El miércoles pasado fue un mal día para Francisco Correa. Acostumbrado a controlarlo todo y a todos, lo que estaba oyendo en la sala de vista donde se le juzga junto a otras 36 personas por la primera etapa de la trama Gürtel no le gustaba. Declaraba su exmujer, María del Carmen Rodríguez Quijano, y su testimonio lleno de dudas y de "no me acuerdo" le parecía perjudicial para ella misma. Por ello, se pasaba la mano por el pelo una y otra vez en un claro gesto de desesperación. Negaba una y otra vez con la cabeza. Comentaba con su compañero de banquillo, su 'lugarteniente' Pablo Crespo, y con exalcalde de Majadahonda, Guillermo Ortega, sentado justo detrás. Tanto se movía y hablaba, que el presidente del Tribunal, el magistrado Ángel Hurtado, termino por llamarle la atención. A partir de ese momento, decidió seguir el resto de la jornada con la cabeza sujeta entre sus manos apoyados los codos en las piernas. Al menos, dentro de la sala, porque en los recesos volvía a esa hiperactividad del que, en el fondo, sigue actuando como 'Don Vito'.
El día que declaró su exmujer, Correa aprovechó los recesos para recriminarle el contenido de su testimonio y darle instrucciones de cómo debía hacerlo
Es la segunda vez en las más de veinte sesiones que acumula ya el juicio de Gürtel que el Tribunal le reprende. La otra vez fue cuando declaró una de sus 'enemigas', la exempleada Isabel Jordán. Y también fue por comentar en voz baja, pero audible, lo que estaba desgranando ante los magistrado la que durante varios años fuera una de las piezas claves de su trama empresarial. Ella escuchaba sus murmullos y se quejó. El juez Hurtado advirtió a Correa. Fue un ejemplo más de que siempre está atento a lo que ocurre en la sala, aunque no se le ha visto tomar notas en un cuaderno como, por ejemplo, sí hace Pablo Crespo. Él escucha. Eso sí, sin perder la compostura y ese aspecto de 'dandy' que ha seguido cultivando durante todo el juicio. Sólo se ha desprendido de la corbata algunos viernes para mostrar un 'look' ligeramente más informal. Eso sí, la gomina nunca falta en el cabello encanecido de Correa. Como tampoco su afán por controlar todo lo que ocurre. Después de estar durante once horas contestando a la Fiscalía Anticorrupción en una pseudoconfesión con la que pretendía exculpar a la mayor parte de sus compañeros de banquillo, da muestras de no soportar que los que han ido compareciendo los días siguientes no hagan bien 'los deberes' y puedan arruinar su 'sacrificio' por exculparles.
Le pasó el miércoles con su ex mujer, a la que reprendía en los recesos de la vista. Es en esos minutos, en los que procesados, abogados y los pocos periodistas que siguen las sesiones 'in situ' se mezclan, hablan y cruzan miradas, cuando se puede ver al Correa más cercano a 'Don Vito'. Es día se le vio explicar a Carmen Rodríguez Quijano qué tenía que decir, discutir con el abogado de ésta cuál debía ser su estrategia, protestar en voz alta porque ésta no había sido capaz ni de recordar la fecha de nacimiento de su hija y dejar bien claro a otros procesados qué hubiera respondido él a algunas de las preguntas más comprometedoras que había planteado la Fiscalía Anticorrupción durante el interrogatorio. Hay quién asegura que, incluso, llegó a lanzar alguna metafórica amenaza verbal entre dientes.
Buscar su aprobación
Por ello, no es extraño que algunos procesados hayan buscado su aprobación cuando terminaban de declarar. Era curioso ver a Alicia Mínguez, la 'chica de las facturas', como acudía inmediatamente a él cuando el Tribunal hacía un alto en su testimonio. La 'benjamín' del banquillo parecía anhelar que su antiguo jefe le dijera que lo estaba haciendo bien. Y lo hacía antes, incluso, que con su propio abogado defensor. Correa no le privó de sus consejos, que suele acompañar moviendo su mano derecha con el dedo índice extendido. Un gesto que también utilizó, por ejemplo, cuando al término de su declaración uno de sus hombres de confianza en la trama, Álvaro Pérez, 'El Bigotes', se le acercó para recriminarle la falta de contundencia en algunas de sus afirmaciones. "Cambio de impresiones", lo denominaron ellos, pero Correa mostraba cara de pocos amigos y, por supuesto, el dedo índice en alto para contestar a su histriónico compañero de banquillo.
