Las cartas amenazantes que en las últimas semanas han recibido políticos como Pablo Iglesias, Fernando Grande-Marlaska, María Gámez, Reyes Maroto, Isabel Díaz Ayuso o José Luis Rodríguez Zapatero no son únicas. Como si les fuera en el sueldo, los representantes públicos reciben continuamente todo tipo de misivas, algunas de ellas insospechadas. Desde un concejal de pueblo hasta en la mismísima Moncloa, están habituados a las misivas más curiosas: amenazas de suicidio, cartas de amor o piel 'humana'.
Propuestas de letras para el himno de España, peticiones de empleo o autógrafos, anónimos amenazantes, quincenas de cajas de expedientes judiciales, regalos de diversa índole… La lista de paquetes con todo tipo de extravagancias es interminable, explican a Vozpópuli algunas de las personas que en la última década han trabajado en el complejo administrativo de La Moncloa, un fortín al que “no entra un casquillo de bala” por las fuertes medidas de seguridad que existen: “Si entrara una bala, alguien se iría a la calle”. Hasta se examinan químicamente determinados paquetes sospechosos para evitar el riesgo de un ataque biológico.
Para quien ha trabajado en las oficinas de Atención al Ciudadano en Moncloa, “las balas son poco” en comparación con lo que ha visto. A las dependencias de Presidencia del Gobierno llega una cantidad ingente de cartas cada día. Solo en su primer año como presidente, Pedro Sánchez recibió 60.000 comunicaciones en Moncloa. Y todas ellas se responden, cuentan con un número de expediente administrativo propio y tienen su eco en las instancias correspondientes: “Hay una conciencia importante en ese sentido… Se despachan con los jefes y a ellos también les sirve como termómetro social”.
Son en su mayoría cartas convencionales mediante las que los ciudadanos piden información sobre asuntos concretos, critican actuaciones o insuflan ánimos. Hasta cartas de amor de una señora enamorada de Jorge Moragas durante su etapa como director de Gabinete de Presidencia del Gobierno. "Hay mil anécdotas", como la de aquella otra mujer que llamaba puntualmente todas las semanas solo para hablar. O cintas de vídeo como prueba adjuntas a la denuncia de un señor que criticaba el exceso de “carne” femenina en televisión. Tampoco han faltado las amenazas de muerte y los insultos, que se intensifican con la desesperación en los años de crisis.
Rajoy y la piel de los ciudadanos
En los pasillos de Moncloa todavía recuerdan un extraño paquete dirigido a Mariano Rajoy. En su interior, un trozo de piel 'humana'. Al menos, eso pensaron los trabajadores de la oficina que hace casi una década revisaron el contenido. Incluía una carta en la que el remitente justificaba su envío: quería que el entonces presidente del Gobierno se pusiera "en la piel de un ciudadano", y para ello confección un pedazo de plástico con apariencia de pellejo.
Una persona envió a Rajoy un pedazo de pellejo sintético aparentemente humano para que el entonces presidente del Gobierno se pusiera "en la piel de los ciudadanos"
Uno de los asuntos más turbios de los últimos años se produjo con Soraya Sáenz de Santamaría al frente de la Vicepresidencia del Gobierno. A sus oficinas llegó una carta con una amenaza… de suicidio. “Escribió una persona que dijo que se iba a presentar en Moncloa y que se iba a tirar desde un puente si no era recibida por la vicepresidenta”, apunta uno de los trabajadores del complejo: “Esa persona insistía en que tenía que ser ella en persona”.
El remitente se personó en las dependencias de Moncloa un sábado. El personal de seguridad del complejo estaba alertado y estableció un dispositivo para evitar un desenlace fatal: “Esa persona llegó y se vio que no estaba bien, que sufría algún tipo de trastorno y avisamos a los servicios de un centro psiquiátrico y conseguimos que aceptara ser ingresada… Creo que refleja bien cómo las cosas se toman en serio”.
"Problemas reales", lo peor
“La necesidad de esta persona no era política, sino psicológica”, asevera la fuente referida, que coincide con otras tantas que apuntan en la misma línea: “Al final hay mucha gente que escribe y cuando lees las cartas se ve que algunos no está bien”. “Quien sale por la tele al final está expuesto a eso… Genera un fenómeno fan, y por otro, de mucho odio”, entiende uno de los trabajadores, que recuerda que hasta ahora no se había hecho publicidad de las amenazas: “Se daba traslado a la dirección de seguridad y se tomaba nota, pero nunca se daban a conocer para evitar el efecto llamada, porque esa gente busca su minuto de gloria”.
"Había una confianza absoluta en la Policía Nacional y la Guardia Civil", recalca otra persona que ha también ha trabajado en la oficina de Atención al Ciudadano de Moncloa. La misma insiste en que las amenazas no eran lo peor, sino "los problemas reales": "Una vez nos escribió un persona que necesitaba un trabajo y no podía conseguirlo mientras no se le quitasen los antecedentes penales". "Ese tipo de cartas no eran un trago fácil", se sincera, satisfecho con los esfuerzos para atender este tipo de peticiones: "No podía haber privilegiados, pero tratábamos de ayudar a la gente en la medida de lo posible, incluso dando consejos, aunque entiendo que ese tipo de comunicaciones pueden generar frustración".