Festival Sonorama Ribera 2023, doce de agosto. Eva Amaral toma la palabra antes de iniciar la siguiente canción. “Esto va por Rocío, por Rigoberta, por Zahara, por Miren, por Bebe, por todas nosotras. Porque nadie nos pueda arrebatar la dignidad de nuestra desnudez, la dignidad de nuestra fragilidad, de nuestra fortaleza. Porque somos demasiadas y no podrán pasar por encima de la vida que queremos heredar, donde no tenga miedo de decir lo que pienso. Porque hoy es el día de la revolución.” Acto seguido, y en un momento de enorme carga épica no exento de valor casi suicida, la cantante se quita el corpiño para continuar el concierto con el torso desnudo. Un antes y un después en la historia del feminismo, pienso mientras se me saltan las lágrimas.
Como mujer que soy, agradezco a la artista que se acuerde de mí, de la dignidad de mi fragilidad y la dignidad de mi fortaleza, aunque no acabo de comprender que tienen que ver ambas cosas con su corpiño volando por los aires. Mientras la veo en video, porque es una acción cuidadosamente pensada para su difusión en las redes sociales, se me va la cabeza a lo esencial: No puedo por menos que reconocer para mí misma que Eva Amaral tiene un pecho muy bonito, casi adolescente, de los que se mantienen mágicamente en el aire. Mi sentido agradecimiento por su recuerdo de mi dignidad de mujer y de mi miedo a expresarme libremente en esta dictadura heteropatriarcal que me reprime deja paso a una cierta envidia. Esta mujer está fantástica, refunfuño bajito. Maldita sea mi suerte.
Cómo me arrepiento de no haber llevado bikini durante todo el año que tuve 26. Si hay alguien joven leyendo esto, que ahora mismo se ponga uno y no se lo quite hasta que cumpla los 34
No voy a poner en duda los muchos obstáculos que el machirulismo que tanto se esfuerza en sojuzgar a las féminas progresistas haya podido poner a su trayectoria artística, pero creo, desde mi perspectiva particular de mujer más o menos de su edad, que hay otros motivos que explican de forma más profunda lo que sucedió en Aranda de Duero durante esa noche de verano. El cumpleaños de la cantante había sido justo una semana antes, el cuatro de agosto. No diré aquí cuántas vueltas al sol ha celebrado la artista porque el feminismo bien entendido empieza por no desvelar la edad de las demás mujeres, pero sí diré que es la suficiente como para querer mostrar al mundo que está perfecta y que no la tose ninguna adolescente. Ya la magnífica escritora americana Nora Ephron lo dejó escrito en su ensayo, No me gusta mi cuello, que recomiendo fervientemente como lectura veraniega. “Cómo me arrepiento de no haber llevado bikini durante todo el año que tuve 26. Si hay alguien joven leyendo esto, que ahora mismo se ponga uno y no se lo quite hasta que cumpla los 34”. Amaral, mujer culta, ha debido leer a Ephron y ha actuado en consecuencia. Los 34 quedaron fatalmente atrás pero nadie lo diría viendo su pecho. Solo le faltaba encontrar la excusa políticamente correcta que justificara su exhibición como sacrificio ritual para la liberación femenina colectiva y que de paso la convirtiera en trending topic dándole la relevancia pública de la que ha carecido últimamente. Esta claro, a la vista de la repercusión obtenida, que lo ha conseguido con creces.
Esta continua reivindicación de logros conseguidos hace ya mucho tiempo y esta nostalgia de opresiones pasadas tienen algo de patológico
Siendo 12 de agosto y estando las playas y piscinas llenas de niñas en flor y mujeres maduras disfrutando del sol en topless ante la tranquila indiferencia general no se entiende muy bien que pretendía demostrar Amaral con su gesto. Esta continua reivindicación de logros conseguidos hace ya mucho tiempo y esta nostalgia de opresiones pasadas tienen algo de patológico. Para que un desnudo fuera de verdad un gesto importante, decisivo, liberador, Amaral tendría que haberlo intentado en alguno de los países en los que el cuerpo femenino se ahoga bajo kilos de ropa para evitar que su contemplación pueda ser causa del pecado masculino. Ahí si hubiera tenido ese pecho desnudo la fuerza de representarnos a todas, a nuestros miedos y nuestras esperanzas, uniendo a su belleza objetiva el valor simbólico de la libertad.
Pero no fue en Teherán sino en Aranda de Duero, y sin que el público, que estaba a lo suyo, que era vivir, se diera demasiada cuenta de lo que estaba sucediendo en el escenario.
Yo le recomendaría a Amaral que, en vista del éxito logrado, incorporara ese momento heroico como punto álgido en todos sus conciertos, pero sin desvirtuarlo con reivindicaciones políticas vacías. Que desnude su pecho porque puede, porque quiere sentir el aire cálido del verano sobre su piel, porque está estupenda y porque tiene la obligación, esta sí, de reivindicarnos a todas las mayores ante el ejército de adolescentes en pantaloncitos cortos y tops que pretenden hacerse con todo el protagonismo de la vida y arrinconarnos en la oscuridad del que nada puede desear ni nada puede conseguir ya. En esa trinchera me tendrá siempre a su lado, solidaria y sorora. Y muerta de envidia, por supuesto.