Los fondos buitre están al acecho de operaciones inmobiliarias que no terminan de concretarse. Su estrategia pasa por presentarse a la banca como la pieza clave para una operación que solventaría parte de los males de las entidades financieras con el ladrillo: la constitución de una gran inmobiliaria, producto de la fusión de algunas de las supervivientes de la crisis que están participadas por bancos y cajas. La hipotética operación se articularía a través de los fondos, que tomarían las participaciones de las entidades financieras en las inmobiliarias, de modo que quedarían como principales accionistas de la resultante.
De esta forma, la banca reduciría una parte importante de su exposición al sector inmobiliario y podría reducir de forma notable las provisiones que las autoridades le obligan a realizar por las inversiones en el ladrillo.
Hace algo más de un año, Cerberus abrió su primera oficina en Madrid con la intención de volcarse en operaciones en el entorno del sector inmobiliario. Por entonces, el que pasa por ser uno de los fondos buitre más relevantes del mercado ya había realizado algunas operaciones en España relacionadas con el sector del ladrillo, entre las que destacó la adquisición al alemán Hypo Real Estate de su deuda relacionada con Metrovacesa con un considerable descuento.
Pero este tipo de transacciones, que también protagonizó Goldman Sachs cuando colocó su deuda en Colonial a los fondos Orion y Colony, han pasado a un segundo plano. En su día, entidades extranjeras en apuros (Hypo Real Estate tuvo que ser rescatado por el Gobierno alemán) optaron por la solución porque su objetivo prioritario era salir de España o reducir su exposición al mercado inmobiliario español cuanto antes. Pero las entidades financieras nacionales no están dispuestas a dar el paso y asumir descuentos que llegaron a superar el 60%.
Poner de acuerdo a todos
De este modo, vehículos como Cerberus y JC Flowers llevan tiempo trabajando en un proyecto que se antoja sumamente complicado por cuanto este tipo de fondos no se caracteriza por el carácter de permanencia de sus participaciones. Además, tienen un arduo trabajo por delante si quieren poner de acuerdo a todos los actores del proceso, ya que los principales bancos españoles son accionistas de Metrovacesa (la mayor inmobiliaria de España por capitalización), con la excepción de La Caixa, que en cambio tiene presencia en Colonial junto a Bankia (aunque de forma más testimonial en este caso), que a su vez es uno de los principales socios de Realia.
Las entidades financieras parecen tener otros planes para las inmobiliarias en las que participan. Al menos, los planes comunicados a Moncloa pasan por emplearlas para gestionar los activos relacionados con el suelo y el área residencial que les traen de cabeza, de modo que puedan ir poco a poco sacando esos activos de su balance.
No obstante, las maniobras de los fondos buitre no saldrán por el momento de los papeles ya que nadie moverá un dedo hasta que no culmine la reforma financiera, que teóricamente terminará con aquellas entidades que no tienen viabilidad a futuro.
Será entonces cuando el Gobierno deba destapar sus cartas y descubrir si finalmente opta por la creación de un “banco malo” o un banco de suelo. En este sentido, los fondos buitre tratarán de vender la idea de que su proyecto no difiere tanto de ese “banco malo”. En definitiva, lo único que por el momento descartan es irse de España de vacío y lo que han logrado hasta ahora no colma sus objetivos, que son muy elevados teniendo en cuenta las oportunidades que ofrece un sector derruido.