'De aquellos polvos, estos lodos'. Una expresión que sirve para definir la crisis de la factura de la luz, el 'tarifazo' o la 'tormenta eléctrica' que se vive en 2021. El resultado del 'parche sobre parche' regulatorio que han ido colocando en el sector eléctrico español los diferentes inquilinos de la Moncloa.
Los analistas y expertos consultados que ha ido consultando Vozpópuli en esta semana decisiva destacan, entre el ingente cambio regulatorio vivido en las últimas décadas, cuatro pecados capitales: la moratoria nuclear, el olvido del carbón, el insuficiente despliegue de 'energía verde' que ha convertido al gas en un 'monstruo' y la inseguridad jurídica a los inversores.
El primer pilar llega con la decisión del Gobierno de Felipe González de la moratoria nuclear, la paralización de puesta en marcha y construcción de centrales nucleares. Una medida marcada por los diferentes percances vividos a nivel mundial de estas centrales y su demonización por parte del ecologismo. Con este movimiento, España frenó la construcción en marcha de tres centrales: Lemóniz, Valdecaballeros y la unidad dos de Trillo. Junto a ello, la prohibición de construcción de nuevas plantas de fisión.
"Por pura ideología, se ensalzó entonces el 'carbón nacional', el mejor recurso energético según ellos", recuerda un alto directivo de una eléctrica que prefiere mantener el anonimato por "la politización del actual". "Con el tiempo, se demostró que el carbón no era el adecuado y la panacea pasó a ser el gas natural que es lo que provoca que hoy generemos con los ciclos combinados de gas lo que podría generarse con la mitad de centrales nucleares que tiene Francia", añade.
El olvido de carbón
El carbón se convirtió en un enemigo de la senda 'verde'. Hasta el 2018, esta fuente de energía era una de las tres mayores vías de producción de país, gracias a las minas en Asturias, Aragón, Castilla y León. A principios de los noventa, había 146 minas con 45.000 trabajadores. Al cierre del 2020, la producción se rondaba el 2% del total de la electricidad y quedan tan solo unos 1.500 efectivos.
Una materia prima que generaba puestos de trabajo y de la que disponía de abastecimiento en su territorio. España registraba antes del cierre de las centrales térmicas un grado de autoabastecimiento de carbón del 31%, frente al 0% del gas natural y 0,2% del petróleo. Pero la senda de descarbonización de la economía ha marcado el cierre del carbón, que antes de 2030 será historia en España.
Una senda parecida están inmersos otros países europeos como Alemania. No obstante, la producción eléctrica alemana ha registrado niveles de hasta el 35% del carbón en esta crisis de 2021 y ha permitido limitar su dependencia del gas natural, pese a que el pago del precio de emisiones sea mayor con esta materia prima.
Renovables insuficientes
La moratoria de las nucleares y el cierre del carbón han condenado a España a que la apuesta por las renovables salga perfecta. Y como se ha evidencia en esta crisis, todavía, no lo es. Como defienden los expertos energéticos, como la Cátedra BP de Energía y Sostenibilidad, la eólica o hidráulica, junto con la solar, son el futuro de una generación más sostenible y eficiente que, de forma progresiva, va aumentando su capacidad de producción.
Una apuesta por las renovables que han ido cambiando entre los diferentes gobiernos de José María Aznar, José Luis Rodríguez-Zapatero, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. No obstante, la realidad es que en España, y según datos de la Asociación Empresarial Eólica, contamos con 25.704 MW de potencia acumulada. De hecho, esta energía eólica fue, en 2019, la segunda fuente de generación eléctrica peninsular. Actualmente España ocupa el quinto puesto por detrás de China, Estados Unidos, Alemania e India por potencia eólica instalada.
Esto marca la dependencia energética de España. La dependencia energética del exterior fue superior al 90%. Adicionalmente, el sector del transporte, que sigue siendo el principal emisor y consumidor de energía de la economía española, incrementó su demanda, tanto para transporte de viajeros (1,2%) como de mercancías (3,2%). La mayor parte de este aumento lo absorbió el transporte por carretera, menos eficiente y difícil de descarbonizar que otros medios como el ferrocarril.
"La explicación radica en que han crecido los precios finales del gas natural y los derivados del petróleo, así como la demanda de aquellos sectores más demandantes de estos vectores energéticos, especialmente el transporte. La única solución a este respecto, más allá de mejoras en la fiscalidad que pueden ser únicamente transferencias, es la promoción del ahorro energético, y la reducción de la dependencia de los combustibles fósiles, cuyos precios y volatilidad están fuera de nuestro control", explican los expertos de BP.
Batalla por el gas
Y, en plena recuperación de la crisis de la pandemia, España y el resto de países europeos han intentado solucionar la 'juventud' de las renovables para completar la demanda con el gas. Algo que ha provocado el aumento del precio de electricidad más feroz de la historia que está marcado por el incremento de los precios de gas mundiales y la elevada cotización de las emisiones de CO2 (la multa que hay que pagar por quemar este gas), que sigue escalando gracias al impulso de la Unión Europea a las políticas de descarbonización.
El estrés del mercado del gas viene marcado por la crisis que se vivió este mes de enero en todo el planeta con una ola de frío que desató una crisis de suministro de gas para los consumidores. "La escasez de gas en Europa, por la combinación de las bajas importaciones de gas natural licuado (GNL), condicionadas por la presión de la demanda asiática, y un volumen muy bajo de flujo en los gaseoductos rusos, han disparado el precio del gas un 1000% en el último año", comentan los expertos del Grupo ASE sobre la situación actual.
El gas ha subido tanto que ahora mismo las plantas de carbón resultan competitivas. En los últimos meses, Alemania ha reducido su producción eléctrica con gas en un 36% a la vez que ha duplicado su generación con carbón. Algo parecido ha ocurrido en Reino Unido y Holanda. Este tirón en la demanda de carbón ha elevado su precio un 1000% en el último año.
"En estos momentos las reservas europeas de gas se encuentran al 60% de su capacidad, más de 20 puntos menos que hace un año y muy por debajo de su media en estas fechas. Europa va a afrontar el invierno con unas reservas significativamente más bajas de lo habitual", puntualizan desde el Grupo ASE.
Si el invierno es frío en Europa o Asia, el precio del gas se podría elevar aún más que el año pasado, dado que entonces Europa contaba con una amplia reserva. Sin apenas nucleares como Francia o sin carbón como Alemania, el futuro a corto plazo de la política energética de España está condicionada a esta materia prima hasta que las renovables estén a la altura.