Todo Occidente está sumido en una cloaca de gobiernos corruptos abducidos por la ideología uniformadora y global del progreso, del zurderío, como dicen los argentinos con tanto tino. Una clase dirigente que, desde instituciones de toda índole, políticas, económicas, judiciales o culturales está vendida y entregada al interés -en el mejor de los casos- del que ocupa el sillón, y no del que lo mantiene o le reviste de legitimidad. Vivimos en un mundo donde la mentira y la falta de libertad de expresión son la forma oficial de generar estados de opinión, ya sólo resultantes de operaciones psicológicas delirantes de doma y distracción. Sólo un loco al que todos perciban como tal podía luchar contra el sistema y decir verdades necesarias, entre majaderías libertarias vacías de Humanismo.
Es precisamente su discurso de locuelo por representar una radical oposición al statu quo, a la intervención del estado, lo que le sitúa como la opción viable en lo imposible
Javier Milei es un outsider, un anarcocapitalista que utiliza el español en todos sus adjetivadores recovecos sin miedo a esas “ratas zurdas” o a los medios, más ignorantes que cualquiera con estudios de parvulario. Lo hace con el énfasis y hartazgo que parecen explicar esa locura lúcida no impostada, como si fuese la consecuencia de haber sufrido al Estado inmoral argentino. Cómo no volverse majareta si eres un trabajador consciente expoliado por el impune kirchnerismo. La condición de “loco marginal antisistema” de Milei lo convierte, por un lado, en un personaje exótico y excéntrico en la estatalizada y destruida Argentina. Pero, por otro lado, es precisamente su discurso de locuelo por representar una radical oposición al statu quo, a la intervención del estado, lo que le sitúa como la opción viable en lo imposible y la última bala en la recámara de la esperanza argentina para acabar con el kirchnerismo.
Milei representa la última opción de la nueva generación de jóvenes argentinos antes de emigrar de su bello país u optar por la violencia como medio de defensa personal ante la ruina, la inseguridad y la idiocia progre. Sólo queda oponerse de forma frontal al sistema, con la razón económica de tu parte, en un país donde casi el 50% de la población es pobre por causa directa de ese intervencionismo succionador y opresor que en tu cara se erige como defensor de la justicia social y la democracia. Sólo queda oponerse, con la moral de la verdad, al régimen, a la corrupción y al crimen que son el kirchnerismo.
Toda oposición que busque meros retoques, como la de Mauricio Macri en su momento, o la de Patricia Bullrich ahora, despiertan la desconfianza de tantos
En la convicción exacerbada de Milei encuentras cierta pureza en su empresa. Cree en ella. Como si fuese una misión revelada y no como un negocio de fama y fortuna personal. Como si una vida de soledad, incomprensión y pensamientos libertarios cobrase sentido ahora para minimizar el Estado y ser el nuevo libertador del pueblo. Pero para este propósito de liberar ciudadanos o naciones, no es suficiente con expulsar a los mercaderes del templo, sino reformar y transformarlo hasta los cimientos si se quiere optar a tener uno, porque ha crecido a imagen y necesidad de su corrupción. El sistema es el kirchnerismo. Por eso toda oposición que busque meros retoques, como la de Marucio Macri en su momento, o la de Patricia Bullrich ahora, gozan de la desconfianza de tantos. Quizá con suerte planten algo con menos estridencia, pero será arrasado por el sistema.
Occidente está entregado a un estatismo opresor, asfixiante y terrorífico para los ciudadanos en nombre del mundo libre y los Derechos Humanos de sus enemigos. Lo que va ganando posiciones no es la derecha, sino los que no se resignan a llevar una vida destruida por el sistema. La antipolítica, que ahora llaman los absurdos vigías de lo iliberal. En Argentina ha resultado que ese instrumento útil es el anarcocapitalismo chillón de Milei, pero en El Salvador ha sido una propuesta más interesante y con más futuro que representa Nayib Bukele haciendo un camino contrario, como la creación de un Estado para enfrentarse al crimen impune con la ausencia de estructuras de poder que defendiesen a los ciudadanos. Esa determinación de combatir el delito convierte a su Estado y su nación en algo valioso y próspero. Es necesario que este enclave centroamericano tenga la atención mediática que tiene Milei.
En definitiva, la desconexión de intereses entre la clase dirigente occidental y la sociedad sólo tiene un final posible, un sistema que oprime y explota a los ciudadanos a los que inutiliza moral e intelectualmente a través de la propaganda y las leyes de sumisión, que serán defendidas por los opositores pertenecientes al establishment asentando incluso sus trampas. Un sistema de supuestas libertades donde ya sólo los locos se atreven a hablar, que se valdrá de la ideología oficial para que la sumisión de los ciudadanos sea voluntaria, y por tanto barata, duradera y profunda.