Opinión

¿Es también un bulo la productividad?

La realidad opera -como en todo comunismo- en sentido opuesto a las peregrinas ideas de la ministra: más desempleo y miseria económica

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. -

La productividad, epítome de la prosperidad, es el fundamento de la competitividad y del crecimiento económico. Los salarios reales solo pueden subir si lo hace la productividad -no al revés- y de ese modo la renta per cápita crece. La medida más clásica de la productividad es el valor de mercado de la hora trabajada, que solo aumenta con la calidad y la innovación tecnológica. La productividad total de los factores -PTF- es la medida del crecimiento económico que no puede ser explicada ni por la inversión ni por el trabajo y depende de la tecnología.

Siendo tan obviamente importante el descrito -canónicamente- concepto,  no hay noticias de que ningún miembro del gobierno haya utilizado nunca dicha palabra. Ni siquiera la ministra de trabajo, cuando decreta una reducción de las horas de trabajo que implica aritméticamente un  falso aumento de la productividad típicamente comunista, al pretender disminuirlas manteniendo la remuneración de los trabajadores. La realidad opera -como en todo comunismo- en sentido opuesto a las peregrinas ideas de la ministra: más desempleo y miseria económica. Por cierto, si tan bueno es reducir las horas de trabajo, ¿por qué no rebajarlas mucho más? Por ejemplo un 10%, pues así la aritmética comunista conseguiría aumentar  en el  mismo porcentaje  el  nivel de empleo por encima de la media de la UE. Eso sí, como las decisiones de contratar, despedir y pagar las nóminas las toma el mercado -mientras no seamos comunistas–, los resultados reales -según avanzan ya algunos estudios- serían obviamente desastrosos.

Pretende sustituir a la CEOE por una asociación fantasma, carente de representación alguna, con la parafascista escusa de estar amadrinada por la esposa del presidente

El presidente del Gobierno, por su parte, se suma también a la descalificación frontal -aún sin citarla- de la productividad -no obstante  su “doctorado” en economía– cuando presume sin recato y muy teatralmente que España está creando cada vez más empleo -el paro relativo nunca lo mienta– comparándonos así con los países más poblados del tercer mundo, caracterizados todos ellos por tener mucho más empleo y menos renta per cápita aún que nosotros. ¿Por qué no nos compara con los más ricos, con una superior  y creciente productividad, y por tanto con mayores rentas per cápita?

La Fundación del BBVA acaba de sacar a la luz un magnífico e imprescindible informe titulado El comportamiento de la productividad en España 1995-2022, que hace dos aportaciones de mucho valor:

  • Un estudio vasto, analítico, profundo y comparado de la productividad de nuestra economía.
  • Se constituye en observatorio permanente: en el Consejo de la Productividad que la UE aconsejó adoptar a todos los países y que solo España e Italia -los peores- han eludido constituir.

He aquí un resumen del citado estudio:

  • El crecimiento del PIB entre 1995-2022 se ha basado especialmente en acumulación de capital y trabajo, nada en mejoras de la PTF (Productividad Total de los Factores).
  • Nuestros niveles de productividad del capital en 2022 seguían muy por debajo de los de finales del siglo XX.
  • En productividad por hora trabajada durante el periodo 2000-2020, España ocupó el último lugar de la OCDE
  • El nivel de la PTF no había alcanzado en 2022 ni el 92% del de 1995. Llevamos más de veinticinco años sin ganancias de PTF.
  • Mientras que la PTF aumenta en la mayor parte de las economías de la OCDE, en España e Italia se reduce.
  • España ocupa la última posición en la inversión en activos intangibles -I+D, software, diseño, formación, etc-; que mientras en los países de referencia supera la de tangibles, aquí solo alcanza poco más de la mitad.
  • La falta de avance de la eficiencia productiva en España coincide con crecimientos en las demás economías, debido a: pobres resultados educativos, demasiados  universitarios titulados sin empleabilidad, una baja tasa de empleo, escasa inversión en intangibles, marco normativo que no estimula la competencia ni favorece la innovación y su difusión, un mercado de trabajo que no favorece la creación de empleo, escasa dimensión empresarial, etc...
  • La dimensión del sector productor de las TIC es muy pequeño, cuando es el más intensivo en inversión en intangibles e I+D
  • Tanto España como la UE tienen problemas de competitividad -la divergencia con EEUU no cesa de aumentar- pero es especialmente grave aquí, junto con Italia.
  • Los cinco palancas de la productividad, en las que coinciden todos los Consejos de Productividad son: inversión, capital humano, innovación, digitalización y la dinámica empresarial. A las que añaden: el comercio internacional, la política de inversión extranjera, las políticas regulatorias y de la competencia, el mercado de trabajo y las políticas industriales y regionales.

Mientras el Gobierno ignora por completo todo lo dicho sobre la productividad, y por tanto renuncia a poner remedios a su irresponsable comportamiento y ante la imposible aceptación empresarial de la disparatada propuesta de reducción de jornada, pretende sustituir a la CEOE por una asociación fantasma, carente de representación alguna, con la parafascista excusa de estar amadrinada por la esposa del presidente; una “performance” completamente inaudita en el mundo civilizado.

Al desprecio de la productividad,  el gobierno añade además disparates simpar, entre los que cabe señalar regalías  demagógicas “argentinas” de todo tipo: como aumentos infinanciables de las pensiones,  crecimiento artificioso de empleo público  y subvenciones clientelares a los amigos pillos del poder, con cargo -vía deuda pública- a quienes ni siquiera han nacido, de cuyos derechos se apropia irresponsablemente el social-comunismo gobernante.

Un escenario inquietante

Si sumamos a todo lo dicho –y perfectamente contrastable y falsable a diferencia de los bulos gubernamentales- la permanente desconsideración de la función empresarial protagonista imprescindible de la productividad, la caída de la inversión directa nacional y extranjera fruto de la desconfianza en el gobierno,  el creciente deterioro de la posición de España en todos los rankings internacionales de calidad institucional y el progresivo -y cada vez más preocupante– quebranto del Estado de Derecho que hasta -para nuestra vergüenza- la UE está tratando de frenar, el escenario no puede ser más preocupante.

En su cruzada contra los bulos, el Gobierno ha añadido a los asociados con la independencia catalana, los ERE andaluces, el Tribunal Supremo o la Constitución, la ciencia económica.

 ¿Hasta cuándo seguirá asumiendo la mayoría de la sociedad civil española los relatos de realismo mágico que, con forzada naturalidad, se han convertido en el alimento político de la otra, todavía amplia,  sociedad servil ?

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