fiel colaborador de la propia vicepresidenta.
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