El destino ha querido que los tres festivales catalanes escogidos para acoger macropruebas piloto se hayan celebrado en un momento del verano en que los índices de contagios de coronavirus están disparados. Se celebró el Vida el pasado fin de semana con una primera jornada caótica en la zona de test de antígenos. Se celebró también el Canet Rock con más de 21.000 asistentes. Y tras unos días en que la quinta ola no ha dejado de crecer, este fin de semana ha sido el turno del Cruïlla. El mantra-hashtag de la #CulturaSegura ha calado tanto que se ha confiado en que los festivales eran espacios en los que nada malo podía ocurrir. Y, mucho menos, contagiarse. Pero a lo largo de la semana han aparecido casos que indicaban lo contrario. Empezamos con el más rocambolesco e inquietante.
El malagueño Javier Calahorro es arquitecto y tras año y medio de pandemia se moría de ganas de bailar. “Casi más que de ver a mis amigos”, bromea. Quedaron unos cuantos para ir al Vida, el primer festival sin distanciamiento social. Calahorro se ha sometido estos meses a otros cinco tests porque su trabajo le ha obligado a tomar vuelos. Conoce perfectamente la sensación que le genera que le introduzcan un bastoncillo en las fosas nasales: “A mí me saltan las lágrimas, me pica la nariz… Tengo bastante sensibilidad”, explica. Pero el jueves cuando le hicieron el test en la entrada del Vida no sintió nada de eso. Ni el viernes. Ni el sábado. Algún día incluso se quejó: “¡Oye, no me lo has metido hasta atrás!”
Otros asistentes explican lo mismo: que les introducían el bastoncillo hasta la mitad de la nariz. Un trabajador del festival explica que le dieron el resultado positivo en apenas un minuto. Demasiado rápido, pensaba. Calahorro entró en el recinto cada día con la seguridad de sentirse sano y rodeado de gente sana. Durante año y medio se ha comportado y como no ha hecho locuras no se ha contagiado. En teoría, aquí iba a ser igual. Entraba en un espacio seguro. Lo que se encontró fue “un 90% de gente sin mascarilla". La gente decía: ‘¡somos todos negativos!’. Se supone que los positivos no entraban. El ambiente era relajado. Y al final te relajas”, reconoce. “Yo mismo la llevé puesta cuando fui a pedir la primera cerveza, pero al cabo de un rato ya me la había quitado. Nadie vigilaba”. Lo que ocurrió después no les sorprenderá.
¿Negligencia de la organización?
“El lunes empecé a sentir mareos. Fui a trabajar, pero por la tarde me volví a casa. Estaba muy cansado y empecé a tener fiebre. Llegué a 38. El martes ya no fui a trabajar y supe que otro compañero de trabajo que fue al festival estaba confinado porque una amiga con la que había ido al festival había dado positivo”, explica. Una amiga con la que Calahorro había estado. Pronto sabría que más gente de su círculo de amistades también había dado positivo. Tenía claro que él también había pillado. En ese momento, todavía pensaba que era un precio a pagar razonable por lo bien que se lo había pasado. Pronto cambiaría de opinión. Porque ahora viene el giro de guion.
Para no causar heridas en las fosas nasales de la gente, las inserciones fueron más superficiales
El miércoles por la mañana Calahorro acudió al CAP Raval Sud de Barcelona. Los síntomas eran claros. El test de antígenos dio positivo, pero la confirmación le llegó casi antes de la prueba. La enfermera que lo atendió le dijo: “A ti te conozco. Yo te hice el test en el Vida”. También le contó que era probable que se hubiese contagiado porque el sistema de detección de positivos había fallado. Y no, por culpa del personal que hizo las pruebas, sino porque la organización les proporcionó unos bastoncillos más gruesos de lo normal y de punta redonda: los que se usan para muestras de garganta. Ante esa situación y para no causar heridas en las fosas nasales de la gente, las inserciones fueron más superficiales, le explicó la enfermera.
El viernes por la tarde, Calahorro ya había experimentado los efectos más severos del contagio. “Ahora estoy un poco mejor, pero lo he pasado fatal. Y no pienso volver a un festival hasta que no haya pasado todo esto”, perjura. De la veintena de amigos con los que asistió al festival, han dado positivo once. Alguno es asintomático. Otro tenía las dos vacunas. Explica su caso sin miedo a represalias. “¿Qué me pueden hacer? ¿Prohibirme entrar al festival?”, suelta.
Una ciudad callada
Este último comentario de Calahorro tiene toda la razón de ser. En Vilanova i la Geltrú, la localidad en la que se celebra el Vida, los contagios están disparados desde hace días. Especialmente, entre gente que acudió al festival. Pero nadie quiere hablar. “En el fondo esto es un pueblo y nos conocemos todos. Aquí mucha gente tiene relación con el festival. El que no les lleva los bocadillos, les hace las butifarras o tiene una prima que trabaja en la empresa”, advierte una persona indirectamente vinculada al Vida que no quiere dar su nombre.
