Todo lo que sucede en el presente es una réplica de algún episodio del pasado. El 13 de diciembre de 1918 arribó a Brest el transatlántico que llevaba a bordo a Woodrow Wilson, el presidente de Estados Unidos. El puerto estaba abarrotado de personas que ansiaban la firma del tratado de paz tras la Primera Guerra Mundial. Las mujeres y las madres querían recuperar a sus maridos y a sus hijos, que todavía permanecían en las líneas del frente y corrían el riesgo de perecer en alguna de las escaramuzas. Que no eran frecuentes, pero sí constantes.
Wilson tenía entonces dos tareas: la primera era la de sellar un conflicto que había segado varios millones de vidas en Europa en 4 años y 3 meses. La segunda, la de asegurar que la paz fuera duradera. En su cabeza, había un ideal absoluto, y es que la humanidad no volviera a despeñarse por el desfiladero de la guerra.
Unas semanas después, esa ilusión se había mitigado y sus recibimientos en los puertos no eran tan multitudinarios ni efusivos. La 'diplomacia transparente' que había concebido en su cabeza no se plasmó en las primeras negociaciones, que fueron desasosegantes. Los países que se sentaron a debatir sobre la paz lo hicieron con ambiciones que tarde o temprano conducirían al mundo hacia otro conflicto. Francia reclamó la cuenca del Rin y el Sarre; Italia, Fiume y Dalmacia; y Rumanía, Polonia y Checoslovaquia, otra parte desmedida del botín. El resultado es conocido: aquel tratado sembró de dinamita los cimientos de la paz y eso condujo a un segundo conflicto internacional, que, a su vez, terminó mientras se cocinaba la Guerra Fría.
Quien conozca la condición humana tendrá claro que la paz es quizás el ideal más 'absoluto' e inestable. Circula por el mismo carril que el entusiasmo, que, como decía Goethe, es un material que “no se adapta a un almacenaje prolongado”. La Unión Europea surgió como una herramienta que pretendía asegurar la paz entre las potencias del Viejo Continente. Su desgaste es fruto de esa misma lógica: lo que al principio genera ilusión, con el paso del tiempo puede conducir hacia la infelicidad. Es la dinámica propia de los matrimonios largos, la de las relaciones laborales plurianuales y la de cualquier conjunto de hombres o mujeres. Lo dicho: pura condición humana.
El discurso de Josep Borrell
Pronunció hace unos días Josep Borrell un discurso ante los embajadores de la Unión Europea que fue sorprendente. Entre otras cosas, porque recitó a los diplomáticos las verdades del barquero. Ésas que no contienen ni un gramo de falsedad, pero que son desmentidas cada vez que los ciudadanos las denuncian en un momento inoportuno. El 'ministro' europeo lamentó que los representantes de exteriores continentales se hubieran convertido en funcionarios desganados y desgarbados. “Me entero antes por la prensa de lo que ocurre en los terceros países que por sus informes”, incidió.
Posteriormente, hizo un alegato para combatir la propaganda de los regímenes autoritarios con argumentos y proactividad. Borrell apeló a que sus embajadores expliquen mejor “los vínculos entre la libertad política y una vida mejor”.
A continuación, realizó una exposición que merece la pena reproducir: “Cuando decimos que China es nuestro rival sistémico eso significa que nuestros sistemas están en rivalidad. Y los chinos están tratando de explicarle al mundo que su sistema es mucho mejor. Porque, bueno, a lo mejor no eliges a tu jefe de gobierno, pero tendrás comida y calefacción y servicios sociales, mejorarás tus condiciones de vida. Muchas personas en el mundo, sí, van a votar y eligen su gobierno, pero sus condiciones materiales no están mejorando. Y al final, la gente quiere vivir una vida mejor (…). Nuestra lucha es intentar explicar que la democracia, la libertad, la libertad política no es algo que se pueda cambiar por prosperidad económica o cohesión social. Ambas cosas tienen que ir juntas. De lo contrario, nuestro modelo perecerá, no podrá sobrevivir en este mundo”.
El deterioro de la UE
Los burócratas bruselenses han obviado durante las últimas décadas que el entusiasmo “no se adapta a un almacenaje prolongado”, lo que ha desgastado el proyecto. Lo que le ha ocurrido a la unión tiene diversas derivadas, pero no creo que haya ninguna más significativa que la que se produjo en 2004 – 2005, cuando los franceses y los holandeses rechazaron el proyecto de Constitución Europea en sendos referendos. La principal respuesta de los mandatarios comunitarios ante este hecho fue 'colar' una parte de su contenido en el Tratado de Lisboa.
Merece la pena leer estos dos -uno y dos- informes del Real Instituto Elcano al respecto, dado que los problemas que señalan -miedo a la globalización, descontento con la Europa que caminaba a varias velocidades, confusión con la inmigración, oportunismo, falta de fe en la política, dificultades económicas...- se han acentuado en estas dos décadas.
La impresión es que Europa no es un proyecto que tienda a homogeneizar, sino que es un territorio en el que existen diferentes clases, fundamentadas en los intereses de cada cual, en las diferencias históricas o en lo que unos aportan o reciben en función de las necesidades de cada momento. Por otra parte, los focos donde se toman las verdaderas decisiones están muy alejados de los lugares donde se colocan las urnas. Por lo tanto, cuesta ver que el proyecto se base en los más esenciales rudimentos democráticos.
¿Cómo vender democracia si se amenaza a un país con cerrarle el grifo de las ayudas por políticas internas que no son muy diferentes a los de Estados con gobiernos de otro color? ¿De veras la UE puede exportar democracia plena y transparente cuando no puede garantizar si quiera que los contratos que rubricó con las farmacéuticas durante la crisis de la covid-19 no aparezcan con infinidad de tachones, fruto de la confidencialidad acordada? Son sólo algunos ejemplos. Y es cierto que a través de los casos concretos no se llega a la verdad absoluta. Pero, al menos, permiten intuir que Europa -ambicioso y noble proyecto- no es ningún vergel.
Porque quizás cuando un sistema queda a merced de agendas ideológicas irracionales o de lobbies que no apuestan -no tienen la necesidad- por el interés general, difícilmente podrá venderse como algo paradigmático y, desde luego, no será fácil que garantice la prosperidad de los ciudadanos que lo legitiman. Europa se ha relajado en su principal tarea, que es la de proteger las democracias representativas que fortalecen el proyecto y apuntalan la paz. Por eso, su proyecto es actualmente menos sugestivo que cuando se forjó. Borrell denunció ineficacia y lentitud. Que se pregunte también por los partidos -como el suyo- que generaron ese caldo de cultivo que ha convertido a la UE en un paquidermo de lento caminar.
Europa se ha relajado en su principal tarea, que es la de proteger las democracias representativas que fortalecen el proyecto y apuntalan la paz.
El éxito de los matrimonios duraderos no está en el lanzamiento de fuegos artificiales, ni en la exhibición de las alianzas en las redes sociales. La clave está en la capacidad de luchar contra el desgaste, que es lo que amenaza a cualquier relación humana o conjunto social. Quizás Borrell deba analizar de una forma más precisa para que los embajadores realicen una labor 'comercial' más creíble y digerible. No conviene tratar a los diplomáticos como si fueran alumnos despistados. Ni mucho menos a los ciudadanos como una población infantil a la que pastorear con verdades incompletas.