¿Por qué importa Licorice pizza? Antes de ser licuado por Hollywood y la Marvel con sus Spiderman, el realizador Marc Webb, formado en la industria del videoclip, rodó una de las comedias románticas más importantes de los últimos años, (500) días juntos, una delicia que no para de acumular fans nostálgicos del subgénero entendido en su faceta más creíble y menos sonrojante . En ella, Summer, interpretada por Zooey Deschanel y razón del doble sentido del título original del film, (500) Days of Summer, y Tom (Jospeh Gordon-Levitt) se enamoraban, buena ella no, mientras compraban discos, oían música, iban al cine o hacían el amor. Lo normal, o lo que debería ser normal, en una pareja de jóvenes más o menos inquietos (o eso opinamos en Vozpópuli).
En Licorice Pizza –nombre de una cadena de tiendas de discos ya desaparecida pero todavía activa en la web que no aparece en la película–, la última película del once veces nominado al Oscar Paul Thomas Anderson, los que se enamoran son Alana (Alana Haim, de la banda de pop Aim, su familia, que también interviene en la película) y Gary (Cooper Hoffman, hijo del desaparecido Philip Seymour Hoffman) y no hacen nada de lo anterior, es más, casi ni se besan. Lo que sí consiguen es emprender muchos negocios juntos. ¿Así serán las comedias románticas en la nueva realidad?
El amor, según 'Licorice pizza'
Verano de 1973, Valle de San Fernando, California, EE.UU. Gary, de 15 años, conoce a Alana, de 25, en la escuela secundaria mientras ella trabaja como ayudante de un fotógrafo de anuarios. Él, gordito y con espinillas pero de hablar suave y con mucha seguridad en sí mismo, está viendo como su carrera de actor infantil de musicales va a concluir sin éxito y ella busca su futuro entre hombres mayores y con dinero. Ambos se atraen pero la diferencia de edad es un inconveniente, aunque no demasiado grave en los años 70. En seguida, los negocios serán su punto de unión: unas camas de agua, una candidatura de un político, unos billares de barrio… todos son esfuerzos del jovencísimo Gary y su igualmente casi infantil pandilla para triunfar en la vida, sin estudiar ni, tampoco, liarse con vicios, pero amasando billetes al ritmo de David Bowie y Paul McCartney.
La trama está poblada de personajes fuertes que siempre saben lo que quieren, sobre todo en el mundo de los negocios más bien dudosos
Como ya ocurriera en sus otras películas setenteras del director, Boogie Nights (1997), también ambientada en el Valle de San Fernando, y Puro Vicio (2014), Licorice Pizza se sustenta en la música y moda para ofrecer un complejo retrato de la época, con personajes fuertes que siempre saben lo que quieren, sobre todo en el mundo de los negocios más bien dudosos, sean estos pornográficos, de investigación privada
o de camas de agua.
Para ello, el siempre inteligente realizador ha rodeado a su debutante pareja protagonista de actores en papeles reales del momento, a la manera de Quentin Tarantino en Érase una vez en Hollywood, ambientada en 1969, solo cuatro años antes. Tom Waits como el realizador Rex Blau, una combinación de varios directores medio locos de la época; Sean Penn es el actor en decadencia y siempre borracho Jack Holden, obviamente William Holden; y Christine Ebersole es Lucy Doolittle, o Lucille Ball también ya en la cuesta debajo de su carrera.
Pero es Bradley Cooper como el magnético e imprevisible productor musical John Peters, ojo, también quinto marido de la ahora revivida Pamela Anderson, quien, por sí solo, merece el pago de los euros de la taquilla. Sus imposibles diálogos con Gary sobre cómo debe pronunciarse el nombre de su novia, Barbra Streisand son casi de Oscar al Mejor Actor de Reparto. Premio al que opta seguro Paul Thomas Anderson en tres categorías diferentes: director, guionista y productor y que se le ha escapado en ocho ocasiones anteriores, dos de ellas como director de las magníficas pero bastante espesas Pozos de ambición (2007) y El hilo invisible (2017). Licorice Pizza no es ni magnífica ni espesa así que puede ser por fin su momento ‘estatuilla dorada’. Quizás abrazar, por fin, una historia sencilla de amor casi imposible entre jóvenes era la solución.