Opinión

Volver al 36

Agitar el fantasma de la Guerra Civil, como hicieron el fin de semana pasado ‘Los Meconios’ en una fiesta de Vox, es irresponsable aunque sea para denunciar lo que consideran política sectaria del Gobierno

  • Momento de la actuación de ‘Los Meconios’ en la fiesta de Vox

Vivimos tiempos líquidos, gaseosos diría yo, conducentes a la frivolidad más absoluta. Solo así se explica que unos tipos en la treintena, integrantes de un desconocido grupo Los Meconios, nacidos y malcriados, a lo que se ve, en y por una de las democracias más consolidadas del mundo, sean trending topic tras haber tarareado el sábado en una fiesta de Vox -me niego a llamar a eso cantar- “Vamos a volver al 36”… como quien se arranca con Paquito el chocolatero para animar una boda en la que el trenecito con los novios se hace de rogar.

Pues no y mil veces no. Invocar los viejos demonios como ya hizo hace tiempo la izquierdista Rita Maestre durante un asalto a la capilla de La Universidad Complutense al grito de “arderéis como en el 36” contra los religiosos, o ahora estos Meconios, por más que justifiquen la hipérbole para denunciar qué nos traer el gobierno de Pedro Sánchez -otro medio millón de muertos y su canesú-, supone jugar con fuego en un país radicalizado por las dos “resistencias” que así se reclaman a izquierda y derecha.

El odio al otro, fuente de todos los males en nuestra historia, está llegando a un punto que, si Antonio Machado viviera, tendría que reescribir su poema tal que así: ”Españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos resistencias ha de helarte el corazon”. Había que ver Twitter incendiado el sábado por la noche, leer burradas a cual mayor, y contemplar a los portavoces parlamentarios de dos de los partidos clave en este Ejecutivo, Podemos, Pablo Echenique, y ERC, Gabriel Rufián, entrando al trapo y dando hilo a la cometa voxera:

Viendo a los Meconios me vino a la memoria algo que a ninguno de ellos le tocó vivir, afortunadamente: el entierro de Francisco Franco; que aquello sí supuso el fin efectivo de la Guerra Civil, no el parte firmado por él en Burgos el uno de abril de 1939 cautivo y desarmado el Ejército Rojo.

Una España todavía en blanco y negro, a punto de pasar al color en toda la extensión del término, conteniendo la respiración, la mayoría sin salir de casa atenta a los televisores, atravesada la sociedad entera por un miedo atroz a ”Volver al 36”; el mismo que, por lo visto, medio siglo después hace furor entre tantos españoles desconocedores de que donde realmente hizo fortuna Von Klausevitz con su frase ”la guerra es la continuación de la política por otros medios” es aquí.

Y en ese minuto de vídeo volví a sentirme por un momento albacea del ”nunca más, chaval” con el que, en los años siguientes a la muerte de Franco, concluían invariablemente su relato con un rictus de tristeza quienes se habían enfrentado con él y contra él a muerte en las trincheras cuarenta años antes. Ancianos que se mostraban dispuestos a reconciliarse solo por garantizarnos un futuro mejor. Con Santiago Carrillo, Manuel Fraga o el general Manuel Gutiérrez Mellado a la cabeza.

Por eso escribo esto, sin gana alguna de batallitas, para recordar que nunca cualquier tiempo pasado fue mejor, como parecer creer tanto desnortado, y que nunca hubo un 36 bueno; para nadie. Escribo para dar fe de que lo del fin de semana de Vox me pareció un despropósito, que ahora prolongaremos suma y sigue la escalada -ya verán- a propósito de la exhumación del Valle de los Caídos de esa víctima de la Guerra Civil que fue José Antonio Primo de Rivera, según admite la autora de la Ley de Memoria y ex vicepresidenta, Carmen Calvo, en un gesto que le honra.

Daban ganas de decirles eso de Nene, con los muertos no se juega, a tanto barbudo talludito arriba y abajo del escenario bailando sobre la memoria de los que perecieron en el 36, también al responsable de la performance, Santiago Abascal

Daban ganas de decirles a los Meconios y a todos eso de Nene, con los muertos no se juega, viendo a tanto barbudo ya talludito arriba y abajo del escenario bailando sobre la memoria de los que perecieron. De decírselo, sobre todo, al responsable último de la performance, el barbudo jefe, Santiago Abascal, puede que determinante para que Alberto Núñez Feijóo ocupe La Moncloa, ojo; un Abascal a quien Primo de Rivera no se le cae de la boca ultimamente, siquiera para confrontar con la otra España en una dialéctica que puede terminar siendo diabólica.

Vale los coros y danzas, el torero, Cervantes y demás -cada uno se busca el atrezzo que quiere-, vale asociarse con la triunfadora italiana Giorgia Meloni y -él verá- con el instigador último del asalto al Capitolio estadounidense después de negarse a aceptar la derrota en las elecciones presidenciales de 2021, Donald Trump… pero mentar la bicha del 36 entre nosotros, aún a ritmo OBK, que dice ingenioso el futuro alcaldable de Santa Coloma de Gramanet, Rufián, no; por ahí no señor Abascal.

Quiero creer que, como a mi, a mucho votante de Vox lo de este fin de semana le resulta excesivo, no digamos a un PP que este lunes no quería saber nada de tan “estrambóticos” posibles socios para La Moncloa (me consta). Entiendo que el tercer partido de España necesitaba darse un homenaje para sacudirse la modorra en la que viven desde el amargo éxito que supuso subir solo de once a trece diputados en las elecciones andaluzas del 19 de junio -algunos sondeos apócrifos llegaron a darles 26- y, sobre todo, tras el cisma abierto por Macarena Olona… lo entiendo, pero no a costa de resucitar el guerracivilismo.

Sánchez creyó que arrasaría en la repetición electoral de 2019 tras exhumar a Franco dos semanas antes y no fue así: bajó 700.000 votos y tres diputados; moraleja, señor Abascal, la Guerra Civil no funciona entre nosotros ni como ariete ni como espantajo electoral

¿Se acuerdan de que también Pedro Sánchez, también cayó en la tentación desde la óptica contraria?. ¿Se acuerdan de que programó la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos a mediodía del jueves 24 de octubre de 2019, diez horas antes de que empezara la pegada de carteles en la campaña para la repetición de las elecciones generales del 10 de noviembre?... ¿Recuerdan como acabó aquello?

El hoy presidente del Gobierno había quedado tocado en su autoestima tras los comicios del 28 de abril, seis meses antes, porque esperaba 140 escaños y solo logró 123; Sánchez creyó que, seis meses de bloqueo político después por su tozudez y la de Albert Rivera en no llegar a una coalición de nada menos que 180 diputados, el asunto lo resolvería en las urnas el traslado previo de la momia de Franco al cementerio de El Pardo.

No fue así: en aquella repetición electoral dos semanas después de la exhumación más televisada de la historia, protagonizada por una exultante ministra de Justicia y notaria mayor del Reino, Dolores Delgado, el PSOE no solo no arrasó sino que sacó 700.000 votos menos y bajó su grupo parlamentario en tres diputados (120)… Moraleja, señor Abascal, la Guerra Civil no es buen negocio ni como ariete ni como espantajo electoral.

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