'Don Vito' nunca va a por los botes de 'Coca-Cola' que consume uno tras otros. Guillermo Ortega, el exalcalde de Majadahonda, se encarga de traérselos de la máquina
Sin embargo, el caso más llamativo de 'subordinación' a Correa durante el juicio es el de Guillermo Ortega, el siempre sonriente y orondo exalcalde de Majadahonda, quien se sienta detrás de él en el banquillo. No es extraño ver en los recesos cómo 'Don Vito' le da alguna moneda para que baje a la máquina de bebidas que hay en el sótano del edificio y le suba los botes de 'Coca-Cola' que consume uno tras otros. Parece que no le gusta hacer cola frente al dispensador de café, botellines de agua y refrescos y mezclarse en dicha tarea con abogados, otros procesados y periodistas. Ortega, servicial, hace de recadero para el 'jefe'. Al fin y al cabo, también es el padrino de su hijo.
'Peñitas' y el Mini
Con los periodistas es más distante. Sólo admite que se le acerquen algunos en esos momentos de descanso. Con el resto marca las distancias. Unas veces, con frases cortantes. Otras, simplemente con la mirada. Incluso, con la indiferencia de dar la espalda. Con los otros procesados, también marca diferencias. Habla con casi todos, menos con Luis Bárcenas, convertido en su gran enemigo mediático y judicial. Tampoco lo hace con José Luis Peñas, el exconcejal que destapó la trama y le ha llevado hasta el banquillo. Aunque con éste a veces tiene gestos, aunque sean siempre teñidos de cierta prepotencia. Se le ha oído dirigirse a él como "Peñitas" con tono displicente. Y eso que cuando declaró intentó dar la imagen de que no le guardaba rencor. "Podría decir aquí, después del daño sufrido, que [ese dinero] era para Pepe Peñas, pero no es así...", dijo. Eso sí, el coche con el que va a diario a la sede de la Audiencia Nacional donde se celebra la vista, a una veintena de kilómetros de Madrid, es el célebre Mini que puso al nombre del delator, el cual sigue sufriendo la recepción continúa de multas por mal aparcamiento, exceso de velocidad y saltarse semáforos. Es también el mismo vehículo con el que ya se le ha visto hacer un par de 'pirulas' los días del juicio para dar esquinazo a los periodistas.
Cuando declaró, Correa dejó bien claro que ya no le gusta que se refieran a él como 'Don Vito', un mote cinematográfico que se autoadjudicó en su época de máximo auge
Correa se sabe el epicentro del caso, sobre todo en las últimas sesiones del juicio, en el que el tribunal ha permitido a su gran rival mediático, Bárcenas, ausentarse de la vista. Un egocentrismo que pareció no saciarse ni cuando durante los días que duró su declaración se supo el centro de atención de toda España. Entonces no dudó en rebautizar todo el sumario como el 'caso Correa' para demostrar que él era el principio y fin de toda la causa. Aquellos días aseguró una y otra vez que él era quien tomaba las decisiones, quien entregaba los sobres con dinero en metálico a los cargos públicos... De hecho, no dudó en insistir una y otra vez ante el Tribunal que lo que él pretendía con su pseudoconfesión era "que lo sepa España entera". Lo que no le gusta tanto es de que se siga usando con él ese mote con reminiscencia cinematográficas con el que le llamaban y que, de hecho, él mismo se autoadjudicó en sus años de máximo auge, cuando se creía intocable. "¿Tengo pinta de 'Don Vito'?", le dijo a la fiscal casi enfadado entonces. Sin embargo, su forma de actuar durante el juicio le hacen más acreedor que nunca del mismo.