"He convivido durante horas con la mayor concentración de pena y pánico que se puede concebir". Así arranca el libro del que era director general de Emergencias de Madrid en los atentados del 11M, con el que salda la deuda de contar lo que sintió aquellos días.
Alfonso del Álamo Giménez, médico experimentado y curtido en intervenciones en países como Guinea Ecuatorial o Nicaragua, no había vivido nada comparable a los atentados del 11 de marzo de 2004, de los que el sábado se cumplen trece años; ni lo esperaba.
Llevaba únicamente cinco meses como director general de Emergencias y Protección Civil del Ayuntamiento de Madrid cuando el jefe de bomberos y el jefe del Samur le llamaron casi a la vez para contarle que mandaban efectivos a al menos dos lugares en los que parecía que había explosiones con heridos y fallecidos.
"Crónica emocional"
Ahora publica el libro '11M, el honor de servir', una "crónica emocional" en primera persona con la que el entonces máximo responsable de las emergencias de la capital quiere "rellenar una pequeña parte de una laguna" con las experiencias de los que vivieron de alguna manera la tragedia, "para saldar una deuda que tenemos pendiente" y terminar de superar el duelo.
En su opinión, durante las primeras 42 horas tras los atentados -que dejaron 191 fallecidos, 250 heridos graves y más de mil leves- no hubo tiempo para reflexionar ni para los afectados ni, sobre todo, para quienes actuaron en los dispositivos de emergencia. Y luego "nadie se atrevió a relatarlo", ha explicado Del Álamo en la rueda de prensa previa a la presentación del libro esta tarde.
"El gran silencio"
Harto de escuchar año tras año, en los sucesivos aniversarios del 11M, la frase "no tengo palabras para describir lo que viví", el médico relata cómo vio cosas inimaginables, convivió "con la mayor concentración de pena y pánico que se pueda concebir" y tomó decisiones que supusieron un impacto para mucha gente, concluyendo que cumplió con su deber y "con el honor de servir".
Recuerda especialmente "la irrealidad", "la sensación de estar en un espacio onírico" y sobre todo "el gran silencio" en la estación de Atocha poco después de la explosión de uno de los trenes, a pesar de que había decenas de sanitarios, policías y heridos graves.
También la dura sensación que le supuso entrar "en el océano del dolor" en el que se convirtió el pabellón 6 del Ifema, donde se reunieron los cadáveres para que fueran identificados por las familias y hacerles las autopsias.
"Los madrileños son gente que habitualmente se toma poco en serio pero que en las grandes ocasiones sacan un espíritu generoso y una imbatible voluntad de no dejarse derrotar"
Una de las muchas decisiones que tomaron los responsables de Emergencias del Ayuntamiento de Madrid fue mantener juntos a los familiares de las víctimas, lo que valió para "modular y contener sus sentimientos". Del Álamo aprendió ese día que no hay que decir "nunca que no a las familias, porque con las familias nunca se discute, aunque no siempre tengan la razón".
Mejorar protocolos
Fueron 42 horas seguidas "sin quitarse los calcetines" en las que tanto sanitarios como bomberos, policías y también "toda la ciudad de Madrid" se volcó en la tragedia. "Los madrileños son gente que habitualmente se toma poco en serio, algo anárquicos y descreídos, pero que en las grandes ocasiones sacan un espíritu generoso y una imbatible voluntad de no dejarse derrotar", escribe en su libro.
La tragedia del 11M sirvió para mejorar protocolos sanitarios y la coordinación de servicios, y por ejemplo ahora el Samur y el Summa cuentan con cuatro puestos médicos avanzados en lugar de dos. No se ha conseguido, sin embargo, "hacer un Anatómico Forense en condiciones", ha recordado Del Álamo, que lamenta que cuatro años después, en 2008, los fallecidos en el accidente del avión de Spanair tuvieron que ser trasladados de nuevo al Ifema.