El Papa Francisco ha defendido ante los jefes de Estado y de Gobierno europeos que la solidaridad es "el mejor antídoto contra los populismos" y ha subrayado como ejemplo de esa solidaridad que hoy todos lloran con el Reino Unido por las víctimas del atentado perpetrado el pasado miércoles.
Así lo ha indicado el Pontífice en su discurso pronunciado este viernes 24 de marzo ante los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, recibidos en una histórica audiencia privada en la Ciudad del Vaticano, que precede a las celebraciones del 60 aniversario del Tratado de Roma, cuya firma el 25 de marzo de 1957 instauró la Comunidad Económica Europea (CEE).
Entre los líderes presentes en el Vaticano se encontraban el presidente del Parlamento Europeo (PE), Antonio Tajani; el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, siendo la principal ausencia la de la primera ministra británica, Theresa May.
"Europa vuelve a encontrar esperanza en la solidaridad, que es también el antídoto más eficaz contra los modernos populismos. La solidaridad comporta la conciencia de formar parte de un solo cuerpo, y al mismo tiempo implica la capacidad que cada uno de los miembros tiene para simpatizar con el otro y con el todo. Si uno sufre, todos sufren. Por eso, hoy también nosotros lloramos con el Reino Unido por las víctimas del atentado", ha subrayado.
Durante el encuentro, que ha tenido lugar en la Sala Regia del Palacio Apostólico, el primero de esta índole con tantos jefes de Estado y de Gobierno juntos en el Vaticano, ha precisado que los populismos "florecen precisamente por el egoísmo, que encierra en un círculo estrecho y asfixiante y no permite superar la estrechez de los propios pensamientos ni mirar más allá".
Por ello, ha sugerido a los líderes políticos que "eviten usar las emociones para ganar el consenso" y, en su lugar, elaboren políticas "que hagan crecer a la Unión Europea "en un desarrollo armónico, de modo que el que corre más deprisa tienda la mano al que va más despacio, y el que tiene dificultad se esfuerce para alcanzar al que está en cabeza".
Además, ha destacado que de la solidaridad nace la capacidad de abrirse a los demás y ha criticado que ahora se discuta sobre cómo dejar fuera los supuestos "peligros" de este tiempo, como los refugiados, esa "larga columna de mujeres, hombres y niños que huyen de la guerra y la pobreza, que sólo piden tener la posibilidad de un futuro para ellos y sus seres queridos".
A su juicio, Europa no se puede limitar a gestionar la grave crisis migratoria de estos años como si fuera sólo un problema numérico, económico o de seguridad sino también "cultural" y de "pérdida de ideales".
"Sin una verdadera perspectiva de ideales, se acaba siendo dominado por el temor de que el otro nos cambie nuestras costumbres arraigadas, nos prive de las comodidades adquiridas, ponga de alguna manera en discusión un estilo de vida basado sólo con frecuencia en el bienestar material", ha remachado. Ese bienestar, ha lamentado el Papa, parece como si hubiera "recortado las alas" a Europa.
Por otro lado, Bergoglio ha advertido de la "falta de valores" en los países europeos que puede ser "terreno fértil para toda forma de extremismo" y ha propuesto la apertura espiritual y la moral como "el mejor antídoto".
Sociedades laicas
En cualquier caso, el Pontífice ha apostado por "sociedades auténticamente laicas" en las que tengan cabida tanto el creyente como el no creyente y "sin contraposiciones ideológicas". Y ha subrayado la importancia de que los valores cristianos y humanos --dignidad de la persona, justicia y libertad, respeto a la vida, cooperación y paz-- sigan teniendo plena vigencia.
Francisco también se ha referido a las crisis que atraviesan las sociedades europeas, como la económica, la de la familia o la de las instituciones y, ante estas dificultades del presente, ha propuesto plantearse el futuro buscando la respuesta en los pilares sobre los que se edificó la Comunidad Económica Europea: la centralidad del hombre, una solidaridad eficaz, la apertura al mundo, la búsqueda de la paz y el desarrollo y la apertura al futuro.
En concreto, sobre el desarrollo y la paz, el Papa ha reivindicado mejores condiciones laborales, un salario digno y acciones en las periferias de las ciudades donde abunda la droga y la violencia. En cuanto a la apertura al futuro, ha reclamado a los líderes políticos que ofrezcan a los jóvenes perspectivas serias de educación, posibilidades reales de inserción en el mundo del trabajo, que inviertan en la familia, garanticen la posibilidad de tener hijos, con la seguridad de poderlos mantener, y defiendan la vida "con toda su sacralidad".
Según ha precisado el Pontífice, con el aumento general de la esperanza de vida, los 60 años se consideran en la actualidad como "el tiempo de la plena madurez", una edad crucial para "revisarse" y, por ello, ha invitado a la UE a un "replanteamiento" y a que "cure los inevitables achaques" porque, a diferencia del ser humano, este 60 aniversario no significa para la UE entrar en la vejez sino "la posibilidad de una nueva juventud".