Opinión

Entra un vasco en un bar

En realidad muchas de esas bromas eran reacciones casi fisiológicas, de asco, ante nuestro vecino el español

  • Arnaldo Otegi

Siempre se ha dicho que en el País Vasco tenemos aficiones muy saludables. Subimos al monte, respiramos aire puro, socializamos con frecuencia e incluso hacemos eso que dicen que es tan sano: reírse de uno mismo. Lo que pasa es que normalmente más que de nosotros nos reímos de lo nuestro, entendiendo lo nuestro como nuestro vecino español.

Hace cinco años, el canal en euskera de la televisión pública vasca ofreció una muestra bastante completa de bromas socialmente aceptadas. El programa se titulaba Euskalduna naiz, eta zu?, y tuvo seis entregas. Cada emisión se centraba en un tema, y los entrevistados revelaban nuestros tópicos y estereotipos al respecto. Pareja, Dinero, Escuela, Sexo, Familia. 

La quinta entrega fue la que consiguió mayor audiencia (27.000 espectadores): Espainiarrak; Españoles. En realidad muchas de esas bromas eran reacciones casi fisiológicas, de asco, ante nuestro vecino el español, por lo que aquel programa de entretenimiento supuso un estudio práctico de los límites del humor autóctono.

En un momento, la voz en off se pregunta cómo son los españoles. Se responde a sí misma. “A un euskaldun normalmente le vienen a la cabeza estos cuatro prototipos: facha; paleto; choni; progre”. También pregunta a los invitados qué es lo que se nos viene a la cabeza a los vascos cuando escuchamos la palabra ‘España’. Fermin Etxegoien, periodista y escritor: “Trauma. Sí, para un vasco la idea de España es traumática”. Josebe Iturrioz, activista feminista: “Como vasca por los cuatro costados, la primera palabra que diría es ‘opresión’. Pero después haría una nota a pie de página y diría también ‘placer y libertad’”. Sara Cozar, actriz, se centra en algo positivo: “Vacaciones, playa, calor, buen rollo, una caña”. Estos últimos son los comentarios que le alegran el día al maketo asimilado, el equivalente al socialista amigo de Otegi y de Muguruza que da las gracias porque ya no matan. Pero luego aparece también Joseba Apaolaza, actor, y cuenta una anécdota. “Después de las últimas elecciones circuló una frase por las redes que me parece bastante acertada: España tiene ese nombre porque Mongolia ya estaba cogido”. Risas del actor y del equipo del programa. 

Miren Gaztañaga, actriz, dice que para ella la imagen de los españoles es un poco la de alguien culturalmente atrasado. “Me viene la imagen de un cateto”. Xabier Saldias, cantante. ¿Cuál es el rasgo de España que menos te gusta? “Nada. No me gusta nada, nada”. Otros invitados mencionan el machismo, los piropos, la incultura, el atraso. La bandera. De nuevo la activista feminista: “Dios, qué asco me da esa bandera”. El himno. Gestos de asco. “Me entran ganas de vomitar, cagalera”. ¿Qué personaje famoso representa mejor a España? “Bárcenas”. “Jesús Gil”. Si tu hijo te pide que le compres una camiseta de la selección española, ¿qué harías? Apaolaza, el actor gracioso. “Se la compraría y en el primer lavado le echaría lejía”. A la camiseta, claro, no al niño; los límites. Fermin Etxegoien dice que eso es un tema muy delicado. Su hijo, cuenta, es de Bilbao y se define como ‘euskal-español’. Etxegoien es el que decía que cuando un vasco oye la palabra ‘España’ lo que le viene a la cabeza es ‘trauma’. Mejor no profundizar.

Este recordatorio era necesario para entender lo siguiente. Jasone Agirre, periodista y parlamentaria de EH Bildu, publicó este mensaje: “Sí, es ofensiva la perspectiva que el programa ofrece sobre Euskal Herria y su cultura. Es inaceptable y preocupante mirar y reírse de la de la cultura vasca en ETB desde la perspectiva española”. Después añadió que su grupo político había dirigido una pregunta al director de EiTB sobre ese programa de humor; en el mensaje la palabra “humor” aparecía entrecomillada.

El mensaje lo publicó en Twitter la semana pasada, y el programa al que se refería no era del que estábamos hablando, sino Akelarre, emitido actualmente en ETB2 y presentado por Valeria Ros. El tweet incluía un vídeo con los momentos más ofensivos. “Harrijasotzaile. No sabes la ilusión que me hace conocerte. ¿Has traído piedras?”. Y hombre, no es John Cleese, pero tampoco diría que es ofensivo. El siguiente corte sí tiene un punto gracioso. 

-Tú ganaste un premio, ¿no?, de literatura

-Sí, uno muy importante.

-¿Cómo se llama?

-Premio Nacional de Literatura.

Una invitada explica que es txalekogile.

-Entiendo que estos jerseys tienen que ver con levantar piedras.

-¿Jerseys?

A la parlamentaria de Bildu le parece ofensivo el humor de Tonino, aquel reportero de Caiga quien caiga. Valeria Ros pregunta en otro momento cómo se lanza la pelota vasca, e incluso osa perpetrar un irrintzi. Y claro, entramos en el terreno de lo sagrado.

Es normal que el buen vasco, el que manifiesta asco ante el himno o la bandera de España, se sienta ofendido con este festival de insultos y bromas pesadas. Y en aras de la convivencia debería producirse una reparación. Deberían invitar a Jasone Agirre o a Arnaldo Otegi al plató del programa. Así podrían preguntarles por Madrid, que eso siempre entra muy bien. “Vaya falta de respeto y sensibilidad lo de Ayuso, eh… ‘Que te vote Txapote’, dice ahora… aunque bueno, eso para vosotros es lo normal, ¿no?”. Podrían preguntarles por la pérdida de algunas de nuestras tradiciones juveniles más conocidas. Quemar la bandera de España, quemar contenedores, quemar incluso al conductor de un autobús. “A ti, Arnaldo, ¿te da pena que se haya ido perdiendo esa vidilla callejera?”

También podrían hacer un programa de chistes. ¿Qué le dice un vasco a otro? Nada, por si acaso. O un Club de la comedia autóctono. La modalidad del roast tendría mucho éxito. García Gaztelu, Bienzobas o el carnicero de Mondragón en el centro, y media docena larga de invitados. Tendrían que ser amigos, claro. Concejales de Bildu, estudiantes de Periodismo, historiadores de Aranzadi. Cosas así.

Vuelvo al chiste del título, que por H o por B se había quedado sin terminar. Entra un vasco en un bar y le pega un tiro en la cabeza a un concejal. Sale del bar.

Ni puta gracia. Ni un aplauso para el que lo cuente. Los aplausos son para el que pegó el tiro.

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