La reciente tragedia sucedida en la Comunidad Valenciana ha puesto en evidencia una vez más las ineficiencias de la estructura territorial del Estado diseñada en el Título VIII de la Constitución de 1978 y las graves consecuencias que de ellas se pueden derivar. El reparto de competencias entre el Gobierno central y los ejecutivos autonómicos son muchas veces fuente de retrasos, confusión e incremento de costes. En el caso de una catástrofe natural como la causada por la DANA que se ha producido en la región de Levante este tipo de disfunciones resulta evidente. La AEMET lanzó la alerta roja a primera hora de la mañana del día del desastre, pero a esta agencia no le corresponde avisar a la población, competencia que está atribuida a las autoridades de la Autonomía. Los planes de emergencia tienen tres niveles, de acuerdo con la gravedad del suceso. En una primera instancia son los municipios asistidos en todo caso por el Ejecutivo regional los que se encargan de tomar las medidas requeridas, en una segunda valoración la acción corresponde a la Autonomía ayudada si procede por el Gobierno de la Nación y en una tercera situación se pasa ya al plano nacional.
Parece claro que el Gobierno de la Comunidad valenciana subestimó el riesgo porque lanzó la alarma recomendando a la ciudadanía que se abstuviese de desplazarse a pie o en automóvil trece horas después de la advertencia de la AEMET y no solicitó la fase tres de emergencia en ningún momento. La incorporación precipitada del ministro del Interior al comité de coordinación de los trabajos de limpieza, salvamento y auxilio ha sido una reacción insuficiente y parcial mientras la emergencia se mantenía incomprensiblemente en el segundo nivel. Asimismo, la incorporación gradual de efectivos militares mientras la gente moría atrapada en sótanos o arrastrada por las aguas incontenibles en vez de movilizar al máximo desde un principio todas las tropas necesarias indica una falta de capacidad de reacción fruto del escalonamiento obstructivo de los procesos de toma de decisión. Un modelo de Estado unitario con descentralización únicamente administrativa como tienen Portugal, Suecia, Polonia y otros Estados Miembros de la UE, siendo tan democrático como uno federal del estilo alemán o austriaco, es sin duda mucho más operativo y eficaz cuando surge una catástrofe como la que ha castigado tan dolorosamente a las localidades próximas a Valencia. Si a este factor estructural se suma la circunstancia de que el poder autonómico y el central tengan distinto color político, con los consiguientes recelos, culpabilizaciones cruzadas y zancadillas institucionales, el cuadro se vuelve aún más decepcionante.
Nos legaron un Estado hipertrofiado y despilfarrador, agitado por tensiones centrífugas insoportables, fragmentador del mercado interior, con gobiernos centrales sometidos al chantaje desleal y contumaz de grupos separatistas que no cesan en su empeño de terminar con España como Nación
Los dos principales partidos políticos repiten monótonamente -en eso sí están de acuerdo- el mensaje de que el Estado de las Autonomías ha sido un éxito, cuando se presentan continuamente motivos para afirmar lo contrario. Los dos centenares de muertos y las terribles pérdidas materiales de la riada de la pasada semana son un ejemplo más de que los constituyentes afrontaron con acierto los problemas militar, religioso, social y de la disyuntiva monarquía-república, pero en lo referente a la estructura territorial y el tipo de descentralización a aplicar no anduvieron inspirados, Nos legaron un Estado hipertrofiado y despilfarrador, agitado por tensiones centrífugas insoportables, fragmentador del mercado interior, con gobiernos centrales sometidos al chantaje desleal y contumaz de grupos separatistas que no cesan en su empeño de terminar con España como Nación, así como la multiplicación de cargos públicos corruptos y extractivos que esquilman el erario sin descanso ni pudor.
Si a todo lo anterior se añade que un ecologismo mal entendido ha causado la destrucción de centenares de embalses y ha impedido la limpieza de los cauces de las rieras y torrenteras que pueden permanecer secas durante décadas para transformarse súbitamente en inundaciones mortíferas, todas las explicaciones del drama acaecido en Valencia quedan expuestas de manera manifiesta. Eso sí, la última de la serie de responsables ministeriales de una política pretendidamente verde, pero letal en sus efectos, acaba de ser premiada con una Vicepresidencia de gran alcance en la Comisión Europea. No se puede dar mayor escarnio tras lo vivido y sufrido en estos días de duelo.
Por tanto, en cada ocasión que oigamos a alguno de nuestros gobernantes, diputados, concejales o corifeos del estatus quo cantar las alabanzas del Estado autonómico, procedamos a abuchearlo sin piedad porque una cosa es que nos intenten engañar y otra que lo aceptemos mansamente.