Vivía en Collado Villalba (Madrid), tenía 38 años y la semana pasada su marido la mató en su casa. Le ató las manos, la amordazó y la asfixió con una bolsa de plástico. Ni ella, ni nadie de su entorno había presentado antes una denuncia por malos tratos. Ese mismo fin de semana, otra mujer de 55 años fue asesinada también en Madrid. Su pareja la estranguló hasta quitarle la vida. Y otra más, en Molina de Segura (Murcia) que fue apuñalada por su compañero de trabajo que se suicidó posteriormente. Son los tres últimos asesinatos machistas en España y representan los números 895, 896 y 897 desde 2003, que existen registros oficiales.
En lo que llevamos de 2017, el Ministerio de Sanidad contabiliza 27 muertes de mujeres, por el momento. La media de los últimos 6 años es de 1,8 asesinadas a la semana, según datos recogidos por Feminicidio.net, un observatorio civil sobre la violencia de género.
Pero, aunque la desgarradora cifra de los asesinatos es probablemente la que más llama la atención mediática, la violencia contra las mujeres no es únicamente una tasa permanente de muertes. Es también una paliza, un insulto, una intimidación o una violación. “Un asesinato es solo la punta del iceberg del problema; lo que subyace es mucho más. Salvo excepciones puntuales, no suele surgir de forma espontánea sin que haya habido agresiones previas”, asegura en conversación con Vozpópuli María Daza, doctora en Derecho por la Universidad de Granada y experta en Victimología.
Este mismo jueves, un hombre agredió brutalmente a su mujer mientras comían en la terraza de un bar en Canara de Cehegín (Murcia). La apuñaló hasta ocho veces con el mismo cuchillo con el que estaba comiendo, le arrojó una silla y le golpeó en reiteradas ocasiones con ella hasta que se rompió. En este caso, la víctima no murió en el ataque.
Se calcula que un tercio de las mujeres residentes en España sufre o ha sufrido algún tipo de violencia de género: física, sexual o psicológica. Es lo que se desprende de un estudio europeo que analiza la percepción de la violencia machista en la sociedad. A pesar de ese porcentaje, la mayor parte de la población española no la considera un problema principal. El año pasado solo el 0,9% de los encuestados por el CIS apuntaban en esa dirección. Este año la cifra ha subido hasta el 2,4%. En las primeras posiciones sigue el paro, la economía y la corrupción; pero también la inmigración, el nacionalismo catalán, la educación o la sanidad.
La preocupación por la violencia de género tocó fondo en 2013. En los sucesivos barómetros del CIS de aquel año solo el 0,5% de la población la entendía como un problema principal. "No es una tasa baja, es bajísima", analiza Daza, que considera que esta falta de importancia "se debe al desconocimiento y al desinterés que se han creado a lo largo de muchos siglos y que son difíciles de desmontar”. “Antes era un problema completamente invisible, ya que las mujeres debían ser sumisas y punto", aclara.
Miedo al rechazo
Sin embargo, hoy en día el desinterés por esta problemática es algo discutible. Por eso, Daza apunta a un término todavía más preciso: "invisibilización de la violencia de género". Desde su punto de vista, "se genera un terrible descrédito social hacia las víctimas, salvo que tengan lesiones físicas muy evidentes", advierte. “La violencia sexual es mucho más invisible, casi un tema tabú. Existe un rechazo por parte de algunos sectores a cualquier información sobre la violencia de género: se genera una reacción, a veces organizada, para cuestionar sistemáticamente la existencia de este problema, incluso la autenticidad de las denuncias”.
El miedo a ser rechazadas o a ser acusadas de mentirosas son dos de las dificultades a las que se enfrentan las mujeres para denunciar a su maltratador. “Afortunadamente -valora Daza- ha aumentado la implicación social; aunque de forma muy limitada”. Por eso señala la importancia de concienciar a la sociedad. “Es necesario que los hombres se involucren más. Son una parte muy importante del problema y tienen que ser una parte muy importante de la solución”.