Una de las mejores explicaciones sobre la potencia política de la monarquía española la encontré en un ensayo firmado por un cargo de Podemos. Me refiero al responsable de Cultura Eduardo Maura, que en 2018 escribió Los noventa: euforia y miedo en la modernidad democrática española (Akal). Allí explicaba por qué la fotografía del príncipe Felipe portando la bandera en la Olimpiadas de 1992 de Barcelona fue un triunfo prosistema de gran calado. "Esa imagen simboliza la facilidad para reconstruir la legitimidad de la monarquía. Eso que se ha llamado Régimen del 78, de forma un tanto despectiva, es una fuente inagotable de producción de su propia legitimidad. Es mucho más cambiante y fluido de lo que pensamos. No solo son la monarquía y los viejos partidos que se recomponen. El régimen del 78 es un organismo vivo que encuentra momentos de los que alimentarse y que se adapta a todo maravillosamente bien”, constata.
Por supuesto, estas palabras volvieron a mi cabeza durante la jura de la Constitución de la Princesa Leonor, cuya inocencia y carisma han cosido en gran parte las malas acciones de su abuelo y el reinado tirando a gris de su padre. También me ha hecho pensar que el Mundial de Fútbol 2030, que tendrá entre sus sedes a España, traerá la oportunidad de que ella reedite el momento más pletórico de Felipe VI, en el que hizo creer a España que teníamos un futuro prometedor por el que valía la pena trabajar juntos. ¿Qué iconos, líderes o proyectos colectivos presenta la izquierda para eclipsar a un símbolo de esperanza como Leonor? Resulta mucho más sencillo atacar a la monarquía por anticuada, estirada y obsoleta que presentar a los españoles un proyecto de futuro alternativo a lo que tenemos.
La Corona y el futuro de España
No soy monárquico, mucho menos borbónico, pero ninguna de las dos condiciones son necesarias para apreciar el atractivo que tiene Leonor para millones de españoles. El progresismo solamente puede contraprogramar con figuras globalistas como Greta Thunberg, de la que curiosamente no hay versión española, pero tampoco es un rival muy serio: los actuales Borbones apoyan con entusiasmo la Agenda 2030 y tienen la ventaja de no pasarse el día regañando, sino dando premios e inaugurando instalaciones (dos actividades mucho más propensas a crear adhesión que las polémicas de Twitter). Hasta que empiece acumular el poder para el que ha sido preparada, Leonor va a ser una fuente de simpatía y consenso para un Régimen del 78 que parecía muerto en 2015 y ahora tiene mucho mejor aspecto, a pesar de los esfuerzos de Pedro Sánchez para desmembrarlo.
Como dice el profesor Ricardo Calleja, la princesa es la única joven de nuestro país que ha perdido derechos al llegar a la mayoría de edad, en vez de ganarlos
La izquierda promete una ampliación infinita y muchas veces estéril de derechos, casi siempre reservados a quienes tienen dinero para permitírselo. Leonor, en cambio, pertenece a ese minúsculo porcentaje de las élites que todavía consideran que tienen obligaciones respecto a las clases subalternas. Como dice el profesor Ricardo Calleja, la princesa es la única joven de nuestro país que ha perdido derechos al llegar a la mayoría de edad, en vez de ganarlos. Ella no puede escoger carrera, ni tomar dos copas cerca de un móvil ni expresar abiertamente sus preferencias políticas (sigue siendo una privilegiada, pero también un símbolo de que alguna vez los poderosos aceptaron que se les pusieran límites).La monarquía española es débil y puede caer en cualquier momento, pero la izquierda hace tiempo que se disolvió en su narcisismo militante, su distanciamiento del mundo del trabajo y su elitismo incompatible con defender con cualquier fraternidad.