Opinión

La foto de la discordia

No es cierto, como se nos pretende hacer creer desde el poder, que carezca de importancia el gesto del secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, accediendo a posar este lunes en Bruselas con Carles Puigdemont en

No es cierto, como se nos pretende hacer creer desde el poder, que carezca de importancia el gesto del secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, accediendo a posar este lunes en Bruselas con Carles Puigdemont en un despacho presidido por la gigantesca foto de una urna del referéndum ilegal del 1-O de 2017, a fin de sellar el pacto de investidura de Pedro Sánchez. Aceptar ese posado con urna tiene mucha importancia, por más que ni Cerdán ni los asesores que le acompañaban calibren el calado del despiste… sí es que fue un despiste.

La resultante, en cualquier caso, supone un desaire, no ya al histórico discurso de Felipe VI el 3 de octubre -recuperada ya la legalidad- o a ese Tribunal Supremo y esos juzgados empeñados durante seis años en que los implicados, todos, rindan cuentas del desaguisado institucional; El desaire lo es a esos millones de ciudadanos que entendieron el 1-O como lo que fue: un flagrante atentado a la convivencia entre catalanes, y entre estos y el resto de españoles so pretexto de ejercer un derecho al voto no reglado.

Claro que, si lo del posado con urna tiene mala defensa, qué decir de la publicación, el lunes a la misma hora que Junts per Catalunya, de un comunicado donde el PSOE otorga al huido tratamiento de “president” porque -aquí viene el argumento-, como no ha sido procesado conserva los honores inherentes al cargo que ostentó (¡¡¡)… Es decir, el partido sostén de un Gobierno obligado a perseguirle ante los tribunales a día de hoy, se quedó a cinco minutos de reconocerle president en el exili, cuál Josep Tarradellas del siglo XXI.

¿Por qué el PSOE tragó el lunes en Bruselas y se hizo ese ‘posado con urna’, que para muchos votantes socialistas, no digamos los del PP o Vox, resulta todavía más sonrojante que la del posado con Bildu semanas atrás?

¿Por qué el PSOE tragó el lunes en Bruselas y se hizo ese posado con urna, que para muchos de sus votantes resulta todavía más sonrojante que el posado con Bildu semanas atrás?… y, sobre todo, ¿Era necesario reconocer a Puigdemont estatus de president, a riesgo de soliviantar a ERC, que sí tiene un presidente de la Generalitat en ejercicio, Pere Aragonés, a quien mucha gracia no debe hacerle que le hagan sombra?

¿Por qué el mismo Pedro Sánchez que en octubre de 2017 pactó con Mariano Rajoy la suspensión de la autonomía al amparo del artículo 155 de la Constitución, ante el riesgo de conflicto civil derivado de la proclamación de la República catalana, ese que ha mantenido durante seis años la ofensiva judicial para que Bélgica -antes Alemania- entregara al prófugo, ahora reniega de sus actos?

A más, a más, que dicen en Cataluña, ¿Por qué esas prisas por hacerse una foto con él en Bruselas 24 horas antes del juramento de la Constitución por parte de la Princesa de Asturias en el Congreso de los Diputados? ¿Qué pretendía el presidente el lunes, y ayer anunciando el acuerdo con ERC a -última hora de una jornada histórica para España, tapar unas decisiones incómodas a más no poder para el PSOE bajo la sonrisa de Leonor?

Suena todo a teatrillo forzado; de hecho, si el PSOE envió solo a Santos Cerdán a Bruselas, y no a los ministros Félix Bolaños o María Jesús Montero, fue para que los periodistas no pudiéramos titular El Gobierno se entrevista con un prófugo como cuando acudió a rendirle pleitesía la vicepresidenta Yolanda Díaz; pero esa decisión de que el marrón de Puigdemont se lo comiera sólo Cerdán, encierra en sí misma un reconocimiento de culpa que tanto La Moncloa como Ferraz esperan se haya diluido el día en que los españoles volvamos a votar dentro de unos años.

Esa mala memoria de los españoles dentro de unos años en la que confía el PSOE supone minusvalorar que la Ley de Amnistía va a tener los mismos efectos que una de esas bombas de racimo de efectos retardados, con sucesivas dosis de recuerdo, la más importante la vuelta de Puigdemont a Cataluña en loor de multitudes y limpio de ‘polvo y paja’

Esa mala memoria de los españoles dentro de cuatro años en la que confía el PSOE supone minusvalorar que la Ley de Amnistía va a tener los mismos efectos que una bomba de racimo que se esparcen por el suelo y estallan semanas, meses o años después; con sucesivas dosis de amargo recuerdo, la más importante, sin duda, la imagen de Puigdemont volviendo a Cataluña en loor de multitudes y limpio de polvo y paja ante los tribunales.

Una vuelta que veremos cómo y cuándo se produce porque amnistiarle a él y a las cientos o miles de personas implicadas en el 1-O, cada una con su casuística judicial particular: no es lo mismo un director de instituto qué abrió el recinto para la votación que un encapuchado de los CDR que incendiaron las calles de Cataluña en aquellos días de ruido y furia. La operación amnistía hubiese requerido, por su propia naturaleza, del apoyo, por lo menos del PP y de la anuencia, por no decir complicidad, de muchos jueces que no la van a tener de buenas a primeras después de años sintiéndose desautorizados.

El Tribunal Supremo y los juzgados catalanes más concernidos recurrirán y esperarán a los dictámenes del Tribunal Constitucional y/o del Tribunal de Justicia de la Unión Europea -en la cuestión prejudicial-, y con sus decisiones retardarán la vuelta a España de Puigdemont y demás beneficiarios. Un retraso procesal que convertirá cada auto durante los próximos meses -o años- en lo más parecido a una dosis de recuerdo de algo que ni el PSOE ni Sánchez querrán volver a oír.

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