Una persona que trabajó en el Vida el pasado fin de semana y que tampoco quiere dar su nombre confirma que tres de los seis amigos del círculo íntimo con el que vio los conciertos del festival se han contagiado. Imposible confirmar al 100% que contrajesen la covid en el recinto, pues estuvieron en otros lugares ese fin de semana. De esas tres personas, dos trabajaron en el festival y si se contagiaron en otro lugar, al día siguiente introdujeron el virus en el Vida porque se hicieron el test cada día y cada día dieron negativo… Hasta que a la semana siguiente han dado positivo. Esta voz anónima ha dado negativo. Se ha salvado. Pero sigue confinada en casa como tantos y tantos vilanovenses.
Fui con mascarilla casi el 100% del rato. ¡Y yo era el raro! No me movía de la mesa de sonido por miedo", explica Picón
En el Hospital Sant Camil de Sant Pere de Ribes, el centro de referencia sanitaria de la comarca del Garraf, la doctora Elena Martí, jefa de guardia del servicio de urgencias, no tiene duda de que están afrontando un brote elevado de contagios. “Como los CAPs de la zona están ya colapsados, en los últimos diez días hemos tenido una avalancha de gente. En alguna guardia hemos hecho veinte test de antígenos en pocas horas. Esto no nos había pasado casi ni en la primera ola”. Y, sí, la mayoría dan positivo. “Lo que no podemos asegurar”, puntualiza la doctora Martí, “es que se hayan contagiado en el Vida porque estos días también se ha celebrado la fiesta mayor de Sant Pere de Ribes”.
Músicos contagiados
La Ludwig Band es un sexteto catalán que acudió el Vida el pasado sábado. Días después, cuatro de ellos daban positivo. Lo mismo: nadie puede saber al 100% si el origen del contagio fue su presencia en el festival. La consecuencia sí que es 100% irrefutable: han tenido que cancelar un concierto este fin de semana. Por lo tanto, la organización y el público del evento cancelado son víctimas colaterales de esta situación tan ajena. Algunas voces ya apuntan a que el plan de los tres festivales-prueba que tenían que ayudar a ver la luz al negocio de la música en vivo pueden haberlo enterrado unos cuantos meses más.
Sergio Picón es uno de los impulsores del AM Fest, festival barcelonés que hace un par de meses canceló su edición de otoño de 2021 para no poner a su público en situaciones incómodas o peligrosas. También es técnico de sonido y acudió al Vida a sonorizar el directo de dos bandas. “Fui con mascarilla casi el 100% del rato. ¡Y yo era el raro! No me movía de la mesa de sonido por miedo. En cuanto te metías entre el público, el 85% de gente estaba cantando y gritando sin mascarilla”, relata. Picón conoce de primera mano casos aún más rocambolescos de contagio: un grupo a 800 kilómetros de distancia que no tocó ni visitó el Vida, pero que se ha contagiado a través de una persona que sí fue al festival y se trajo el virus de vuelta a casa. Este grupo cancelará la próxima semana varios conciertos que tenía programados desde hace meses. Sin haberse expuesto innecesariamente. Sin haber actuado en un festival incapaz de garantizar su salud. Solo por comer con alguien que fue al Vida.
"Muy grave", la actitud de la Generalitat
A lo largo de la semana ha aumentado el temor entre parte del público. Ya no veían tan claro que un macrofestival fuese un espacio tan seguro. Se ha dado el caso de personas que había comprado entradas para el Cruïlla hace un mes, cuando la situación epidemiológica estaba controlada, y querían devolverlas. Pero el miedo al contagio no forma parte de los motivos de devolución de entrada que establecen los festivales-piloto catalanes. En las condiciones de la entrada de los tres eventos sí aparece, en cambio, una misma frase: “El asistente asume que la asistencia al evento implica un riesgo de exposición al Covid-19 y libera de responsabilidad a la organización de un eventual contagio”.
Es muy grave, por parte de la Generalitat, tirar adelante con un festival cuando te está explotando en las manos (el aumento de contagios)”
El conseller de Salut de la Generalitat Josep Maria Argimon se mostraba visiblemente molesto a principios de semana tras ver imágenes de público sin mascarilla en el Vida y el Canet Rock. “No son imágenes que se puedan repetir. Hemos hablado con Cruïlla y espero que no se vuelvan a repetir”, insistió. Se han repetido, por supuesto. Picón considera que “muy grave, por parte de la Generalitat, tirar adelante con un festival cuando te está explotando en las manos (el aumento de contagios)”. El lunes anterior al Vida se contabilizaron 952 positivos nuevos en Cataluña. El lunes anterior, 497. El lunes siguiente eran ya 3.563. Hoy se han contabilizado 8.402. La tendencia es clara. “Puedo entender que no se suspendieran el Vida y el Canet Rock, pero no suspender el Cruïlla sabiendo que han fallado los tests… ¡Es un tema de salud pública!”, exclama.
La preocupación es creciente y aunque lo que domina ahora en el gremio es la discreción, el silencio de algunos es tan elocuente como la opinión de otros. Picón no quiere callar. “Aquella idea de cultura segura la garantiza hacerse un test y llevar la mascarilla. Si el test está mal hecho y no llevas mascarilla, te estás saltando las dos únicas condiciones que había”, concluye. “Una parte del acuerdo no se ha cumplido”, lamenta, refiriéndose a los tests. “Pero dentro del recinto nadie te decía ‘ponte la mascarilla’. Y en el backstage ya era exageradísimo. Nadie iba con mascarilla. Nadie. Ni uno. Nadie”, insiste.
Picón no tiene duda: “Se han cargado el concepto de cultura segura”.