La cosa ya empezó mal cuando en la Transición se quiso recuperar la tontería de la Diada para tener -siempre estamos igual- contentos a los de la estelada. Una Diada más falsa que un euro con la cara de Rubiales, porque se basaba en que en 1714 España venció a Cataluña arrebatándole no sé sabe muy bien que derechos y que Rafael de Casanovas fue un héroe separatista. Evidentemente, la historia nos dice que aquella guerra fue entre dos casas reinantes pretendientes a la Corona de España, los Borbones y los Habsburgo, que de España contra Cataluña res de res porque hubo catalanes en ambos bandos y que, para más INRI, Casanovas fue un patriota español de padre y muy señor mío que instaba a sus tropas a morir per lo rei d’Espanya y que, acabada la guerra, siguió ejerciendo de funcionario público hasta que expiró de muerte natural en su casita.
Pero había que concederle al nacionalismo esa mitomanía que ha intoxicado a parte de la sociedad catalana y la cosa ha degenerado tanto que la Diada a servidor, en la actualidad, se la rempampimfla. Me parece una pésima demostración de lo iletrado, absurdo y mentiroso que es el nacionalismo catalán, que se exhibe este día con más orgullo que Don Rodrigo en la horca con su superioridad. Y no se crean que es cosa de ahora.
Me parece una pésima demostración de lo iletrado, absurdo y mentiroso que es el nacionalismo catalán, que se exhibe este día con más orgullo que Don Rodrigo en la horca con su superioridad
Recuerdo en los años ochenta y noventa como en la ofrenda florar a Casanovas los “incontrolados” de la por entonces omnipotente Convergencia arrojaban monedas con bastante mala follá a sociatas y gente del PP, de UCD o del CDS causando alguna que otra vez alguna herida en la cabeza a los botiflers. Esos lazis siempre han albergado un odio que, por fuerza, tiene que estallar por algún lado. Y unas veces iba de quemar las casetas en la Rambla de los partidos que no eran catalans, otras boicotear la enganchada de carteles, otras era agredir lanzando monedas o lo que fuera y otras llegar al cuerpo a cuerpo. Lo puedo afirmar en primerísima persona porque cuando milité en el PSC en más de una ocasión me las tuve que ver con esos sonrientes y democráticos defensores de esa Cataluña amable.
Con la degradación de los últimos años, no es de extrañar que para muchos el once de septiembre no signifique más que una fecha en la que sabemos que muchos saldrán a la calle a practicar el onanismo separatista, a armar bronca, a quemar contenedores y a tirar huevos contra Jefatura. Sirve también para que los mantenidos del régimen se hagan ver enarbolando una estelada, cantando els Segadors con voz cazallera y, en fin, exhibiendo toda la canallería que ha crecido como seta venenosa a la sombra del árbol podrido. Esta Diada actual podría ser sustituida por el día del mediocre catalán, del nacionalista lame traseros, del fascista que no sabe que lo es, del evasor de capitales, del golpista cobarde, la del maletero y la langostita belga, la de la hez política, en suma.
Sirve también para que los mantenidos del régimen se hagan ver enarbolando una estelada, cantando els Segadors con voz cazallera y, en fin, exhibiendo toda la canallería que ha crecido como seta venenosa a la sombra del árbol podrido
La de este año presenta, además, el rasgo particular del todos contra todos. Junts contra Esquerra, Esquerra contra Puigdemont, las CUP contra todos, la Asamblea y Ómnium que quieren hacer listas propias porque ya no se fían de los políticos, Aragonés que irá con el paraguas abierto no sea caso que le caiga un chorreo encima, la posible ley de amnistía volando bajo como el grajo y más de la mitad de la población catalana pensando que no va con ellos, que esas masturbaciones envueltas en una bandera poco o nada tienen que ver con sus problemas diarios y su bolsillo cada vez más vacío por culpa de lo caro que nos cuestan la generalidad, la trama inextricable de la administración autonómica y central, el gobierno de Sánchez y el Dios que los menea a todos.
Por eso digo que a mí, esa fantasmada, ni fu ni fa.