Opinión

Venezuela se abre al cambio

Los venezolanos acuden este domingo a las urnas con el deseo de poner fin a la larga noche del chavismoo

  • Manifestación en Venezuela. -

Este domingo Venezuela podría poner fin a un cuarto de siglo de chavismo, dictadura, miseria, discordia civil y desesperanza. Hace dos semanas comentaba en estas mismas páginas que la campaña electoral había arrancado el día 4 con muy buenas vibraciones para la candidatura opositora, la llamada Plataforma Unitaria Democrática. El candidato de esta plataforma es un diplomático llamado Edmundo González Urrutia, un hombre ya de cierta edad, cumplirá 75 años en agosto, pero a quien no le ha quedado más remedio que presentarse porque una de las aficiones del chavismo es inhabilitar a los candidatos incómodos.

El candidato incómodo por antonomasia en Venezuela se llama María Corina Machado, que naturalmente fue inhabilitada hace unos meses arguyendo que se dedicaba a actividades contra Venezuela. El régimen bolivariano es tremendamente creativo a la hora de buscar presuntos delitos para quienes se oponen a él. Con todo, María Corina Machado ha tenido suerte porque otros opositores terminan siendo torturados en el Helicoide. El Helicoide es un edificio muy conocido en Caracas. Se le conoce por ese nombre porque tiene forma de hélice. En origen se concibió como un centro comercial, pero hoy es la sede del servicio bolivariano de inteligencia, el infame SEBIN. Del Helicoide algunos de los arrestados ni siquiera salen con vida, los que lo hacen salen con el cuerpo tachonado de golpes.

Habría que plantearse porque el régimen no ha detenido y torturado a María Corina Machado en el Helicoide. La razón es fácil de entender a poco que se sepa quién es Machado, una mujer muy conocida tanto en Venezuela como en el extranjero. Maduro sabe que en el caso de que le pasase algo tendría que responder y no ya ante países como Estados Unidos o la Unión Europea, sino ante Gobiernos que considera cercanos como el brasileño.

Se ha intensificado la censura en los medios, se han celebrado elecciones sin opositores, se ha inhabilitado a candidatos y se ha tomado el control de todos los resortes políticos, sociales, mediáticos, judiciales y económicos

El hecho es que María Corina Machado sigue libre y dentro de Venezuela. Se ha convertido en la gran protagonista de esta campaña a pesar de la infinidad de problemas que el régimen le ha puesto. Gracias a su empuje y al hartazgo general que hay con el chavismo, la oposición ha ganado impulso de cara a las elecciones presidenciales. En las últimas semanas Machado ha apadrinado mítines multitudinarios por todo el país, tanto en zonas urbanas deprimidas como en áreas rurales que hasta hace no tanto eran feudos chavistas. El resultado es que la oposición tiene posibilidades reales de ganar: según las encuestas independientes González Urrutia tiene una esperanza de voto de entre el 50% y el 60% frente al 10% y el 30% de Maduro. No debemos olvidar, eso sí, que una de las especialidades del régimen chavista es el fraude electoral, de modo que la victoria no está ni mucho menos asegurada.

Lo notable en estas elecciones es que hace apenas unos meses, una victoria clara de la oposición no parecía ni remotamente posible. Los opositores se encontraban divididos y cundía el desánimo. No es para menos. En los once años largos de Gobierno de Nicolás Maduro el régimen, que durante los años de Hugo Chávez mantuvo una fachada democrática, se ha revelado como una dictadura implacable. Hasta la fecha lo único que no ha eliminado son las elecciones que luego adultera sin miramientos. Por lo demás, han sido detenidos cientos de activistas de la oposición, se ha intensificado la censura en los medios, se han celebrado elecciones sin opositores, se ha inhabilitado a candidatos y se ha tomado el control de todos los resortes políticos, sociales, mediáticos, judiciales y económicos de Venezuela para que nada se les escape de las manos.

Maduro ha hablado de un baño de sangre en el caso de que pierda las elecciones. Algo que ha asustado hasta a Lula de Silva, que ha pedido a su vecino que se tranquilice y aprenda a perder elecciones

Lo único que no han sepultado son las elecciones, que en el caso de las presidenciales se celebran cada seis años. Esto da mucha tranquilidad al presidente durante un sexenio, pero tiene la obligación de celebrar los comicios y aparentar que cualquiera puede presentarse. Para evitar sustos inhabilitan a los candidatos más peligrosos, los que más daño pueden hacerle, pero esta vez algo ha salido mal y de eso se están dando cuenta ahora. Esa es la razón por la que han intensificado la represión, han impedido el acceso a diarios digitales que son críticos con el Gobierno y están elevando el tono de unas soflamas que suelen ser siempre incendiarias. Maduro ha hablado de un baño de sangre en el caso de que pierda las elecciones. Algo que ha asustado hasta a Lula de Silva, que ha pedido a su vecino que se tranquilice y aprenda a perder elecciones.

