Cultura

Alba Rico, 'Alcarrás' y la batalla política de la nostalgia

La izquierda cultural española vive encerrada en una burbuja que le impide comunicarse con la mayoría social

Santiago Alba Rico no es solo uno de los mejores filósofos españoles actuales, sino también uno de nuestros críticos culturales más sutanciales. Lo lleva demostrando desde los años ochenta, donde brillaron sus guiones para 'Los electroduendes' (La Bola de Cristal, TVE1). Poco a poco, gracias a sus ensayos cultos, hipersensibles y anticonsumistas, fue labrando un prestigio que crece con cada nuevo título. Su última polémica, en cambio, revela muchas inercias culturales imcomprensibles de la izquierda del PSOE: sobre todo estar plegada socialmente sobre sí misma y ser incapaz de utilizar un lenguaje compartido con la gente común de nuestro país. Un reciente texto en Público, a propósito de la nostalgia, distingue una presunta versión recomendable de ese sentimiento -la de la directora Carla Simón en su premiada película Alcarrás- frente a otra amenazante, de la que debemos renegar -que remite claramente a la Ana Iris Simón de Feria, a quien alude como "rojiparda" sin nombrarla-.

El primer problema que destaca en su artículo es, digámoslo así, fantasmagórico: dedica buena parte de sus argumentos a explicar que en realidad Alcarrás no es una película de derechas, insensible con los conflictos de género y de la mano de obra migrante que trabaja en nuestro país (acusaciones vertidas desde la crítica cultural de izuqierda o de extrema izquierda). Aunque Alba Rico hace un análisis estimulante, sus argumentaciones sonarán a chino a la inmensa mayoría del público español que ha visto o está considerando ver la película, ya que todo en esta cinta (póster, tráiler, promoción...) indica que estamos ante una película social, que destaca por su compromiso humano, su mirada emancipadora y sus valores comunitarios.

Como explicó en Twitter el politólogo Alejandro Pérez, colaborador de la sección de Cultura de Vozpópuli, el texto de Alba Rico confirma que esa izquierda cultural anda perdida en debates y matices excéntricos e irrelevantes para el lector medio de periódicos en nuestro país (mucho más para el ciudadano medio). Alba Rico se muestra consciente de esto, y critica el autismo de la izquierda cultural de aquí, pero lo expresa de una manera ajena por completo al 90 por ciento de los lectores potenciales. Dicho de otro modo: Alba Rico denuncia el síndrome de burbuja de gran parte de la izquierda del PSOE pero los debates culturales de este sector social son tan irrelevantes que pocos lectores de Público sabrán de qué está hablando. Su costumbre de no incluir enlaces ni citas a la mayoría de textos que rebate para no crear polémica aumenta la desorientación (aunque se comprende esta opción para no perder la semana enredado en debates bizantinos típicos de la izquierda del PSOE en Madrid).

Alcarrás y la nostalgia de izquierda

El segundo aspecto polémico de su texto radica en establecer una distinción entre nostalgia aceptable y nostalgia rechazable (incluso amenazante). La frontera la sitúa -o eso deduzco yo de su columna- precisamente en que es buena la que comparte los valores políticos de Alba Rico y su grupo social de referencia (digamos Más Madrid, los círculos politizados de la izquierda de Lavapiés y la tradición marxista en general). Despacha en pocas líneas una nostalgia inquietante y 'rojiparda' a la que es necesario oponerse, sin nombrar Feria ni argumentar su distancia, mientras salva de esa quema a Carla Simón, cuando en realidad la película y el libro comparten mucho más terreno y enfoques de lo que está dispuesto a admitir. De hecho, desde un punto de vista feminista, parece cuestionable que quiera enfrentar a dos creadoras que -a tenor de sus obras y entrevistas- tienen pinta de estar de acuerdo en la mayoría de sus planteamientos artísticos y existenciales. Si alguien sienta en una mesa de debate a Simón (la presunta buena) con Simón (la presunta mala), y alguien debería hacerlo, seguramente iban a entenderse de maravilla.

El que quiere una buena novela anticapitalista o una buena película feminista no quiere una buena novela ni una buena película", resume Alba Rico con lucidez

Durante un debate de Twitter derivado del artículo, Ana Iris Simón hizo un apunte que me parece relevante: lo que cierta izquierda del PSOE no soporta de Alcarrás es que el personaje de un abuelo es firme partidario de la reconciliación nacional pendiente. Tampoco llevan bien la idea de que “la tierra es más que polvo” -los vínculos con el campo- ni el hecho de que la llamada Transición Verde en realidad va a ser perjudicial para muchísima gente de abajo. En realidad, por decirlo de manera sencilla, no hay ningún motivo para pensar que los valores de Simón (la presunta buena) están más cerca De Alba Rico que de Simón (la presunta mala). Pero, sobra decirlo, no estamos ante una cuestión de qué figura cultural acierta más en sus análisis, sino ante la constatación de que la izquierda española entiende estos debates en el plano de la exhibición de integridad política que en el de contribuir a crear y reforzar vínculos sociales.

Dicho todo esto, la columna de Alba Rico me parece oportuna, brillante a ratos, y además muy útil para profundizar en este tipo de conflictos. Uno de los párrafos explica de manera muy sencilla y directa el gran problema actual del periodismo cultural de izquierda: “El que pide y espera una novela feminista o anticapitalista o ecologista se sitúa desde el principio fuera del universo reglado en el que se escriben y se leen las buenas novelas o en el que se producen y se ven las buenas películas; el que no encuentra suficiente feminismo o suficiente anticapitalismo o suficiente ecologismo en una buena novela o en una buena película es que no ha entendido el poder de la literatura y el cine. El que quiere una buena novela anticapitalista o una buena película feminista no quiere una buena novela ni una buena película”, resume. Este párrafo breve y demoledor desautoriza la mayoría de los textos que se publican hoy en secciones de Cultura medios de izquierda (y más todavía en lo de extrema izquierda).

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