La parte central del escenario del Corral de la Morería madrileño se ilumina y Benito Bernal comienza a rasguear su guitarra española. Frente a él se sitúa Eduardo Guerrero, bailaor y artista, solemne en las tablas, con cabello y barba de Jesucristo y poseedor de esa capacidad tan especial de hacer que el público se sume a su liturgia flamenca. El guitarrista mira fijamente al artista mientras toca las primeras notas. Los asistentes enmudecen mientras Guerrero comienza su espectáculo. Sus pies golpean y eso inicia una especie de trance imperdible. A sus espaldas, el cuatro 'Pelando la pava', de Juan Barba. En las mesas, turistas de distintos lugares que intuyen que van a ver algo nuevo para ellos y en cierto modo irrepetible.
Es Origen. ¿Cómo definirlo? Es un derroche perfectamente medido. Es delicadeza y rabia. Es flamenco de raíz profunda, pero heterodoxo, del que definen como vanguardista. Es un bailaor que se pone al límite de sus fuerzas con taconeos que no cesan, que a veces acompaña de un grito y de un gemido. Eduardo Guerrero baila, interpreta, se agarra de las columnas del tablao y baja del escenario para moverse entre las mesas y taconear. Origen puede definirse como un desafío. Porque no es canónico, pero es de un nivel excepcional. Y porque mantiene su intensidad durante su hora y cuarto de duración, hasta que el público se levanta y rompe en aplausos y olés.
Guerrero va vestido de Palomo Spain y no se guarda nada. No especula. En el escenario, por separado o a la vez, está acompañado por la bailaora Sara Jiménez (extraordinaria), las cantaoras Ángeles Toledano y Ana Polanco. Cuando aparece Guerrero, le acompañan y le elevan. El espectáculo lo terminan todos sobre el escenario. Hay un momento en el que el bailaor se esquina en el escenario, adopta una expresión solmene y comienza a taconear de forma frenética. ¿Cómo es capaz de mantener tanto tiempo ese baile, que es rápido... vivaz? Ahí lleva la actuación al terreno de lo irracional. Desafía lo imposible.
Carrera internacional
Eduardo Guerrero (1983, Cádiz) se define como un apasionado por la moda que es una figura en España, pero que también ha bailado en algunos templos internacionales de Brasil (Río de Janeiro, São Paulo y Brasilia), India (Nueva Delhi, Chandigarh y Bombay) y, próximamente, en Francia (París). Además, ha sido estrella invitada en el Teatro Bolshói de Moscú o en el Teatro Real.
Con su espectáculo Debajo de los pies obtuvo el Premio Lorca de las Artes Escénicas al mejor intérprete masculino de danza flamenca (2022). Próximamente, estrenará Bailar no es sólo bailar en el Festival de Jerez. Lo hará el 2 de marzo. Hasta el 28 de febrero, estará en el Corral de la Morería.
“Es mi aportación a esa vanguardia, desde la raíz y desde mi personalidad. ‘Origen’ es soñarme a mí mismo en la interpretación de un escenario mítico. ‘Origen’ es traspasar las fronteras de este escenario, crear un diálogo directo con el público, sumergirlo en el sueño de un viaje que mezcla fantasía y realidad”, indica Guerrero.
Comenzó a bailar a los seis años en la escuela de Carmen Guerrero de Cádiz con maestros de la talla de Mario Maya, Antonio Canales, Manolo Marín y Chiqui de Jerez, entre otros. Más tarde, estudió Danza Española en el Conservatorio de Danza de Cádiz y, posteriormente, amplió sus conocimientos de Danza Contemporánea con David Greenall y de Clásica con Montserrat Marín. A partir de 2002 empezó a trabajar con artistas y compañías como Aída Gómez, Eva Yerbabuena, Rocío Molina, el Ballet Español de Murcia –bajo la dirección de Javier Latorre–, la Compañía de Rafael Aguilar, con Amador Rojas, Antonio Canales o David Palomar.