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Debatidos, no agitados

Al llegar las elecciones llegan, inevitablemente, los debates entre candidatos. Dicen los expertos que no s

  • Debate electoral a siete para las elecciones vascas del 21A -

Al llegar las elecciones llegan, inevitablemente, los debates entre candidatos. Dicen los expertos que no suelen alterar demasiado la intención de voto. Hombre, por la manera en la que se organizan tampoco es de extrañar. Son una especie de cajón desastre donde, de entrada, los presentadores suelen ser en el mejor de los casos de cartón piedra; cada político va a su rollo, se lleva esas cartulinas en las que aparecen gráficos, numeritos o portadas de diario, se tiran por la cabeza la cacharrería de la familia, hacen esa gilipolluá del minuto de oro y a casa. Los medios ya dirán quién ha salido vencedor y a quién lo han devuelto al corral por manso.

Ya hemos tenido el primer debate de campaña en las vascongadas, que ahí son las primeras elecciones programadas. RTVE ha salido gritando eufórica a los cuatro vientos que la reunión de candidatos organizada por la Espantosa ha sido la leche: lo más visto en su franja de emisión en aquella autonomía con 214.000 espectadores, lo que supone una media del 14% de cuota de pantalla en la 1 y en el Canal 24 horas. Tiene mérito si se añade que duró 108 minutos. Los presentadores fueron el inefable Xabier Fortes y Teresa Aguiló, lo que excusa comentarios. Que fue un rollazo como una catedral tampoco, porque somos plúmbeos, acartonados y en según qué casos, faltones. No hablaré sobre si son veraces en sus promesas porque sería entrar en el género de la comedia y no es el tema del artículo.

¿En qué o en quién influye que los candidatos se hayan cascado casi dos horas dale que dale ante las cámaras? Pues en nada. Y es que el modelo de debate electoral está agotado, al igual que los ciudadanos

Esto me lleva a pensar en que el País Vasco tiene una población de 2.227.581 habitantes. Están llamados a las urnas – expresión al uso como es la de serpiente multicolor aplicada al ciclismo – 1.795.206 ciudadanos. Vascos que vivan en el extranjero, y no me refiero al resto de España, se hay 82.882. Y el debate del que tanto se jacta RTVE lo han visto solo 214.000 personas. La mínima expresión. ¿En qué o en quién influye que los candidatos se hayan cascado casi dos horas dale que dale ante las cámaras? Pues en nada. Y es que el modelo de debate electoral está agotado, al igual que los ciudadanos. La política en España se ha convertido en algo aburridísimo por el simple hecho de que todos ya sabemos de antemano lo que van a decir por sus boquitas de piñón quienes se nos presentan como nuestros salvadores, nuestros imprescindibles padres de la patria, o de la matria o del Dios que los menea. Eso, y que la gente suele tener más que pensado lo que va a votar, máxime en este momento en que la cosa va de "Lo que sea con tal de que no gobierne la derecha" o "Lo que sea con tal de echar a Sánchez y su banda". Con una sociedad tan polarizada por culpa de esos mismos políticos que van al plató poniendo cara de bonico no hay quien crea que un debate sirva para nada. Porque la confrontación de ideas, de programas, de soluciones, de proyectos, de visión de Estado, se queda para los del extranjero.

Así las cosas, en lugar de tanta elección y tanto pito, servidor es partidario de proceder como el alcalde de “Amanece que no es poco” – ¡inolvidable Rafael Alonso! -convoca de un día para otro elecciones y cuando alguien dice que habrá que hacer campaña, éste responde “No hace falta, que aquí ya nos conocemos todos”. Roguemos al Señor por unos debates no agitados, simplemente debatidos, si puede ser a las cinco de la madrugada. Que pasen discretitos porque son, de natural, perfectamente olvidables. Ah, y que si la Guardia Civil no sale elegida sea porque ha ganado la secreta.

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