España

Isla de calor, cuando el diseño de las ciudades transforma los veranos en infiernos

Explicamos en qué consiste este fenómeno que afecta a los núcleos urbanos, los cuales sufren un aumento de las temperaturas por los materiales que poseen sus edificios y calles

  • Termómetro que marca 40 grados -

El verano en España es siempre sinónimo de un calor abrasador. Es algo que hemos aceptado con naturalidad, y cada cual trata de ponerle remedio como puede. Las segundas residencias en zonas costeras o pueblos de interior se convierten en el refugio perfecto en tiempos de estío. Sin embargo, existe un fenómeno atmosférico que se da siempre en verano y cuya regularidad se mantiene por encima de cualquier ola de calor veraniega.

La isla de calor. Seguramente hayas escuchado este término en los últimos tiempos, especialmente desde el inicio del verano, pero quizá no sepas con exactitud a qué hace referencia. Isla de calor es el nombre con el que se ha bautizado al hecho de que las ciudades atrapan el calor durante el día y lo expulsan por la noche. Esto hace que se registren temperaturas más elevadas a la hora de dormir en las urbes que en el extrarradio.

El problema radica en cómo están diseñadas las ciudades, especialmente sus edificios. Tal y como están construidas Madrid, Barcelona, Sevilla y un buen puñado más de grandes poblaciones en España, el calor no tiene una salida natural por la que huir, quedándose sistemáticamente y convirtiendo las noches en hornos vivientes.

¿Cómo se explica la Isla de calor?

Para entender a la perfección el proceso que pone en marcha la isla de calor, hay que apoyarse en tres conceptos claves: captación, disipación y generación. El primero de ellos, la captación, se da en elementos como el asfalto o las fachadas de los bloques de viviendas. Son partes muy importantes del entorno, oscuras y con una inercia térmica que reflejan a la perfección la radiación solar que cae sobre las ciudades a lo largo del día.

Si bien las aceras podían ser sospechosas por su composición química de favorecer esta captación de calor, nos sorprendemos al descubrir que la gran parte del trabajo recae sobre las fachadas. Estas acumulan el calor y lo remiten durante la noche. Los expertos apuntan a la escasa ventilación de los barrios como otro factor clave que explica la isla de calor.

Por supuesto, los ciudadanos también retroalimentamos esta situación. Los miles de aparatos de aire acondicionado que pueblan las calles de España, sumados a las emisiones de los coches, no permiten disipar la carga de calor que sufrimos en los meses de verano.

La solución, como casi siempre que hablamos de temas relacionados con el medioambiente, pasa por la vegetación. Plantar árboles se antoja fundamental, ya que estos refrigeran el ambiente de las zonas anexas a ellos. En términos científicos, a esta acción se le conoce como evapotranspiración, la cual saca el calor de la calle y lo expulsa hacia arriba. Por ello, las zonas ajardinadas o cercanas a parques no sufren tanto el efecto de la isla de calor, puesto que la vegetación se encarga de ello.

Se suele contar este tema de la isla de calor estableciendo una relación directa con los barrios más pobres, como si las zonas humildes sufrieran esto de forma más aguda. Dependerá de la disposición del mismo, pues el que escribe estas letras vive cerca del Parque Lineal de Palomeras, en el corazón de Vallecas. Que cuenta con más vegetación que casi todo el distrito centro. La apuesta debe ser incrementar estas zonas verdes por todos los rincones de España, independientemente de qué clase social viva en ellos.

Lo que sí es verdad es que, a más antigüedad de las viviendas, menos posibilidad de contar con una eficiencia energética acorde a la normativa actual, del mismo modo que los materiales de construcción aíslan menos el calor. Un uso de materiales más claros en futuras construcciones también aportaría su granito de arena. No es una cuestión de usar esta isla de calor como arma arrojadiza, sino como un fenómeno que debe combatirse a escala nacional.

Va quedando meridiano que la isla de calor puede tener efectos nocivos sobre la salud de los ciudadanos, pudiendo aumentar el riesgo de hospitalizaciones y fallecimientos. Así lo apunta la investigación llevada a cabo por la Unidad de Referencia de Cambio Climático y Salud del Instituto de Salud Carlos III, publicada en la revista Science of the Total Environment.

Además, los autores han confirmado que la relación entre el riesgo de enfermedad y de muerte en las ciudades del interior se da con las temperaturas máximas -las diurnas-, mientras que esta asociación, en las ciudades costeras, aparece con las temperaturas mínimas -las nocturnas-.

Los resultados indican que la localización geográfica y las características de cada zona son claves en el posible efecto de la isla térmica urbana, lo que sugiere una necesidad de realizar estudios locales para determinar la mayor o menor importancia de la isla de calor urbana según el tipo de ciudad.

Asimismo, apuntan que en ciudades de interior como Madrid y Murcia la isla térmica puede generar discomfort en las personas, pero tiene menos posibles efectos sobre la salud, debido a que no incide en las muertes ni en los ingresos hospitalarios urgentes a corto plazo.

Por tanto, es importante conocer bien la existencia de este fenómeno, sus consecuencias y las soluciones que pueden aplicarse para disminuir su impacto en la población, el cual se agranda a cada verano que pasa.

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