Que a estas alturas el chavismo sea impopular no tiene nada de extraño. El país ha visto salir en los últimos diez años a unos ocho millones de personas. No se han ido para conocer mundo, sino para sobrevivir. Venezuela ha sufrido el mayor descalabro económico de un país fuera de tiempos de guerra. Los servicios públicos más elementales están completamente destruidos, la moneda (el Bolívar) no vale absolutamente nada, y en torno al 90 % de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza. Para que nos hagamos una idea de la catástrofe, el PIB de Venezuela en el año 2012 era de 372.000 millones de dólares, el año pasado fue de 97.000 millones, y en el año 2020, en plena pandemia, bajó hasta los 43.000 millones. Es decir, de 2012 a 2020 el PIB se contrajo un 90%. Podríamos pensar que fue cosa de la pandemia, pero no es así, en 2019 el PIB fue de 73.000 millones, un 80% inferior al de 7 años antes. Ningún otro país del mundo ha decrecido tanto como Venezuela. Si lo desconociésemos todo de ese país, pensaríamos que allí se ha librado una guerra devastadora, pero no, el responsable de esta hecatombe es el chavismo en la última de sus versiones, la encarnada por Nicolás Maduro.

Candidato de urgencia para la oposición

Un malestar profundo recorre toda la sociedad venezolana sin distinción de clase social ni origen geográfico. Todas las encuestas coinciden: entre un 70 y un 80% de los consultados cree que es necesario un cambio porque la situación es desesperada. La oposición pensaba presentar a Machado como candidata, pero el régimen se interpuso inhabilitándola, así que tuvieron que buscar apresuradamente a un candidato de repuesto, Edmundo González Urrutia, que anunciaron de urgencia para cumplir con el plazo de presentación de candidatos.

La candidatura de González Urrutia es un todo un logro para la oposición, pero lo va a tener muy difícil, especialmente durante la jornada electoral. Cuando empezó la campaña se temía incluso que Nicolás Maduro inhabilitarse a González Urrutia. Por suerte, eso no ha sucedido. Seguramente ganas no le han faltado, pero eso habría desautorizado por completo las elecciones. Lo más difícil será el día de las votaciones. El Consejo Nacional Electoral está dominado por chavistas y es bien conocido por sus manipulaciones en el recuento y por las muchas irregularidades que se producen durante la jornada.

La oposición espera una victoria aplastante, lo que aminoraría el efecto del fraude. Pero para conseguir esa victoria no sólo basta con esperarla, hay que vigilar todos los colegios y conseguir que los votantes acudan a las urnas. Machado ha puesto en marcha los llamados comanditos, grupos de voluntarios encargados de movilizar a los votantes. Se han formado más de 50.000 comanditos por todo el país. Junto a esto unos 600.000 interventores tratarán de supervisar la votación en los colegios electorales a pie de urna.

En el caso de que en Cuba haya una manifestación contra el Gobierno, se reprime en el acto y se detiene a sus participantes. Maduro no lo puede hacer

Aun así, los miembros de los comanditos y los interventores asumen que les pondrán mil problemas, tanto las autoridades como los colectivos chavistas, tristemente famosos por no escatimar violencia contra todo aquel que critique al régimen. En esto Maduro sabe que tiene que medirse ya que pesa sobre él mucha presión internacional. En abril, Estados Unidos volvió a imponer sanciones a la industria petrolera venezolana porque el régimen se estaba saltando a la torera los acuerdos con la oposición firmados en octubre. Que Estados Unidos sancione a Venezuela o que la Unión Europea se queje es algo con lo que Maduro cuenta y que además la propaganda oficial sabe poner a su favor. Lo que le preocupa más es que los países amigos como la Colombia de Gustavo Petro o el Brasil de Lula da Silva sean críticos con él.

Eso mismo es lo que está sucediendo. Tiene que seguir adelante con su plan de ganar las elecciones a cualquier coste, pero sin que se note demasiado. El problema que tiene es que el descontento en la sociedad venezolana está mucho más extendido de lo que le gustaría. El hecho de que tenga que transigir en celebrar elecciones ya supone un punto de debilidad considerable. Sus padrinos cubanos no necesitan pasar por esto. En el caso de que en Cuba haya una manifestación contra el Gobierno, se reprime en el acto y se detiene a sus participantes. Maduro no lo puede hacer. Es cierto que arresta a opositores de manera sistemática, pero no puede impedir que la Plataforma Unitaria convoque un mitin.

Todo lo que estaba en su mano ya lo ha hecho. Inhabilitó a los candidatos más problemáticos, encarceló a todo aquel que le traía molestias y que era lo suficientemente anónimo como para ser detenido sin consecuencias internacionales, y ha estrechado el cerco mediático. Los medios de comunicación están en modo guerrilla a favor del régimen. Los que le llevaban la contraria han sido bloqueados dentro de Venezuela. A los venezolanos solo les queda el teléfono móvil con el que comparten vídeos y fotografías que contrarrestan el apagón mediático y, sobre todo, la esperanza de que este domingo puedan cambiar las cosas.

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