Opinión

Torra se pone colorao cuando le miran

Mismamente, como en la canción de las Papa Levante. El President aparecía este viernes junto al rey y Pedro Sánchez con unas mejillas de un arrebolado tan subidito que ya

  • Torra se pone colorao cuando le miran

Mismamente, como en la canción de las Papa Levante. El President aparecía este viernes junto al rey y Pedro Sánchez con unas mejillas de un arrebolado tan subidito que ya las hubiera querido para sí Heidi. Y es lo que se pregunta toda Europa y parte del extranjero: ¿por qué se pone colorao Quim Torra?

Pitos y abucheos

Vamos a ver si nos entendemos. Quim Torra y, en general, la cosa del independentismo está más que acostumbrada – viciada, diría yo – al agasajo fácil, al golpecito pelota en la espalda, al “Això és una dona!”, esto es una mujer, dirigido a Marta Ferrusola por militantes de la antigua Convergencia, sin duda entregados ciegamente a la causa del Jumilla. Que sí, que el líder de la nación y patria catalana espera oír de los suyos lo que, verbigracia, exclamaba eufórico el locutor de TV3 que retransmitía la inauguración de los Juegos del Mediterráneo. Decía “Torra es un intelectual brutal”. Así da gusto.

Son patriotas, mártires, demócratas, estadistas, astutos, perseverantes, invictos, todos miden dos metros, son rubios, tienen los ojos azules y, como poco, tres carreras y dos masters. Son, además, magníficos gestores y no como esos españolotes zafios y roba gallinas. Vean, si no, a la consellera de agricultura, ganadería y pesca, doña Teresa Jordá, que acaba de inaugurar la tarima de madera y el mobiliario que se ha instalado en la terracilla de la sede de su departamento, en la Gran Vía de Barcelona. “Es madera de proximidad”, se explayaba, orgullosa y feliz de tamaña inauguración. Rigurosamente cierto, aunque parezca una chocarrería.

Justamente debido a esa constante tendencia al masaje en TV3 y el resto de emisoras de habla catalana de Antillas holandesas, New Jersey y el Benelux, por esa sobredosis almibarada de lametazo y tentetieso, ¿a alguna persona sensata puede extrañarle que el Molt Honorable President se ponga rojo como un tomate al ver que le silban le abuchean, le discuten? ¡Ah, malvada gente tabarnesa que fuisteis a la inauguración comprados con el oro pesecero! – el moscovita lo regenta Podemos, creo - ¡ah, pérfida maniobra sucia del PSC, que denunciaba Elsa Artadi!, otra santa, ¡ah cortigiani, vil razza dannata!, que decía Rigoletto, ya saben el chepas de la ópera. Puro complot.

Es intolerable que, después de sufrir en propia carne presidencial catalana que el monarca de España pase de ti como de un cupón de la ONCE de hace veinte años y te tragues el himno nacional, aplaudiendo incluso, esa panda de insolventes que ni se ha leído a Eugeni Xammar ni piensan, te abuchee. Eso está reservado para los de amarillo, los lazis, los nuestros, debió pensar Torra. Y, de pura ira, de facundia vacua, se puso como un pimiento morrón. Aprovecho para desmentir otras versiones que de sus mofletes colorados han circulado, fomentados sin duda por la conspiración judeo-masónica. Torra estaba rojo de pura vergüenza y rabia, y no porque Pilar Rahola se hubiera prestado a maquillarlo para que saliera más guapo que Don Felipe. Desmentido rotundamente queda. Mucho menos cierta, aunque hilarante, es que el jefe del estado le diera sendos cachetones en sus hermosos y lucidos carrillos mientras le decía “Hombre, Canivell, qué, ¿vienes a venderme tus porteros automáticos?”. Nada, puro rumor, puro bulo, pura chafardería de ociosos desocupados y con más mala fe que Paco Porras en una verdulería.

Rojo como un tomate, como un pimiento, como las cuatro barras, como la tarjeta que le sacaron los asistentes que, les guste o no, han creado un antes y un después de la bronca.

A este habrá que darle conversación

Y eso que Sánchez no paraba de pegar la hebra con Torra a lo largo de una ceremonia que más parecía el funeral de la reina María Estuardo que no otra cosa. Porque mira que fue sosa. Espero que, a estas horas, la Benemérita esté buscando al escenógrafo y al iluminador. Me dicen, eso sí, que aparte de coincidir en lo espantoso del acto en cuanto a ludibrio se trataba, ambos políticos coincidieron también en la inhumana dureza de los asientos. Yo creo que, como decía Pla a propósito de los gobernadores civiles, a los presidentes hay que darles todo tipo de facilidades para que no se enfaden y nos monten una huelga, en este caso de presidentes caídos. Pongan un almohadón debajo de sus posaderas, caramba. Si hay dinero para las embajadas catalanas, algún maravedí quedará en el fondo de la caja para ir a IKEA y mercarse unos cojincillos de oferta.

Parece que Torra, según cuentan personas autorizadas por los estamentos higiénico sanitarios pertinentes, intentó varias veces colar el tema de la agenda de asuntos que deberían tratarse en la famosa reunión de Pedro y él. No hubo manera. Quién nos iba a decir que el chico este aprendería a regatear en corto tan rápido. En un momento dado, y lo damos por verídico, Torra murmuró “¡Hombre, presidente, que si estás en Moncloa es porque yo me puse muy insistente en que te votásemos, porque Puigdemont no quería de ninguna de las maneras!”, a lo que Sánchez, con esa mirada que solo reserva para hacerse fotos con Meritxell Batet, le dijo “Lo tengo muy presente, President, muy presente”, y cambió de tercio para seguir con lo banal, que es lo que tocaba.

Me recuerda esto a una anécdota de Franco, con perdón y sin que nadie se me ofenda, relatada por Díaz Plaja en su divertidísimo y erudito libro “Anecdotario de la España franquista”. Un ex ministro pide audiencia al Caudillo para intentar conocer la causa de su cese. Franco se pasa todo el rato gallegueando hasta que el ministro – Arburua, según recuerdo – le dice “Mire, Excelencia, yo no puedo salir de aquí sin un motivo, entiéndame, tengo que decirle algo a los míos, a mi esposa, a mi familia, y si he faltado en algo, si he cometido errores quisiera saberlo porque estar así, sin conocer la razón de mi cese, es una tortura”. Franco, más Franco que nunca, contestó “Desengáñese, ¡que vienen a por nosotros!”. Definitivo.

Entre los pitos, los abucheos, las banderas españolas enarboladas entre los asistentes, la cortesía acerada y fría del rey y el cantinfleo de Sánchez, ¿puedes vuestras paternidades (y maternidades) extrañarse del sonrojo del prócer catalán? Claro que no. La gente que no vive de patrias sino de su trabajo, está hasta el hemiciclo de tanto fumista y le importa un huevo de avestruz que Torra rompa o no rompa relaciones con la Casa Real, viaje a Berlín o a Disneylandia o se presente a Bailando con las estrellas. La gente quiere trabajos bien remunerados, disponer de unos dinerillos para hacer frente a la carestía de la vida – concepto poco utilizado hoy en día que demuestra mi edad provecta -, tener servicios públicos en condiciones y, si puede ser, que nadie de los mandamases meta la mano en la caja de todos.

El resto son tortas y pan pintado. Repito, no quisiera que nadie se me enfadara, porque andamos de testosterona como para exportar hasta hartarnos. Además, ya lo dijo Quevedo “Arrojar la cara importa, que al espejo no hay por qué”.

Miquel Giménez

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